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miércoles, 11 de octubre de 2017

Millones de Segundos

Domingos 18 30 hs en Teatro El Extranjero ( Valentín Gómez 3378 )





Dramaturgia y Dirección de Diego Casado Rubio.

Teníamos muchas ganas de ver Millones de Segundos, obra que se viene presentando en El Extranjero, con gran suceso de crítica y de público, agotando localidades función tras función.

Nos tocó un día de lluvia, pero respondiendo a sus antecedentes, esto no importó a los espectadores que volvieron a colmar el teatro, quedando gente afuera. Antes del inicio de la obra, ya teníamos un indicio, que Millones de Segundos, no sería una pieza más, se percibía en el ambiente, un grado de entusiasmo y una expectativa en el hall de El Extranjero, que no es tan habitual en el off..

El autor y director de la pieza, Diego Casado Rubio, de origen español, pero radicado ya hace muchos años en nuestro país, es un dramaturgo, que se caracteriza, por tratar temáticas sociales jugadas, poniendo el foco en la inclusión y en defensa los sectores más desprotegidos, que sufren los embates de una sociedad, políticamente correcta en los papeles,  pero cruel e intolerante en su comportamiento, con el diferente y con el más débil.






En anteriores trabajos, Diego expuso en sus obras, temas como el de las parejas homosexuales, discriminadas,  antes de la Ley de Matrimonio Igualitario y  la violencia familiar. En esta caso, inspirándose en un caso real, nos contará la historia de Alan ( Raquel Ameri ), un adolescente transexual, que nació en cuerpo de mujer, pero se siente hombre.
Padece además el Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista, en el que el área social y la relación con los otros, es su punto más débil.

El autor de una manera cruda e impecable, dejará en claro, el alto grado de intolerancia con que  reacciona la sociedad, con Alan, un distinto, un desviado como lo llaman despectivmente, que es el blanco ideal para descargar todo el odio y el rechazo que se tenga a mano.

Hay un crítica implícita a las instituciones, la escuela, en vez de contenerlo, lo rechaza, sus compañeros le hacen bullying y se turnan para humillarlo, para castigarlo mentalmente con sus insultos y fisicamente con golpes y palizas que le propinan y ya ese pueblo chico en el que viven, no tiene escuela por la que no hay pasado.






Lo rechazan los médicos y terapeutas, que no avalan que alguien con este síndrome, puede plantear cuestionamientos sobre su identidad sexual.

El afuera lo rechaza y lo propio hace su entorno familiar, con un padre camionero ausente y Clarisa, su madre ( Marisa Rosa Frega ), que se gana la vida limpiando casas, para poder pagar la escuela de su hijo y sus costosos tratamientos piscológicos, que tan poco resultados obtienen, pero que no tiene nada de amor para darle y elige una postura fría y distante.

Alan está solo, con sus miedos y conviviendo con ese odio que le proyecta su entorno y que repercute en forma muy negativa en su carácter, tornándolo violento y resentido. Su único apoyo es Samson ( Victor Labra ), su fiel compañero, una especie de perro devenido en persona, que es el único ser que lo comprende, además de brindarle cariño y contención.

La obra perturba, por su violencia, verbal y físico y por ese espejo de intolerancia y malicia que muestra la sociedad y en la que el espectador teme verse peligrosamente reflejado.





Este guión tan fuerte, puede llegar a buen puerto, gracias a haber encontrado como representantes a un elenco absolutamente comprometido con el libro. Arranquemos por Raquel Ameri ( Alan ), protagonista de la historia, que nos regala una interpretación descomunal. Una actuación a corazón abierto, en un papel muy complejo, que le exige una entrega absoluta en cuerpo y espíritu.
Cuenta el tiempo en segundos y combate su profunda soledad, grabando videos en Youtube, que luego sube a las redes.
Raquel deja la piel en el escenario y cumple una actuación verdaderamente consagratoria, que conmueve y emociona. Seguramente en el futuro recibirá más de un premio por este gran trabajo.

Pero Raquel, no está sola en escena la acompañan Victor Labra, como Samson, su fiel compañero, otro papel difícil, que Victor resuelve en gran manera, con una actuación excelente, llena de sentimiento, pasional y muy creìble.

El triángulo virtuoso lo completa, María Rosa Frega, una actriz de gran trayectoria, con mucho recorrido en el género de la comedia, mostrando aquí sus dotes actorales para el drama, interpretando a una madre descarnada, que siente odio y desilusión por esa hija que tuvo y que no reconoce, ni acepta su verdadera identidad.  Su intolerancia es tal, que en vez de amor, es asco lo que siente por Alan.






Tres actuaciones excelentes, donde como dijimos Raquel Ameri se destaca, con una composición brillante, pero los tres muestran en el conjunto una conexión muy fuerte entre ellos y con la historia..

La escenografía es desprovista, solo hay unos cubos de colores iluminados, que a lo largo de la obra, se irán dispersando por el escenario.Interesante el recurso de la tablet, que en momentos de quietud y oscuridad, proyecta imágenes de una niña, que junto su perro, corren por la orilla del mar, en una metáfora de libertad y paz, que es algo que no encuentran en la vida.
El acertado diseño lumínico de Verónica Alcoba, con mucha luz tenue, colabora con ese clima asfixiante que pensó el director para la puesta.

La trama mantiene en todo momento,en vilo al espectador, que sigue con un silencio absoluto lo que ocurre en el escenario,conmovido y sorprendido por la crudeza del relato.





En definitiva, estamos en presencia de una obra profunda, que indaga en un tema incómodo, que existe, aunque muchos quisieran ignorar. Lo valioso de este tipo de textos, como el que presenta Diego aquí, es precisamente lograr darle visibilidad, a temáticas sociales vigentes, que perturban a las sociedades políticamente correctas, que prefieren guardar estos temas debajo de la alfombra, como si no existieran.

La pieza nos permitirá disfrutar de un texto duro e implacable, de un autor que muestra su permanente inquietud por las temáticas sociales, con espíritu inclusivo, dando lugar a una puesta sensible, apoyándose en actuaciones magníficas.

El aplauso emocionado y prolongado, que reciben los protagonistas al final de la función, deja claro que Millones de Segundos no fue una pieza más. Se nota que llegó al corazón del espectador, que retornará a su casa reflexionando e indagando en su interior, tratando de descubrir cual es su grado de tolerancia ante el diferente y cuando el hecho teatral, nos lleva a este estado de introspección, ya cumplió con creces su objetivo.


Pensador Teatral.


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