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lunes, 25 de junio de 2018

Cualunque Tirano

Dramaturgia y Dirección de Darío Pianelli.








Sábados 20 hs en El Ópalo Teatro ( Junín 380 )

Una tragicomedia que en clave de farsa, satiriza acerca del poder y las intrigas que se tejen en torno del mismo, mostrando los aspectos humanos y desconocidos, de aquellas personas que tienen la responsabilidad de gobernar.

En Cualunque Tirano, aparece un dictador, de un país no determinado, pero que podríamos asociar con la figura de cualquier opresor de algún país tercermundista, que se nos venga a la mente, en estos últimas décadas.







El tirano lleva ya varios años en el poder, dirigiendo los destinos del país a su antojo y envuelto en la rutina, firmando decretos y completando crucigramas en su despacho, cuando una mañana esa tranquilidad desaparecerá de un plumazo, cuando su secretario, apodado el Perro, le dá la ingrata noticia, que la monarquía europea de Lichtenstein, le ha declarado la guerra, sin dudas quiere colonizar su patria y apoderarse de las paltas ( no de bananas, pero el guiño es claro ) , la mayor riqueza del país.

La declaración de guerra, desestabiliza emocionalmente al dictador, que en forma desesperada buscará transmitir a su pueblo, un discurso que lleve calma y que lo muestre, con una estadista que estará a la altura de las circunstancias. La tarea no será sencilla, ya que luego de tantos años en el poder, su imagen ya se encuentra bastante deshilachada y su autoridad que quiere mostrarse como férrea, en realidad, está bastante desgastada.

Sin contar demasiado, para mantener el suspenso, digamos que el dictador, que pedirá ayuda al mejor sastre del pueblo, para mejorar su apariencia  y este misterioso personaje, además de sugerirle un nuevo vestuario, le advertirá que deberá estar muy atento a las traiciones, ya que la guerra inminente, parece despertar a todos los enemigos internos. Además debe contar con el apoyo de los medios de comunicación, para buscar la unión del pueblo, para colaborar en la defensa de la nación, ante la amenaza extranjera..








Con muchas situaciones que parecen absurdas y exageradas, se mostrará como ante una crisis, el dictador, tomará medidas peligrosas y muy poco inteligentes, ante la obediencia de su entorno de aduladores, que no hará nada por hacerlo entrar en razones. Hechos que puede resultar graciosos y descabellados en la obra, pero que el espectador relacionará muy rápidamente con situaciones reales que ha conocido.

La dramaturgia está inteligentemente desarrollada, manteniendo enganchado en todo momento al espectador con la historia y se apoya en personajes muy bien construidos, que ofrecen excelentes actuaciones.

Arranquemos por Martín Rivero, el gran protagonista de las historia, es el dictador, el iluminado, aquel a quien debe seguirse de manera incondicional, respetando sus decisiones y excentricidades.
Magnífica su composición, mostrando todas las aristas que tiene un tirano, que se muestra seguro y autoritario, para los demás, pero que en realidad es una persona insegura, llena de miedos y contradicciones. Es muy bueno el trabajo de Martín, con gran energía y mucha presencia escénica, consiguiendo momentos muy logrados, como cuando enfrenta al público, para dar sus encendidos discursos.






Su secretario y mano derecha es El Perro, interpretado por Vladimir Klink, sumiso y temeroso, no dudará en ejecutar las órdenes de gobierno del tirano, ni tampoco los pedidos personales que le hace, por más ridículos que parezcan. Es muy creíble su interpretación, en un personaje que irá creciendo a medida, que la obra avanza y él acompaña muy bien esa evolución.


Emilio Diéguez, es Periquito, el relator de la historia, representa al periodismo y a los medios de comunicación, es el encargado de transmitir los mensajes del tirano al pueblo. Demuestra de manera precisa y elocuente, la importancia que tiene en estos tiempo los medios en todo gobierno, de cara a su relación con la sociedad, donde la que se muestra, es más importante que la realidad. Destacamos la caracterización y la perfecta dicción de Emilio, resolviendo en gran forma un rol importante.

Para el final dejamos a Gonzalo Villarreal, como Galeb, un sastre de orígen marroquí, que será llevado al despacho del dictador por El Perro, ya que debe mejorar la apariencia del jefe de gobierno. Una actuación que nos encantó la de Gonzalo, con un carisma y un magnetismo muy particular, que hace que se luzca muchísimo. Logra construir con maestría, un personaje que cautiva al espectador.








Realmente cuatro actuaciones muy parejas, por lo bueno, cada uno destacándose en lo personal y luciendo muy bien en el conjunto, aportando mucho para la obra.
En El Ópalo, hay mucha cercanía entre los actores y el público, algo que cuando las actuaciones se destacan tanto, como en este caso,  beneficia al espectador, que no pierde detalle de los gestos y los movimientos de cada protagonista.

La puesta es íntima, por la cercanía indicada y porque todas las acciones, se desarrollan en el despacho del dictador, haciendo que el espectador, se sienta dentro de ese despacho, viendo los engranajes y la cocina de ese poder. Hay mucho mérito de Dario Pianelli en en la dirección.

Debemos destacar el diseño de luces de Federico Leyenda, propiciando los climas que la trama vá requiriendo y nos gustó mucho el vestuario de Milena Amado, que resalta sobre la media y logra dar distinción a cada personaje.







Para ir concluyendo Cualunque Tirano, es una propuesta muy bien concebida, con momentos donde el espectador reirá y otros, en que se quedará impactado por la brutalidad de los acontecimientos.

Un texto que desnuda las intimidades del poder, la poca lógica que muchas veces se tiene para  la toma de las decisiones, los delirios de grandeza que tienen todos los gobernantes cuando llegan a la cumbre y como ese lugar, trae consigo la paranoia y el miedo a las traiciones, que en muchos casos será producto de su imaginación y en otros casos, será real, el problema es que por lo general, quien detenta el poder no sabrá distinguir las amenazas reales y las imaginarias, cayendo en errores y excesos, que tarde o temprano lamentará.

Además la pieza nos muestra la peligrosidad de los entornos del poder, que muchas veces tienen una aparente pasividad, muy perjudicial y que en verdad, viven una tensa calma, esperando el momento de sacar alguna tajada de su cercanía, con las altas esferas.

La obra nos gustó mucho y por eso recomendamos verla. No sorprende que Cualunque Tirano, transite ya su segunda temporada en cartel, ya que tiene un guión inteligente, resultando muy cercana al espectador, que en la farsa y en el grotesco reconoce situaciones, que lamentablemente, para la realidad de nuestros países, le suenan muy familiares.



Pensador Teatral.


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