Dramaturgia y Dirección de Pilar Ruiz.
Un texto rico y conmovedor de la joven y talentosa dramaturga Pilar Ruiz, que se remonta a la Argentina de 1980, para contarnos una historia de amor muy especial, la de Julio ( Juan Tupac Soler ) y Cecilia ( Verónica Cognioul Hanicq ), dos jóvenes que se conocían de la infancia y que además de ser novios, tenían pasión por la música, compartiendo con otros amigos una banda de rock.
Hasta ahí, podía ser la historia de amor, de dos jóvenes cualquiera, pero el país en esos años atravesaba una nefasta dictadura, que entre otros desaciertos, cometió uno imperdonable, como embarcarse en una guerra contra un país poderoso como Inglaterra, por nuestras Islas Malvinas, en un intento desesperado por dar un golpe de efecto, que salvara a un gobierno que se caía a pedazos.
No vamos a analizar aquí los temas políticos, que pueden llevar a un país a una guerra, pero no hay dudas que cualquiera sea la razón que se invoque, fue una verdadera locura, emprender una lucha armada y una canallada enorme, que a esa guerra, hayan tenido que viajar jóvenes conscriptos, sin ninguna instrucción, que fueron verdadera carne de cañón, utilizada para tratar de satisfacer las aspiraciones trasnochadas de la junta militar que detentaba el poder en aquella época.
Volviendo a la obra, contamos que Julio, era un adolescente normal, profesor de literatura, sus días pasaban entre las aulas, enseñando a sus alumnos, leyendo cuentos, tocando rock en el tiempo libre y compartiendo momentos felices con su novia.
Pero una mañana todo iba a cambiar, recibe un llamado a su casa, que lo dejó atónito, debía presentarse en el cuartel, ya que viajaría junto con muchos otros jóvenes, rumbo al Sur, para ser parte de una guerra absurda. Sabiéndolo o no, que muchos de ellos, emprenderían ese viaje de ida y nunca harían el de vuelta.
Qué tenía que ver Julio con la guerra ??? Nada. Sus únicas armas eran sus libros y su conocimiento. Nada lo relacionaba con las armas o con la muerte y sin embargo lo obligaban a ponerse el uniforme de combate.
Desesperado llamó a su novia Cecilia, siendo esta su última esperanza, el padre de ella, militar de profesión, tal vez podía quitarlo de la lista. Pero ya era demasiado tarde ...
Su suerte estaba echada y Julio tuvo que ir a la guerra, a esa guerra que tan ajena le resultaba. Y se fue enojado, por tener que dejar su vida en Buenos Aires.
La obra arranca, con la vuelta de Julio a su casa, pese a que llegaron confusas noticias de que habìa caído en combate, fue uno de los sobrevivientes , uno de los afortunados, que pudo volver a casa y ser uno de esos llamados " héroes ", que defendieron a la patria en el gélido Sur.
Cecilia estaba feliz y fue corriendo a su casa a verlo, su amor había retomado y podían volver a ser la pareja inseparable de antes. Pero Julo no era el mismo. Estaba raro.Porque estaba tan frío y distante ?? Había realmente regresado a casa ?? Su cuerpo había vuelto, pero su mente volvió con el o se quedó en el Sur ?? Los interrogantes eran muchos y el regreso en ese comienzo, no era el soñado.
La dramaturgia está magníficamente construida, ofreciendo un texto pleno de sensibilidad, con un relato que llega al corazón del espectador y en esto, ademas del libro, hay gran mérito, en la dupla protagónica que se eligió para la ocasión.
Nos referimos a Juan Tupac Soler, un joven actor de enormes condiciones, el mismo que brilla en Mi Hijo solo camina un poco más lento. aquí encarna a un joven ex combatiente que volvió transformado de la guerra. Una composición magnífica, se lo nota perdido por momentos, a veces cariñoso, otras asustado y en ocasiones agresivo. Ni él, se reconoce a si mismo, sabe que esta vuelta a casa no es sencilla y tiene dudas sobre si realmente su mente podrá regresar. Un enorme trabajo el de Juan, creando un personaje frágil y perturbado psicológicamente. Se lo nota aturdido, confundido, pero tiene una certeza, si hay algo que sabe, es que no es un héroe, lo irrita que los llamen así, el es un pobre chico que como muchos otros, fueron obligados a combatir en una guerra que les era ajena y que nunca hubieran elegido.. Enorme composición de Juan, un actor que nos encanta y que con este tipo de trabajos, demuestra tener un futuro sin techo.
Si bien Juan, se lleva los grandes elogios, no debemos ser injustos con Verónica Cognioul Hanicq, la otra gran protagonista de las historia, que tiene un gran desafío, ya que tiene que contener a un amor que la rechaza y la trata con frialdad, en vez de retribuirle cariño. La empatia de Verónica con el público es absoluta, todos hacemos esfuerzos, para que pueda reconquistar a su amor. Compone un personaje sumamente querible, que conmueve por su amor, su paciencia y su entrega incondicional, por ese novio que en vez de amarla, parece juzgarla y rechazarla.
Un personaje muy sufrido el de la bella Verónica, que resuelve en gran manera el desafío que le impone el texto y la directora para su papel, con frescura y sensibilidad a flor de piel.
Además de los muy buenos trabajos individuales, se nota que hay mucho trabajo y ensayo previo, los dos tienen momentos de lucimiento personal, con sendos monólogos que dejan sin aliento. Verlos en escena, dejan claro que la guerra, no solo afecta a los que deben ir a ella. Los que se quedan acá, sufren mucho también, por la ida del ser querido, por no tener noticias y por el miedo de que ese ser querido no regrese nunca o si lo hace, vuelva con secuelas.
La puesta es realmente íntima, en la bella y cómoda salda del Beckett, el espectador se siente testigo privilegiado de esta historia de amor, hay muy buen diseño de luces y un magnífico diseño escenográfico de Eliana Itovich, con esa habitación toda blanca, con paredes cubierta de todo tipo de objetos personales de Julio, blancos también, que parecen mudos testigos, de una vida detenida en el tiempo.
Como dijimos, De los Héroes que no Aterrizan en las Islas de los Cuentos, es otra excelente propuesta que nos ofrece nuestro teatro independiente, mostrando en forma muy clara, los horrores de la guerra y como las vidas de las personas pueden cambiar radicalmente, ya que las secuelas físicas y mentales que dejan en aquellos que involuntariamente debieron transformarse en soldados, son cicatrices, que aunque pasen los años nunca van a desaparecer.
Una obra aleccionadora, que nos recuerda las atrocidades de una época nefasta de nuestro país y de una guerra infame. Es un placer, observar la aparición de esta nueva camada de autores, como el caso de Pilar Ruiz, que se atreve a tomar estos temas, tan sentidos, para nuestra memoria colectiva y logran llevarlos al escenario, sin golpes bajos, con una altura y una sensibilidad que debemos destacar.
No se pierdan esta pieza, disfrutarán de un texto exquisito, de magníficas actuaciones y sin dudas se conmoverán con este relato, que lamentablemente es muy real y nos recuerda una de las páginas más tristes de la historia contemporánea de la Argentina-.
Pensador Teatral.
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