Dramaturgia de Adriana Gómez Piperno y Dirección de Juan Arena.
Estuvimos presente en el reestreno de Después te Cuento, que arranca su segunda temporada, con elenco renovado.
Digamos de entrada, que la obra presenta una puesta distinguida, con una estética muy bien cuidada, explorando el universo femenino, con foco en el vínculo madre e hija, desde un punto de vista particular, ya que se establece entre la hija que está en un momento de su vida donde abundan las dudas existenciales y una madre, que ya no está en el mundo de los vivos, pero que aparece en escena, literalmente dentro de un cuadro, desde donde la escuchará, mirará y se horrorizará con algunas cosas que cuenta su querida hija.
Si bien por momentos Ana, siente una presencia en el ambiente, no logra ver, ni escuchar a su madre.
Es una noche especial, ya que la hija preparará una cena en su honor, cocinando una tortilla, el plato favorito de su madre, abriendo un buen vino y preparando una mesa para ambas, aún sabiendo que su deseo de compartir esa comida es imposible. O la magia del teatro lo posibilitará ??
Ana, es una madre joven y moderna, que anda a los tumbos por la vida, con algo de angustia, ya que se dá cuenta, que no encaja, le cuesta adaptarse a lo políticamente correcto, no está conforme con lo que le propone este mundo y ensaya un monólogo, donde hablará de su hija, de su pareja, de la libreta donde anotan las veces que hacen el amor y muchas cosas más. Será una suerte de confesión y de pedido de ayuda, con la madre testigo desde el cuadro, que seguirá con atención el parlamento de Ana, asintiendo lo que dice en algunos casos, en otros espantándose y en la mayoría de los casos, tratando de darle consejos, que infelizmente su hija no puede escuchar.
La obra tiene muy buena dinámica y el relato es muy entretenido, en esto tienen mucho que ver las protagonistas, que debutaban en esta función y esto no se notó en ningún momento, ya que se manejaron con un entendimiento y una química, que por lo general se logra recién luego de varias funciones.
Arranquemos por Ximena Seijas, que encarna a una Ana extremadamente sensible, que expone con mucha profundidad, su distancia con los demás, le cuesta comunicarse hasta con su propia hija, siente que le falta una brújula en la vida y añora muchísimo a su madre, que ya no está para aconsejarla.
Par destacar la expresividad de Ximena, su mirada vivaz, una voz potente y una entrega total en el escenario, que el espectador recibe agradecido. En esto contribuye mucho, la cercanía, de la protagonista con el público, que permite seguir cada uno de sus movimientos, sin perder detalle.
Una actuación magnífica la de Ximena.
Y que decir de Lucianna Ligorio en el papel de madre, un papel complejo, ya que ella está en un cuadro como fuera de escena y desde esa distancia, debe transmitir sus sentimientos y sus pareceres, en una lucha permanente, para que el milagro se produzca y su hija pueda verla. No vamos a contar si eso sucede o no, solo decir que muchas veces, hay que confiar en la magia del teatro.
Una gran interpretación la de Lucianna, con mucha ternura y con un amor de madre que se siente en el ambiente.
Muy buenas actuaciones individuales y más que nada en el conjunto, ya que es una obra, que por el texto, requiere una conexión especial entre las protagonistas y en este caso, esto se logra en todo momento.
Pero las protagonistas no están solas en escena, las acompaña, Sonia Kovalivker, que con su órgano aporta una muy bella música en vivo y con su voz, unas muy logradas partes cantadas.
Siendo su aporte muy bueno, ya que propicia las pausas que la trama requiere y una calidez que contribuye al clima que el guión busca.
La puesta en escena de Juan Arena, es para resaltar por su originalidad y efectividad, aprovechando las posibilidades que le brinda esta nueva y adaptable sala de El Camarín de las Musas, que permite que Ana cocine, de cara a un ventanal que dá a la calle, logrando una complicidad, entre los actores y los espectadores, con el afuera, ya que los peatones que a esas horas caminan por Mario Bravo, se sorprenden con esa chica rubia, que está cocinando una tortilla y con ese público que está presenciando aquello.
Un guiño muy original propone la puesta, como ese olorcito a cebolla que llena la sala y el ruido del fuego cocinando la tortilla en plena función. Si a esto le sumamos la música original de Sonia, un vestuario alegre de Nury Bertone que nos gustó mucho y un diseño escenográfico y lumínico de Eduardo Pérez Winter, que le aportan mucha bonhomia a la obra, redondeamos una puesta excelente y muy original, que agrega mucho valor al atractivo guión.
En definitiva, una propuesta muy interesante, la que nos ofrece Después te Cuento, cálida e intima, donde el espectador se vá a reir, vá a reflexionar y también viajará con su mente ( caminaremos por calles y los mercados de Marruecos ), disfrutando mucho las interpretaciones de las actrices,
El aplauso sostenido que las protagonistas reciben al final de la función, confirman que han quedado muy satisfechos con lo que vieron y que Después te Cuento, es otra de las muy buenas propuestas que el teatro independiente tiene para ofrecer.
Pensador Teatral.