Dramaturgia y Dirección de Javier Rodríguez Cano.
Muy interesante propuesta llega con Todo lo que Nadie ve, opera prima de Javier Rodríguez Cano, actor, director y docente, con una destacada trayectoria en el mundo teatral, que en esta ocasión debuta como autor.
Inspirado en El Empapelado Amarillo, cuento de Charlotte Perkins Gilman, autora y socióloga estadounidense, comprometida con la emancipación de la mujer, en ese relato hace referencia a una mujer sumida en la depresión y en lucha contra el patriarcado que rige la sociedad.
Con esa inspiración, el autor escribe esta pieza, apoyándose en una experiencia personal, sin ser un relato autobiográfico, como el mismo aclara.
La obra nos presenta a una madre y a un hijo, explorando en la particular relación que mantienen.
Recientemente sufrieron la muerte del jefe de familia, ella se quedo sin su compañero de toda la vida y él sin su padre. Ambos sintieron mucho el golpe.
Esta pérdida, como ocurre muchas veces, provoca cambios profundos en los vínculos familiares, el tablero familiar se modifica por completo y las relaciones que tenían una orientación bien definida, quedan a la deriva, obligando a reconfigurarlas por completo, apareciendo de esta manera situaciones nuevas y conflictivas.
En este caso, vemos a una madre ( Lourdes Invierno ) y un hijo ( Julián Fuentes ) que buscan como superar la ausencia y seguir adelante con sus vidas, pero las cosas no son sencillas, la madre por su enfermedad no puede salir de la casa, su hijo de lo impide y le promete que esto cambiará cuando ella se recupere.
Pero realmente, ella tiene una enfermedad tan grave que no le permite salir de su casa ?? O es su hijo quien la tiene prisionera en esa habitación por su decisión ?? El interrogante está presente y flota en el ambiente.
La madre presa de la situación, lucha por no caer en la depresión y superar la asfixia que le produce esa habitación, su hijo es el único vínculo que tiene con el mundo exterior y por eso se muestra demandante y absorbente. Rememora a su esposo a cada momento, añora esos antiguos tiempos, donde eran una verdadera familia y se queja de la casa que con el paso del tiempo muestro su avance de deterioro y amenaza con convertirse en una trampa mortal..
Ella no puede ocuparse de la casa, no tiene esfuerzos, está enferma como su hijo se lo recuerda a cada instante, por eso vive la vida que puede, no la que quiere y reclama la atención de su hijo, que trata de complacerla.
El relato atrapa de arranque al espectador, seducido un guión muy bien elaborado y realista, que expone la sufrida vida de los protagonistas, en una historia que le resulta cercana.
Hablamos de la dramaturgia, pero aún no lo hicimos de las actuaciones y podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que las actuaciones de la dupla protagónica que presenta la pieza, son excelentes.
La madre es interpretada por Lourdes Invierno y su composición de personaje es magnífica, una madre, por momentos triste, en otros momentos alegre, pero siempre intentando manipular su hijo, principalmente mediante la culpa. Frases como no te preocupes, vos tenés tus cosas, no podés ocuparte de mi, salen con aparente dulzura, pero son verdaderos dardos que lanza..
Su gestualidad, las miradas, los silencios, todo encajan perfectamente en esa madre sola, que requiere amor y atención. Un gran trabajo de Lourdes, que se siente cómoda con el personaje, siendo un placer verla en acción.
Tampoco se queda atrás Julián Fuentes, como ese hijo mitad protector y mitad carcelero, pero siempre dependiente de su madre, la reta porque no le cuenta las cosas que se rompen en la casa. Quiere ocuparse y estar al tanto de todo, no quiere que su madre enferma y cansada se cargue de tareas. Esa es una cara, la otra soportar con estoicismo, los reclamos de una madre, que con mucha astucia, como dijimos lo hace sentir con culpa y en permanente falta, por no poder brindarle el tiempo necesario. Ambos se necesitan y lo demuestran a cada momento. Una excelente interpretación, la de Julián.
Hay un gran lucimiento individual de ambos protagonistas y crece este lucimiento, en el conjunto, ya que muestran una química perfecta entre ellos y nadie duda que estamos viendo a una madre, con su hijo en escena.
Como nota de color, les contamos que en la función que presenciamos, un insecto participó de una escena bastante curiosa. Muchos de los espectadores se preguntaron al final, como lograron que el insecto tuviera una participación tan precisa y ahí con sorpresa nos enteramos que el mismo no era parte de la obra, apareció de la nada y los actores improvisaron, incorporándolo a la historia. El tema, es que al incorporarlo tan bien, nadie notó que su aparición había sido azarosa. Esta curiosidad, es una muy buena muestra, del talento y de la concentración de los actores, algo que es habitual en nuestro teatro off, repleto de talentos.
La puesta que propone el director, es íntima, el espectador se siente testigo privilegiado, de los intercambios entre madre e hijo, espiando en esas escenas que forman parte de su cotidianeidad, Pero también hay momentos, donde los protagonistas, se paran en un extremos del escenario, mirando al público y ensayando una especie de confesión, hablando del otro, sin que lo escuche, muy bueno el recurso y el efecto que se logra.
El diseño escenográfico y la dirección de arte, a cargo de Gustavo Maggi, es un punto muy fuerte de la puesta, recreando la habitación de la madre, con una decoración austera y esas marcas que denotan que la casa se está viniendo abajo con el paso del tiempo, algo que se nota en especial en ese empapelado raído y de motivos floreados, que entristece a la madre.
El diseño de luces a cargo de Christian Gadea es otro ítem a destacar, ya que es cálida y consigue los diferentes climas que requiere la trama.
En definitiva, estamos en presencia de una propuesta muy atractiva, una obra plena de sensibilidad, que logra identificación con el espectador, nos ofrece Javier Rodríguez Cano en su opera prima, poniendo la lupa en la relación madre hijo, potenciada con la pérdida del sostén de ese hogar. El autor logra transmitir su mensaje, con mucha claridad y sensibilidad, gracias a las excelentes actuaciones de Lourdes Invierno y Julián Fuentes.
Nos gustó mucho la obra y por eso la recomendamos, Todo lo que nadie ve, es una entrañable propuesta de nuestro off, que jugando con el título de la obra, no pueden dejar de ver.
Pensador Teatral.