Dramaturgia y Dirección de Javier Margulis.
Sábados 20 30 hs en Mil80 Teatro ( Muñecas 1080 )
Que lejos parece haber quedado la pandemia, pero en realidad, apenas pasaron tres años de aquella época tan triste, donde teníamos que pedir permiso para poder salir de nuestras casas y ni hablar de entrar en contacto con otras personas. Seguramente como mecanismo de defensa, preferimos olvidar pronto todas las situaciones que vivimos en aquellos larguísimos meses y por ello resulta valiosa la idea de Javier Margulis, de recordar con el teatro, un poco de toda la locura que se vivió en nuestro país y en el mundo, por la llegada de un virus desconocido, que impuso una nueva normalidad, como llamaron los medios a la realidad que debimos atravesar.
Y de esa observación de la realidad, nace El Mejor Cierre. esta lucida tragicomedia que jugando con el absurdo y la exageración, logra hacernos reír de una situación tan triste para todos, cumpliendo aquella máxima que dice que el humor siempre es el mejor método para transitar las situaciones difíciles, ya que se vivieron momentos duros y muy tristes, donde la muerte dominaba los titulares, por ello luego de un tiempo prudencial, poder recopilar algunas de las situaciones vividas y reírnos de ello, resulta una descarga sanadora.
En aquellos tiempos los teatros cerraron sus puertas, imaginar a desconocidos encerrados en una sala durante una hora, era algo totalmente imposible e iba contra todos los protocolos. El autor de la obra, había abierto hace un año Mil80 y como todos los teatros, debió cerrar sus puertas, sin tener fecha de reapertura prevista. Los costos se mantenían y los ingresos eran nulos, por eso entonces en tono de broma, el autor le comentó a una amiga que para superar el parate, a lo mejor podían usar la sala, como una casa funeraria clandestina, ya que en aquellos tiempos, recordamos los velorios estaban prohibidos.
Y bien, cono es disparador Javier Margulis, escribió la ficción que nos convoca, en este caso el negocio que cerraba era El Mejor Cierre, la mercería de barrio del matrimonio Venturini, conformado por Rogelio ( Alejandro Ini ) y la Negra ( Silvia Acornero ) que urgidos por el vencimiento de una hipoteca en dólares y con la soga al cuello, tomaron con interés la propuesta de Pocha ( Ana Carolina Ferro ) la hermana menor de la Negra, que trabajaba de enfermera en la terapia de intensiva de una clínica. Todos los días la pandemia se cobraba vidas y los familiares al estar prohibidos los velorios, no podían despedirse.
La idea era de Dambrosio ( Alejandro Curlane ), un oscuro personaje con aceitados contactos en las clínicas y en los cementerios, que buscando un lugar posible para celebrar los velorios clandestino pensó que la mercería de los Venturini, podía cambiar de rubro de manera drástica y servir para ese propósito. La trama además de tener una alta cuota de humor negro, interpela también a esa clase media algo quejosa de todo lo que ocurre en el país y que ante una crisis económica, no duda en trasgredir todas las normas con tal de sobrevivir, mostrando esa mezcla de gimnasia y viveza criolla que tenemos los argentinos, para superar cualquier crisis que nos toque.
El relato es divertido y grotesco, una verdadera comedia negra de enredos que divierte al espectador, con personajes que pueden resultar delirantes, pero que en una observación algo más fina, vemos que nos resultan muy reconocibles y más reales de lo que nos gustaría. No vamos a contar más para mantener el suspenso, solo vamos a decir que los Venturini, van a abrazar la disparatada propuesta que les llegó y buscarán aprovechar la situación, para que el nuevo negocio sea próspero, aunque haya que navegar aguas algo alejadas de la moral para lograrlo.
Como muchas veces decimos, puede existir una buena idea teatral, pero para que la misma resulte, debemos encontrar luego los intérpretes adecuados para llevarla adelante y esto es algo que aquí ocurre con creces, ya que se formó un elenco compacto, que se identifica totalmente con el proyecto. Y en actuaciones muy parejas, tal vez quien más se destaque es Alejandro Ini, que compone a un verborrágico e impune Rogelio, un muy buen ejemplo del típico chanta argentino, que quiere mostrarse un erudito en todos los temas, aunque no entienda nada. Histriónico y muy divertido, es quien más sonrisas genera en la platea.
Pero no seamos injustos con el resto, Silvia Acornero, es La Negra su esposa en la ficción, quien tiene siempre presente el recuerdo de su madre, que fundó el negocio familiar. Aunque en un principio se nuestra enojada con la idea, enseguida se acopla a su esposa y se la nota entusiasmada con el emprendimiento. Muy divertida Silvita también, cumple un muy buen trabajo.
Y la familia la cierra Ana Carolina Fierro, como Pocha, despechada y abnegada trabajadora de la salud y acostumbrada a lidiar con el dolor ajeno, buscará sacarle una tajada a la situación. Muy picantes sus cruces con Rogelio, mostrando la tradicional pica familiar. Nos gusto lo de Ana, que además cumple doble papel ya que también será una de las deudas que visita la casa velatoria. Y hablando de personaje doble, ahora toca mencionar a Alejandro Curlane, a quien ya hemos elogiado en más de una oportunidad en este sitio, volviendo a mostrar su presencia escénica aquí, siendo primero un oscuro carancho del dolor y luego un viudo que llora la pérdida. Excelente lo de Alejandro. Para el final mencionar a Lautaro Tulli a cargo de un personaje muy particular, que no vamos a revelar aquí, pero que estará a cargo de los momentos más delirantes y negros de la noche.
La puesta a cargo de Javier Margulis es muy efectiva, aprovechando al máximo las reducidas dimensiones de la sala, con un muy logrado diseño escenográfico de Alejandro Goldstein, con ese negocio barrial, con la persiana a medio abrir que es todo un símbolo de aquella época. Además hay un buen diseño lumínico de Marco Pastorino, que contribuye a marcar climas que va teniendo el relato.
En definitiva, disfrutamos de una noche a pleno teatro independiente, con esta tragicomedia bien negra, que con mucho humor nos recuerda la locura que atravesamos en la época del covid, con una gran cantidad de normas que debíamos cumplir sin saber muy bien porque y sin tener ninguna certeza de que fueran acertadas. Pero en esos momentos el miedo dominaba y atreverse a cuestionar la nueva normalidad establecida, no era una opción.
Y la pandemia, además de la locura, trajo dolor y muchas muertes, por eso como medio de defensa y mecanismo para curar las heridas ante la tragedia el teatro nos propone el grotesco y el humor para tratar de superar lo vivido y sanar, teniendo también una mirada irónica, mostrando como el argentino, siempre ante una crisis, trata de encontrar una solución ingeniosa, que le permita sacar la cabeza del agua, sin importar si está incumpliendo las normas, ya que interiormente se siente justificado. Un texto divertido, una puesta irreverente y muy buena actuaciones, nos proponen el mejor cierre del día, para intentar reírnos de nuestras desgracias, porque ya lloramos demasiado y el humor siempre es una buena manera de curar las heridas.
Pensador Teatral.