Dramaturgia de Armando Discepolo y Dirección de Marcelo Zitelli.
Amanda y Eduardo es una de las obras menos conocidas de Armando Discépolo, reconocido dramaturgo, creador del grotesco criollo y autor de obras clásicas de nuestro teatro como Stefano, Babilonia y El Organito, por citar solo algunas de ellas.
Familia de artistas, no confundir a Armando, el mayor de los Discépolo, con su hermano Enrique, más conocido como Discepolín, poeta y compositor de tangos, con temas que hicieron historia como Cambalache y Cafetín de Buenos Aires.
Pero vayamos a la obra que nos convoca, escrita en 1931, mantiene una vigencia que por momentos asombra. La obra nos habla de amor y del dinero, de como la pasión y el deseo pueden quedar postergados ante un interés económico, poniendo el foco en esta realidad, desde la mirada femenina.. Son varios, los que señalan que esta obra de Discépolo, tiene muchos puntos en común con Casa de Muñecas de Ibsen y creemos nos les falta razón para pensarlo.
La obra ambientada en el Buenos Aires del 30´, cuenta la historia de Amanda, una bella mujer, de infancia humilde, que pudo mejorar su posición económica y la de su familia, gracias a ser la "querida " de Don Camilo, un estanciero mucho mayor que ella. Era una unión por conveniencia, gracias a ella Amanda vivía una vida repleta de lujos, sin privaciones, pero no había pasión, ni amor verdadero en esa pareja, era una convivencia vacía de afecto,
Las cosas se complican, cuando Amanda conoce a Eduardo, un joven periodista de su misma edad, del que se enamora perdidamente. La atracción es mutua, Eduardo no puede resistirse al encanto de esa refinada y hermosa mujer. Pero la relación no era sencilla, ambos estaban comprometidos, ella con el estanciero y el periodista casado con la bella Elena, una mujer de sus casa, que lo quería con locura y nunca hubiera sospechado que su esposo podía serle infiel.
Que no eran libres era un problema, el otro y tal vez el mayor era que Eduardo era pobre, en realidad trabajaba, pero no le sobraba un peso. como para darle a Amanda, la vida a la que estaba acostumbrada. Ella estaba dispuesta a renunciar a su vida actual, de lujos y derroche, para rehacer su vida, con un hombre al que verdaderamente amaba.
La tormenta se desata, por los de afuera, porque muchas veces dos personas pueden amarse, pero el entorno, les pueda jugar en contra en la relación. En el caso de Amanda, Doña Flora su madre, no estaba dispuesta a renunciar al buen pasar, que le permitía la relación de su hija con el estanciero. Ya habían tenido una infancia pobre y de ninguna manera quería aceptar, volver a aquella humilde realidad, habían subido de clase social y eso tenía un valor capital para ella. Y en el caso de Eduardo, no le sería tan sencillo, dejar a su mujer, que ingenua y cariñosa, seguía apostando firmemente a la relación con su amado esposo.
No contaremos más, mantendremos el suspenso, para que el espectador cuando vea la obra, descubra, si finalmente los deseos de Amanda de apostar por su amor, sin importarle el dinero, llegaran a buen puerto o si por el contrario, triunfarían, finalmente las demandas de su familia, encabezadas por una madre muy interesada.
La puesta tiene una muy buena dinámica y mantiene en todo momento el interés del espectador, algo muy valorable, ya que la obra es generosa en cuanto a su extensión, dura dos horas, cuando el teatro independiente por lo general ofrece piezas muco más cortas. Esta duración, permite una buena construcción de la historia y un muy buen recorrido a los personajes.
Hablando de ellos, es hora ya de destacar los excelentes trabajos actorales que presenta la obra. El proyecto fue iniciado por Marcelo Zitelli, que tomó la propuesta del grupo de actores del curso de Entrenamiento del Laboratorio de Teatro, la escuela que dirige junto a Lizardo Laphitz, Primero completó el elenco y luego de nueve meses de arduos ensayos, pudieron estrenar.
Realmente nos sorprendió, ver tan buenas actuaciones, de actores que en su gran mayoría están dando sus primeros pasos en la actuación, algo que no se notó para nada.
Son ocho los actores en escena y la buena factura de las interpretaciones, merece que hagamos mención de alguno de ellos.
Arranquemos por Laura Cañón, ella es Amanda, que cumple una gran actuación, estando realmente a la altura de las exigencias que presenta la pieza y su protagónico. Con su esbelta figura y una gran presencia escénica, demuestra haber sido una gran elección para el rol principal. Amanda con una determinación y un carácter dominante, poco común en esos años, se vale de su belleza, para despertar las pasiones de varios hombres de la historia. Destacamos su gestualidad y los cambios de ánimo, que presenta en los diferentes estadios que presenta su personaje a lo largo de la trama, mostrando por momentos una personalidad arrolladora y en otros momentos siendo una mujer apasionada y sentimental. Una gran actuación la de Laura.
El otro gran protagonista es Fernando Arsenian, como Eduardo, el que despierta el amor de Amanda, con mucha pericia dá vida a un hombre que divide su amor entre dos mujeres, ya que indudablemente le cuesta abandonar a su abnegada esposa y debido a esto entra en un callejón del que le costará salir. Mucho aplomo y pasión, para representar su papel. Muy bueno su trabajo.
Es turno de nombrar a Mirtha Oliveri, ella es Doña Flora, la madre manipuladora de Amanda, pudiendo pecar de ser injustos, constituye para nosotros la mejor actuación de la noche. Con gran histrionismo, dá vida a un personaje enérgico e incansable, que con mucha astucia y una enjundia admirable, luchará sin tregua, por conservar su status social, sin importar lo que deba hacer para lograrlo. Una interpretación superlativa la de Mirtha, festejadísima por el público, por su gracia y su encanto.
Otra mujer que se destaca y mucho es Muriel Mahdjoubian, ella es Elena, la bella esposa de Eduardo, un atractiva y sufrida mujer, que resignó todo por su marido, hasta tener un hijo por no querer molestarlo. Nunca hubiera esperado ser traicionada. Con mucho sentimiento, compone un personaje sensible y que empatiza mucho con el público. Nos gustó mucho el trabajo de Muriel.
Roberto Scandizzo, es el señorial Don Camilo, un personaje con gran porte, elegante y muy querible, muy bien ambientado en esos años 30. Exquisita su actuación,
Ayelén Garaventta es la discreta y confidente ama de llaves, que tiene muchos momentos de lucimiento, Martín Córdoba es el hermano menor de Amanda y Federico Shortrede es Leonardo, otro millonario interesado en Amanda, para conservar el suspenso, no contaremos más de su personaje.
Se hizo larga la descripción, pero la labor realizada por este grupo de actores merecía su reconocimiento, tanto por los trabajos individuales, como por el conjunto. Evidentemente hubo una buena elección del director del elenco y es acertada su conducción, ya que el elenco es numeroso y la obra además de ser extensa, tiene muchas exigencias.
La puesta tiene muchos puntos altos para destacar, arranquemos por la música en vivo de Martín Alfredo Martínez, que con su bandoneón, aporta muy bellos acordes tangueros, que ambientan en gran forma la obra. Muy destacable la bella realización escenográfica a cargo de Camila Tomietto, dividiendo el espacio escénico en tres, para representar diversos ambientes en forma simultánea, lo que le otorga mucha dinámica a la puesta. Excelente el vestuario de época de Celina Barbieri, aportando mucho glamour, con los vestidos largos de Amanda, los sombreros de Flora y los elegantes trajes de los hombres.
En definitiva, son muchos los recursos puestos al servicio de la pieza y todos juntos son una suma de detalles, que enriquecen mucho la puesta.
En definitiva, estamos en presencia de una muy buena propuesta, que nos sorprendió muy positivamente, una obra escrita hace más de 80 años, que tiene gran vigencia, que nos habla del amor, del dinero, de las relaciones por interés y como muchas veces, las mujeres son vistas como objetos de colección por muchos hombres adinerados.
Celebramos que se haya rescatado esta interesante obra de Discépolo, una historia fuerte que habla de amores prohibidos, de traiciones y de mandatos familiares, con la mujer como gran protagonista, en una puesta cuidada, con actuaciones que destacamos por su factura y compromiso.
Recomendamos Amanda y Eduardo, pieza para reflexionar y disfrutar, en un moderno y confortable teatro como El Tinglado, que una vez más presenta una propuest alto nivel artístico. El prolongado aplauso con que el público premia a los protagonistas al término de la función, es un claro indicador, de la hermosa noche teatral vivida.
Pensador Teatral.