Dramaturgia de Leandro Airaldo y Mariana Topel. Dirección de Mariana Topel.
Una propuesta original y perturbadora, la de Rapiña, que transita su segunda temporada en cartel, luego de la muy buena repercusión que tuvo en su primer año, llegando este año a la calle Corrientes, más precisamente al Belisario, un teatro con mucha tradición en el off.
Rapiña, nos habla de las relaciones humanas, de los vínculos que se establecen entre las personas, entre integrantes de la familia, pero lejos de ofrecer un relato color de rosa, nos ofrece una versión cruda y descarnada, de algunos vínculos humanos, en los que la moneda corriente es la violencia, la sumisión y la negación de la realidad a cualquier costo, sin importar cuanto lastimamos por ello, al ser que supuestamente amamos.
La pieza, tiene un formato atractivo, presentado cuatro mini obras, que funcionan como relatos independientes, en los que, la característica común que muestran, es la violencia, física o psicológica, el egoísmo y las miserias humanas en su máximo expresión, aunque se quiere aparentar en todos los casos, una falsa normalidad.
Los cuatro relatos, presentan una dramaturgia muy bien elaborada y un halo de misterio que envuelve la escena y al espectador, que se engancha con cada una de las historias, que arrancan como situaciones normales, pero a medida que van avanzando, el velo se irá corriendo, quedando a la vista situaciones perversas, que lejos parecen estar de ser normales.
La pieza se recrea en un ambiente de sordidez y de misterio, muy logrado. Para mantener el suspenso, no vamos a revelar demasiado el contenido de las cuatro historias que componen el universo de Rapiña, dejaremos que el espectador lo descubra, cuando vea la obra, solo decir que en todas hay actuaciones excelentes y cada una nos impactará por alguna razón.
Cada cuadro, tiene protagonistas diferentes, mencionaremos a Sandra Franzen, fantástica composición, junto a Graciela Neugovsen, que arrancan en escena, en un relato cargado de violencia, misterio y un dejo de erotismo.
Monica Kerner es una madre sobreprotectora, que no quiere tomar conciencia, que su hijo Santiago Luna, ya ha dejado ser un niño.
Silvana de Sanzo, con muchas ternura, se desvive por una sonrisa de su querida hija Irene Bazzano, aunque a veces los deseos que parecen más simples, son los más complicados de lograr.
Victoria Bilbao, otra composición que se destaca mucho, en cambio es una hija que quiere complacer a su madre Doris Resen, aunque no parece saber bien como hacerlo.
En las cuatro historias, amparado con la oscuridad del escenario, veremos agazapado al rapiñero Marcelo Zegalo, que observa atento todo lo que sucede y parece disfrutarlo.
Mencionamos a todos los protagonistas, como una forma de hacer justicia, ya que realmente la pieza tiene interpretaciones muy destacadas y se nota que el elenco, que combina juventud con experiencia, está muy compenetrado con el proyecto.
En este punto tiene mucho mérito la directora Mariana Topet, que logra darle homogeneidad a las diferentes historias, logrando que las interpretaciones mantengan una línea coincidente.
La puesta es uno de los puntos fuerte de Rapiña, ya que se logra mantener una atmósfera plena de tensión y de suspenso, que hace que no vuele una mosca en todo el desarrollo de la pieza, ya que el espectador siempre está atento a lo que sucede. Es muy destacado el diseño de luces de Alejandro Vázquez, dando un gran protagonismo a la oscuridad, que es la que predomina en la puesta, muy buen recurso el de la locución de Natalia Sosa al inicio de cada historia y la musicalización de Alejandro Marani, con ese inquietante sonido de fondo que acompaña en forma constante.
En conclusión, estamos en presencia de una pieza muy interesante, que se anima a tomar riesgos, ya que sale de la zona de confort y se atreve a mostrar la cara menos agradable de los vínculos humanos, haciendo mucho foco en la relación madre / hijo, donde muchas veces no existe un amor verdadero, sino una relación perversa y de manipulación, que está muy lejos de ser un amor sano.
La sala colmada del Belisario, es un indicador que el boca a boca, funciona a pleno y el prolongado aplauso del público, al final de la función, es un justo reconocimiento,para los protagonistas, por la gran velada de teatro, que nos brindaron
No queda más que recomendar esta muy buena propuesta del off e invitar al espectador a ser parte de este viaje perturbador, que nos propone Rapiña.
Pensador Teatral.
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