Dramaturgia de Selva Palomino y Dirección de Gilda Bona.
La Sagradita es un drama de época, que se sitúa en nuestro Noroeste, en el año 1951, trayendo a escena al mito de Evita, en momentos, que la salud de la madre de los descamisados se está deteriorando a pasos agigantados y la sociedad se divide, sin grises, entre el amor y el odio por esta figura política, que sin dudas atravesó su época.
La acciones se inician en Salta, donde Adela, una señora de la alta sociedad, conservadora y profundamente anti peronista, pasa sus días, jugando a la ruleta en un exclusivo club, criticando a la chusma salteña, que con certeza la mira con envidia, por su posición económica y su prosapia.
La rutina se altera, cuando su hija Elena, le cuenta que se irá de la casa, para vivir con Mariano, un joven bello y encantador, del que se enamoró perdidamente. La noticia es inaceptable para Adela, no vé con buenos ojos que se vaya con un Don Nadie, alguien sin apellido, sin profesión conocida y encima irse sin la libreta de casamiento, todo un escándalo para la época y comidilla para esa chusma salteña, que sin dudas aprovechará la novedad, para murmurar a sus espaldas.
Pese a la negativa, la joven parejita se irá a probar suerte y perigrinará por diferentes provincias, dependiendo donde lo lleven sus negocios erráticos, siendo un compañero, que promete mucho a su amada, pero es poco lo que realmente le ofrece.
En uno de los tantos hoteles donde se hospedan, se cruzarán con una particular dupla de teatreros / cirqueros, conformada por Paquito y Darbón, que dependiendo la ocasión y la provincia, ofrecerán algún algún tipo de espectáculo teatral o cirquense, de dudosa calidad..
Paquito es quien tiene la llave de la trama, ya que en uno de esos encuentros, le contará a Elena, que conoce personalmente a Evita, si al mito viviente y no solo la conoce, sino que además habla con ella de teatro y es más, en estos momentos está escribiendo, a su pedido, una obra que habla de su vida. La verosimilitud de este conocimiento puede ponerse en duda, pero no para Elena admiradora de Evita, que queda hipnotizada, con lo que le cuenta Paquito y quiere saber todo de ella.
La figura de Evita es divisoria de agua y una muy buena demostración, que las divisiones en nuestra sociedad, vienen de muchos años atrás y que la grieta que ahora todos mencionamos, es una constante de nuestra historia y se repite en forma cíclica y brutal. con diferentes protagonistas, según la época.
Como dijimos, con Evita no hay grises, se la ama o se la odia, del lado de los que la aman, esta Elena y por supuesto Paquito y su compañero Darbón, que es, quien en forma reverencia la llama La Sagradita, dándole un aura mística a su figura. Contrarios a su nombre, están su esposo Mariano y por supuesto Adela, que la odia profundamente, para ella es mala palabra, es la yegua. Desprecia profundamente a Evita y a los cabecitas negras que la siguen, en busca de derechos, que en su pensamiento, no merecen.
Para conservar el suspenso que tiene la obra, no vamos a contar más, solo decir que el amor de la pareja irá disminuyendo, de la misma manera, que la salud de Evita se irá deteriorando, para dolor de sus seguidores y alegría de sus detractores.
La trama es muy potente, en esto tienen que ver el muy buen libro de Palomino y la precisa dirección de Gilda Bona, una gran directora, que siempre sabe sacarle jugo a las historias y les dá mucho recorrido a los personajes, exponiendo sus zonas sensibles..
Vayamos entonces al muy buen elenco que tiene la pieza, arrancando por la protagonista de la misma, María Forni ( Elena ), la joven que se anima a desobedecer a su madre y al que dirán, para irse con su enamorado, confiando su suerte a ese hombre a quien ama. Nos encantó su interpretación, muy sentida, esperanzada y algo triste por esa felicidad que desea y no llega, añorando un bienestar que parece lejano y admirando siempre a esa gran mujer que es Evita, que contrariamente a ella, si pudo lograr todo lo que se propuso, siendo este su modelo a seguir. Un gran trabajo el de María, con mucho carisma y sabiendo transmitir sus emociones.
Su compañero es Germán Rodríguez, como ese Mariano entrador y buscavidas, un vendedor de ilusiones, con mucha labia, un verdadero encantador de serpientes, que nunca encuentra el trabajo justo, pero siempre tiene la excusa precisa, aunque de a poco, la cruda realidad, irá dejando al descubierto su impostura.
Emiliano Diaz, es el gran Paquito, el invertido amigo de Evita, el que habla de teatro con ella. Hay un giño de la autora de su personaje con el de Paco Jamandreu, confidente de Evita en la vida real ?? Es una duda que dejamos. Un gran actor Emiliano, al que disfrutamos el año pasado en Enamorarse es hablar corto y enredado, otra entrañable obra del off. Aquí dá vida a un artista que se gana su vida de gira por diferentes ciudades, teniendo como mayor capital su valiosa amistad con María Eva Duarte.
Que decir de Fernando Sansiveri, el ladero de Paquito, quien fascinado, introduce el mote de La Sagradita, un personaje sensible y muy querible, que arranca sonrisas del público. Una revelación para nosotros.
Dejamos para el final adrede a Raquel Albeniz, que personifica de manera brillante a una Adela, conservadora y profundamente antiperonista. Una composición admirable, con ese acento bien salteño y sus deliciosos monólogos llenos de resentimiento para las clases bajas y donde relata con pasión, sus veladas en la ruleta, donde con una técnica inimitable, gana fichas por doquier y llena de envidia a quienes la miran, porque para Adela, sin dudas las apariencias son lo más importante. Actuación superlativa, con una enorme presencia escénica, por momentos se come la obra.
Un elenco muy rico, el reunido, con actuaciones muy parejas y destacadas, damos mucho mérito a la directora, que reserva momentos de lucimiento individual, para cada uno de los protagonistas.
La puesta tiene varios ítems para destacar, principalmente el señorial vestuario de época de Jennifer Sankovic, con vestidos largos y sombreros por doquier, distinguidos y acordes a la década del cincuenta. Destacar el muy buen diseño escenográfico de Alejandro Richichi y el efectivo diseño lumínico de Lucas Orchesi, fundamental en la trama, ya que las luces y la penumbra, son los que marcarán las diferentes locaciones donde se desarrolla la pieza, que presenta una gran dinámica, con actores que van entrando en escena, mientras los otros salen, con una continuidad muy lograda.
En conclusión, quedamos más que contentos con La Sagradita, son esas ocasiones, en las que confluyen un guión, muy interesante de Selva Palomino, que vuelve a traer a escena a Evita y a todo el mito que aún hoy la rodea, recreando todas las divisiones y discusiones de aquella época, que nos permiten ver con claridad, que aunque hayan pasado setenta años, el país sigue profundamente dividido, ahora lógicamente son otros los nombres propios y a la división, se la llama grieta. Lo triste, es que seguimos con peleas de nombres y en vez de tirar todos para el mismo lado, el país siguen inmerso en discusiones fanáticas, que nada aportan y siguen demorando nuestro crecimiento.
Como puede aprecia el lector, es una obra que detrás de la historia, deja lugar a la reflexión, con una puesta atractiva y potente de Gilda Bona, que se apoya en actuaciones magníficas.
El lleno total que viene presentando El Camarín de las Musas todos los Jueves, es una clara demostración que la obra seduce y que el boca a boca está funcionando a pleno. En la función, a la que asistimos nosotros, debieron colocar sillas adicionales, por que la capacidad de la sala mayor del Camarín estaba desbordada, sin dudas son muchos los espectadores, que quieren presenciar esta bella historia de época y comprobar que el mito de la Reina de los Descamisados, sigue más que vigente que nunca.
Recomendamos La Sagradita y celebramos que nuestra dramaturgia siga entregando propuestas tan interesantes y cuidadas desde lo estético.
Pensador Teatral.
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