sábado, 14 de octubre de 2023

Las Encadenadas, La Revuelta.

Dramaturgia y Dirección de Juan Mako.





Sábados 21 hs en Abasto Social Club ( Yatay 666 )

Pasaron cinco años ya, desde que vimos Las Encadenadas, la estupenda y premiada obra escrita por Juan Mako, que partiendo de un hecho histórico trágico como la desaparición del pueblo de Epecuén, construyó un trhiller con personajes deliciosos, donde el suspenso y la comedia van de la mano, para lograr una propuesta muy atractiva, que estuvo varios años en cartel y dejaba un final abierto que invitaba a continuar la historia, pero ya llegaremos a ese momentos, antes es bueno hacer una pequeña introducción para darle el marco que merece la historia.






Juan Mako, el autor y director, se interesó por la historia, gracias a los relatos de su abuelo paterno, que era de Carhué, la ciudad vecina. Villa Epecuén, era un pueblo turístico, fundado en 1921 a orillas del Lago Epecuén ( uno de los seis lagos que componen el sistema de las Lagunas Encadenadas del Oeste ). Debido a las propiedades curativas de sus aguas, el pueblo se había desarrollado mucho turísticamente y se había convertido en uno de los balnearios preferidos de la aristocracia bonaerense.

En la década del 70, que fue su momento de esplendor, la villa llegaba a recibir más de 25.000 turistas cada verano, los comercios y los hoteles acompañaban la prosperidad de una localidad en auge y con un futuro muy promisorio. Pero en silencio, algo no andaba bien, ya que el crecimiento era desmedido, la planificación era nula y las obras públicas brillaban por su ausencia, un combo fatídico que avecinaba un final que pocos imaginaban, pese a la advertencia de algunos pocos especialistas.

El año 1985, fue el del final. Luego de una temporada de copiosas lluvias, llegó la trágica madrugada del 11 de Noviembre de 1985, ya que un fuerte temporal hizo crecer el nivel de las aguas del lago, esto sumados a una sudestada, a la falta de obras y a otros factores que no tenían que ver con la naturaleza,   confluyeron para que el terraplén que contenía el lago con el pueblo se rompiera y el pueblo comenzara a inundarse de a poco. Nadie murió ahogado, ya que la inundación fue paulatina, pero el destino del pueblo y sus habitantes ya estaba jugado.






El agua tenía tanta sal, que los destrozos fueron totales, los pobladores debieron abandonar sus casas, en una mudanza dolorosa y forzada, convirtiendo a su ciudad en un pueblo fantasma, ya que Epecuén permaneció más de veinte años bajos las aguas. Cuando las aguas finalmente bajaron su nivel, quedaron al descubierto las ruinas de una ciudad que imaginaba un futuro de crecimiento y que quedó destruido por la salinidad de sus aguas. La desolación aturdía.

La historia trágica para sus habitantes, se convirtió en una leyenda, no solo en nuestro país, sino en el mundo entero, que hablaban de esta ciudad fantasma, generándose numerosos artículos periodísticos y reportajes. Y ahí es donde aparece Mako, que tomando como base aquel hecho histórico, logra crear una ficción atrapante, que se tradujo en Las Encadenadas.

Luego de la introducción, que ojalá les haya resultado interesante, vayamos a la obra que nos convoca, a esta segunda parte, algo no habitual en el teatro y más relacionado con el cine, que acostumbra a traernos nuevos episodios de algunas películas. Pero en el teatro resulta una novedad y más en este caso, que el autor aprovechando que en Las Encadenadas el final era abierto, decide continuar aquí el relato, desde el exacto lugar en que terminó la primera parte y sumando dos nuevos personajes a la trama, consiguiendo un trhiller de suspenso y humor, que funciona de manera independiente, de la tragedia de Epecuén, que siempre será el marco del relato.





Las acciones se desarrollan en el Cementerio Municipal de Carhué, allí en el crematorio trabajan Esther ( Cecile Cailon ) encargada del horno y Graciela ( Mónica Driollet ) que cumple con las tareas administrativas. Ambas tratan de pasar la jornada lo mejor posible, pese a no tener un trabajo muy agraciado, luchando además contra un horno que no funciona del todo bien, En una noche lluviosa, Arizmendi ( Claudio Depirro ) el Director del Cementerio, llegará para hacerles un encargo perturbador, que no spoilearemos y ahí termina aquella primera parte.

En esta segunda parte y en la misma noche de tormenta, la situación se complicará de manera exponencial en el crematorio, luego de una discusión entre Esther y Arizmendi. Y en el momento de mayor tensión, aparecerá en escena Miriam ( Silvia Fortunato ), que buscará a su amiga Graciela, para ir juntas al Rotary. Esther no la tolera, porque Miriam además de ser bastante impertinente, vive en Guaminí, ciudad vecina, que para muchos tuvo gran responsabilidad en aquella gran inundación que sufrió Epecuén.





El clima se corta con un cuchillo y como frutilla del postre, en el momento más inoportuno, aparecerá en el crematorio,  el oficial Salvatierra ( Diego Torben ), que patrullando la zona y al ver movimiento en esas altas horas de la noche, se acercó solo para ver que estuviera toda tranquilo y como el tiempo en aquellas ciudades pequeñas muchas veces sobra, nunca está mal hacer un alto en el trabajo para tomar un cafecito y conversar un poco. Pero lo que apuntaba a una visita tranquila, en un momento cambiará de rumbo y hasta allí contamos, ya que el suspenso es un componente fundamental de esta historia.

Las actuaciones al igual que en la primera parte son realmente destacadas, manteniéndose la exitosa dupla formada por Cecile Cailon como Esther y Mónica Driollet como Graciela , junto al jefe Arizmendi ( Claudio Depirro ). Entre los tres, deberán resolver un asunto turbio que puede traerles serios problemas con la ley,  aplicándose en todo su esplendor la Ley de Murphy, ya que todo se complicará y más con la aparición de las visitas inesperadas de Miriam, la desconfiada amiga de Graciela, que encima no se lleva para nada bien con Esther, trayendo al presente el viejo encono existente entre viejos habitantes de Epecuén y los nativos de Guaminí. Y el elenco se cierra con Diego Torben,  como Salvatierra, el bonachón policía que en la soledad de la noche, tendrá ganas de desahogar sus penas. Muy divertido el personaje de Diego.






De la puesta de Juan Mako, queremos volver a elogiar el logrado diseño escenográfico de Sol Soto, que reproduce el perturbador crematorio municipal y ya lo habíamos elogiado en la primera parte. El diseño lumínico de Alejandro Le Roux contribuye al clima oscuro y de suspenso que presenta el relato, al igual que el diseño sonoro de El Pájaro Films, con esa lluvia persistente que presenta la noche de la historia y que recuerda al hecho histórico que se recrea.

Disfrutamos de una muy atractiva noche de teatro, con esta segunda parte de Las Encadenadas que nos acerca la historia fascinante de Epecuén desde otro ángulo, con un relato que tiene muy buenas cuotas de suspenso y humor, de la mano de una dramaturgia que atrapa y de personajes queridos por el publico. Y quien nos dice, que en un tiempo prudencial, nos crucemos con la tercera parte de esta historia, que vuelve a tener un final abierto, que deja al espectador con ganas de seguir el relato.


Pensador Teatral.


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