Dramaturgia y Dirección: Martín Goldberg,
Lunes 20 30 hs en Espacio Callejón ( Humahuaca 3759 )
Resulta imposible no enamorarse de Dora, esta adorable abuela, que quiere sobreponerse a los achaques normales de la edad, la tristeza que conlleva la soledad y al tener una familia muy ocupada en sus problemas y en sus peleas, pero con muy poco tiempo para dedicarle. La dramaturgia de Martín Goldberg, refleja con sapiencia lo que sucede con muchos abuelos cuando llegan a una edad donde necesitan la ayuda de los hijos y la familia, algo que sería lógico, pero que muchas veces no ocurre. Y lo bueno de esta historia, es que describe las situaciones, con una muy buena cuota de humor, algo que facilita las cosas.
Dora ( Cristina Maresca ) pasa la mayor parte de su tiempo en la cocina de su casa, allí encuentra sosiego y alegría, cocinando ricos platos y postres, con los que agasaja a las pocas visitas que recibe. Desde que hace más de diez años quedó viuda y se las arregló de muy buena manera, pero en los últimos tiempos la memoria empezó a fallar y alguno de esos olvidos, como por ejemplo no tomar una pastilla o volver a tomarla, encendió algunas alarmas, principalmente en la cabeza de Marina, su hija, que es quien la visita casi a diario y trata de darle algunas pautas para evitar disgustos.
Pero Dora, tierna a más no poder, es también bastante cabeza dura y no le gusta recibir directivas de su hija, con la que discute seguido. El preferido es su hijo, que por estar muy ocupado con su trabajo no la visita nunca, pero ella lo atiende y lo apaña, porque siempre será su preferido. Las discusiones entre Dora y Marina son constantes, hay mucho roce entre ellas. Dora no quiere obedecer y Marina por momentos pierde los estribos, algo que luego le como pueden imaginar le genera culpa.
De la familia quien más visita a Dora es Carla ( Rocío Gómez Wlosko ), su nieta favorita. Ella si disfruta mucho de estar con la Bobe, que le prepara sabrosas cosas y que además le dá buenos consejos. El principal, es que sea feliz, que haga las cosas que le gustan sin importar lo que piensan los demás. Concepto que enerva mucho a la madre, que obviamente la va a acusar por fomentar la rebeldía y por ponerla en contra de ella.
Pero aclaramos que quien más la visita de la familia era la nieta, porque el visitante más asiduo de Dora, es Alejandro ( Braian Ross ) , el hijo del portero, que pasa todos los días a tomar mate con ella y a probar los ricos platos que cocina. Además es quien le dá los acertijos que la mantienen entretenida por varios días. Su hija recela y desconfía de la presencia de aquel extraño en la casa, pero Dora lo defiende a capa y espada, ya que es quien más la ayuda a combatir la soledad, además de ser siempre tan atento con ella.
Dora pierde la memoria, pero no las mañas y por eso resulta una abuela querible por todos. Pero ella misma se dá cuenta, que no es la misma de antes y se preocupa por ello, aunque nunca lo confesaría. Siempre se querrá mostrar fuerte, porque está a gusto en su casa. Su mayor pesadilla es tener que irse de a un hogar, se resistiría con uñas y dientes para evitar aquella humillación, pero sin que lo sepa, sobre sus espaldas, sus hijos van madurando la idea y hasta allí vamos a contar para guardar el suspenso. Para ver que sucede deberán ver la obra, algo que recomendamos especialmente.
Vayamos a las actuaciones que presenta la pieza y acá no hay dudas quien se lleva los mayores aplausos y ovaciones de la noche, es Cristina Maresca, que realiza una composición sensible y plena de amor, como una bobe querible a más no poder. Una guerrera de la vida, que pese a los golpes recibidos, quiere seguir adelante, siempre con la cabeza alta y resistiendo a esa dolorosa sentencia que muchas veces resulta la vejez. Emocionante y hermoso trabajo el de Cristina, un disfrute absoluto verla en escena y como no querer correr a abrazarla.
Difícil para el resto del elenco lucirse ante semejante personaje, pero la verdad es que todos están muy bien. Graciela Urbani tiene un personaje complejo, ya que tiene que dar vida a una hija que luce desbordada por la situación y sin saber como encarrilar a su madre. Es un poco la villana de la obra, pero si uno mira con un poco más de alcance, está claro que no es. Nos gustó mucho la interpretación de Graciana, a quien recordamos haber elogiado hace un par de años por haberse lucido en un unipersonal en el Nun, con un papel diametralmente opuesto a este.
Rocío Gómez Wlosko, es la relevación de la obra, como la típica adolescente rebelde, que está acomodando sus ideas y todavía no sabe bien que camino tomará. Casi por instinto, le llevará siempre la contra a la madre. Eso si, adora a su abuela con todo su corazón, le encanta compartir momentos con ella y escuchar sus anécdotas. Para el final, nos queda Braian Ross, el hijo del portero, que al principio parece un personaje algo sospechoso, pero con el correr de la obra, confirmará que es un bonachón de buen corazón. Muy bueno también lo de Braian.
Como dijimos antes, si bien la actuación de Cristina, es la que lógicamente tiene el mayor destaque, pero hay que reconocer el muy buen trabajo del resto del elenco, ya que con sus interacciones, le dan sentido a la historia. La puesta de Martín Goldberg, es cálida y acorde con el clima del relato. Destacamos especialmente el diseño escenográfico de José Escobar, con esa cocina enorme, que es el hábitat donde Dora se siente a gusto.
Y hasta aquí vamos a contar, nos encantó Dora, un ingrediente especial, una obra que nos llegó al corazón y nos emocionó muchísimo. Creemos que cada espectador verá reflejado en Dora, a algún ser querido de su familia. En mi caso, Dora me recordó mucho a mi padre, que hace no mucho tiempo dejó este plano y fue muy fuerte, reconocer en la trama, varias situaciones idénticas a las vividas en la realidad, como llegar a la casa y ver algunas pastillas tiradas en el piso, lo que originaba algunas discusiones, que viendo ahora la obra, generan algo de culpa.
Pero bueno, dejemos este para el diván, Dora se ubica entre las mejores obras que vimos en el año, sensible y humana que nos invita a reflexionar, sobre lo complicado que resulta transitar la vejez y que siempre debemos hacer el mayor de los esfuerzos para acompañar a la persona que queremos y que tanto paciencia nos tuvo. Ahora cuando los ciclos estaban invertidos, la paciencia tiene que ser nuestra. Una gran opción, para reír y para emocionarnos, coronada con esa gran ovación, al final de la función, del público que colmó la sala del Callejón, justo tributo a Dora y a todas las Doras que desde el cielo disfrutaron la función con nosotros.
Pensador Teatral.
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