jueves, 11 de julio de 2024

La Lluvia Seguira Cayendo

Dramaturgia de Oscar Barney Finn y Marcelo Zapata. Dirección de Oscar Barney Finn.






Jueves 20 hs en Beckett Teatro ( Guardia Vieja 3556 ) 

El prestigioso dramaturgo y cineasta Oscar Barney Finn y el periodista Marcelo Zapata, se vuelven a unir al igual que hicieron en Brutus, para presentarnos este texto profundo y movilizante, que nos propone el reencuentro de un padre y un hijo tras veinte años sin verse. Se trata de una relación rota, con heridas que no cicatrizan pese al tiempo transcurrido, dejando lugar a un vínculo donde la frialdad, el ocultamiento y la desconfianza marcarán el ritmo.





La obra nace con la idea de ser la continuación de Lejana Tierra Mía, pieza escrita por Eduardo Rovner en el 2000 y que se presentó con enorme suceso en el emblemático Andamio 90, con la misma dupla actoral conformada por Osvaldo Santoro y Paulo Brunetti. En esos tiempos el conflicto familiar, se reflejaba en la gran crisis que estaba atravesando el país. Veinte años después, Barney Finn y Zapata, empezaron a escribir La Lluvia Seguirá Cayendo, donde aparece nuevamente el vínculo entre padre e hijo, pero un mundo diferente, en una Argentina desmejorada, que parece ya acostumbrada a vivir en un estado de crisis crónico.

Las acciones se desarrollan en Buenos Aires, donde el hijo ( Paulo Brunetti ) regresa al país de manera sorpresiva y se aparecerá sin aviso en el taller de pintura de su padre ( Osvaldo Santoro ) . El último encuentro entre ellos había ocurrido en París, donde el padre recibiría un premio por su gran trayectoria como pintor y su hijo que de manera casual estando por Francia, aprovechó para verlo. Luego de ese encuentro, pasaron dos décadas y mucha agua bajo el puente, en los que no se vieron y apenas cruzaron algún llamado telefónico. Impresiona que pese al vínculo filial, sepan tan poco de la vida del otro, cualquiera podría pensar, que se trata del encuentro de dos desconocidos, pero esto no es así, ya que a pesar de saber poco del presente del otro, ambos tienen en claro las cuentas pendientes del pasado.






El hijo huyó de la crisis del país y sin tener contactos, logró desarrollar una exitosa carrera laboral en los Estados Unidos, donde actualmente tienen un puesto jerárquico en una empresa que se enfoca en desarrollo de la inteligencia artificial en el arte. Su padre mira con desconfianza, cualquier intromisión de la tecnología en el mundo del arte. Siente que son mundos opuestos y nunca complementarios. El siguió fiel a su estilo, siendo el mismo pintor de siempre y sin aggiornarse a la modernidad, algo que sin dudas provocó que cada vez tenga menos trabajo.

Los años pasaron y muchas cosas cambiaron. La casa familiar se convirtió solo en un taller de pintura, ya el padre no duerme allí por las noches. Y el barrio tranquilo de antaño, ahora es una barrio peligroso, en el que suenan sirenas y tiros de fondo. Sin dudas la situación del país empeoró en estos años, quien viene de afuera lo nota enseguida y el que vive aquí ya tiene una mezcla de aceptación y resignación, que reconocemos de manera nítida. Los reproches del hijo al padre, porque no seguir su camino en búsqueda de un país que ofrezca verdaderas oportunidades se multiplican,  pero a esta altura esas palabras ya suenan huecos y sin sentido.

La relación se muestra tirante y ninguno de los dos quiere contar demasiado de su vida. Parecen dos extraños, que no quieren revelar su juego y mucho menos abrir su corazón. No queremos contar demasiado para mantener el suspenso que presenta la trama. Solo vamos a decir que finalmente el hijo confesará la verdadera razón por la que vino a Buenos Aires y además de ello develará un secreto ( al que el tuvo acceso )  y que fue uno de los motivos que marcaron su partida y la rotura de la relación paterna. Con el correr de la trama, las lenguas se desatarán y los fuertes conflictos del pasado, aparecerán de manera furibunda en escena y explicarán un poco la frialdad reinante en el presente.






Pero vamos a dejar que el virtuoso texto los sorprenda como nos sucedió a nosotros y vayamos a las actuaciones que presenta la obra, ya que realmente son magníficas. Y arranquemos nada menos con Osvaldo Santoro y su regreso al escenario tras cinco años de ausencia, superando un tumor en las cuerdas vocales, dos operaciones y múltiples sesiones de rayos, debiendo superar además el dolor por la pérdida su compañera de vida María Inés, con la que vivieron cincuenta hermosos años juntos. Con semejantes cachetazos que le dió la vida, cualquiera se hubiera desmoronado, pero Osvaldo por lo contrario, decidió aferrarse a la vida y honrarla,  sabiendo que eso es lo que siempre hubiera querido su querida María Inés, teniendo el teatro un efecto sanador.

Y que decir de Osvaldo en escena, contar que está intacto, con la voz algo más ronca, pero siendo el fenomenal actor que siempre fue. Aquí aferrándose al personaje de un padre frío y algo egoísta, que se siente conmovido por la visita de su hijo y tratará de remarla contra la corriente para tratar de restablecer un vínculo roto, teniendo claro, que esta podría llegar a ser la última vez que se vean. En lo personal, resulta un lujo y un privilegio ver a Osvaldo brillando en escena, mostrando todo su talento, la experiencia y la sabiduría que le brindan tantos años en la profesión. Realmente emociona su composición y su entrega.








Pero no queremos ser injustos con Paulo Brunetti, un magnífico actor que tiene muy buena química con Osvaldo, reeditando una muy buena dupla. La composición de Paulo es sobresaliente. Suena complicado, que ante la figura gigante de Osvaldo, alguien pueda lucirse mucho. Pero su personaje lo consigue, con personalidad, mostrando un dolor acumulado por años y un vínculo fallido que sin dudas lo marcó. Es realmente muy bueno el trabajo de Paulo, con la sensibilidad a flor de piel, para que el público disfrute plenamente de un duelo actoral de fuste.

La puesta de Oscar Barney Finn es fina y bella desde lo estético. Un diseño escenográfico muy logrado de Carlos Gómez Centurión, que presenta un taller de pintura, donde el color azul acompaña las imágenes del relato, con unos lienzos colgados que se llevan todas las miradas. Destacamos además el diseño lumínico de Del Bianco Estudio que colabora con el clima íntimo que pide la trama y también nos gustó el vestuario actual de los protagonistas. Muy atractiva la puesta de de Barney Finn, con una belleza que predispone muy bien al espectador.







Y hasta allí vamos a contar, La Lluvia Seguirá Cayendo es una obra que emociona, colocando en primer plano la relación tirante entre un padre y un hijo, que nos invita a reflexionar sobre la crisis y decadencia que Argentina atraviesa casi de manera constante en las últimas décadas, siendo esto un factor que conspira contra muchas familias, que se separan y se rompen por tantas personas jóvenes que deciden emigrar a países más normales, donde lograr un desarrollo profesional es algo que depende del esfuerzo personal y no de los caprichos de los gobernantes de turno, que con sus decisiones deciden el curso de nuestras vidas. La pieza además habla de la importancia de la familia, de la identidad y de como muchas veces la mentira y el ocultamiento en los vínculos, generan daños que a larga resultan irreversibles.

Nos gustó mucho la obra y por eso la recomendamos. Los espectadores se van a encontrar con un texto profundo y muy cercano , que invita a reflexionar sobre las consecuencias de los vínculos familiares rotos, que nunca son inocuas y provocan una fuerte insatisfacción , que nos acompañará de manera permanente en nuestras vidas, aún con años de terapia.

No tenemos dudas que se van a emocionar con la potencia de una dramaturgia que moviliza y que posibilita que Osvaldo Santoro regrese a los escenarios en gran forma. Como dijimos antes, resulta un lujo y un privilegio volver a disfrutar de Osvaldo actuando en el teatro independiente, ya que nos brinda una clase magistral de teatro y más importante aún, nos regala una hermosa lección de resiliencia. superando obstáculos y aferrándose a la vida con pasión. Por ello, no sorprende que al final de la función, los aplausos del público que llenó la sala del Beckett se extiendan por un largo rato y en ese momento, mirando al cielo descubriremos una mueca de felicidad angelical, celebrando su vuelta a los escenarios.


Pensador Teatral.





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