Domingos 18 hs en Del Borde Espacio Teatral ( Chile 630 )
Obra escrita en 1993 por Ignacio Apolo, que pone la lupa en el mundo adolescente, con una mirada cruda y realista, siendo la adolescencia, una temática muy poco explorada por nuestro teatro.
El texto de Apolo, que obtuvo numeroso premios y reconocimientos, es muy valiente y pese a haber sido escrito hace más de veinte años. tiene una vigencia absoluta e inquietante,
En La Pecera, vemos a dos adolescentes, estudiantes de una escuela religiosa, que se reúnen en un sótano del colegio, lejos de la mirada y el radar de los adultos, una especie de zona liberada, en la que pueden fumar y tener rienda suelta para compartir sus fantasías sexuales con las mujeres del colegio y principalmente con La Correa, la profesora de Matemática, con la que parecían obsesionados.
El sótano donde se reúnen, estos 2 amigos, tiene un secreto, tiene un agujero en una de las paredes, por donde pueden espiar el baño de las mujeres y pueden ver cuando va Correa, siendo dos vouyeristas privilegiados, subiendo la apuesta y fantaseando con lo que le harían a la profe,que según sus pensamientos los provoca.
El diálogo entre estos dos adolescentes, parece normal para los chicos de esas edad, en la que hablan mucho y concretan poco. Se aplicaría el famoso dicho, del perro que ladra no muere. Pero una tarde, casi jugando Pescado ( Denise Labbate ) le dice a Leto ( Anabella Degásperi ) que pasaría si la siguen a La Correa, cuando sale del colegio y se animan a algo más que mirarla.
No vamos a contar más, solo adelantar, que a partir de esa situación, la obra girará en forma dramática, los diálogos inocentes y las fanfarronadas, abrirán paso a las tensiones y a los temores.
Entre los amigos, se dá una relación de poder muy particular, se desafían en forma permanente, la violencia está presente en sus encuentros y el tema de la sexualidad y la homosexualidad rondan permanentemente la trama, de forma amenazante.
Esta versión de Mauro Oteiza, tiene una variante fundamental e innovadora, respecto de anteriores presentaciones de La Pecera, la misma consiste, en que los personajes de los adolescentes varones, serán representados por dos mujeres.
El desafío es grande y la apuesta muy arriesgada, pero los resultados son excelentes, gracias al talento de las jóvenes actrices, nos referimos a Anabella Degásperi y Denise Labbate que son las grandes protagonistas de esta historia. Ambas realizan una composición estupenda de sus personajes. Sobre el escenario vemos dos muchachos, con sus códigos de lenguaje, sus juegos de manos y una relación víctima - victimario, que cambia continuamente,
Ambas actrices son del interior bonaerense, Anabella al igual que el director son bahienses, mientras que Denise, es de Pergamino. Aportamos este dato, porque nos gusta que artistas del interior lleguen al off porteño.
A Denise, es la primera vez que la vemos en escena, pero a Anabella, la vimos este año en Con el Alma Aferrada, donde daba vida a una simpática mucama. Les podemos asegurar que la transformación que experimenta Anabella para esta obra, es asombrosa, tanto que realmente cuesta creer, que sea la misma actriz.
La entrega de ambas protagonistas es absoluta, con un realismo que abruma, dejan la piel sobre el escenario, se las nota totalmente identificadas con sus personajes y esto se traduce en actuaciones estupendas, que llegan al corazón del espectador.
Hablando del público, realmente quedamos impresionados por el silencio y la atención, con que los espectadores siguen la pieza. La frase no vuela ni una mosca ,se aplica a la perfección aquí. En la sala, se respira un ambiente de tensión, que por momentos abruma.
La puesta que propone el director es sórdida y oscura, la penumbra reina en muchos momentos, simbolizando la oscuridad en la que se mueven las almas de estos dos adolescentes. Hay un diseño escenográfico muy logrado de Nicolás Caminiti, aprovechando las generosas dimensiones de la sala del Delborde y esa alta escalera, que simboliza, la comunicación de este lugar secreto de los adolescentes, con el mundo exterior, habitado pos los adultos, que no tienen acceso allí.
Destacamos la música de Francisco Panzini, que tiene mucho protagonismo durante una trama, que no dá tregua, arrancando de menor a mayor en cuanto a la tensión, llegando al climax, en los momentos finales.
No contaremos más, dejemos que el espectador cuando vea la obra, descubra un poco más de La Pecera y vislumbre como el mundo aparentemente ingenuo de esos jóvenes, esconde una violencia y una crueldad, que en muchos casos los adultos sabemos existe, pero no queremos hacernos cargo, ni enfrentar el problema.
En conclusión, estamos en presencia de una obra muy fuerte, inquietante y perturbadora, que se centra en el conflicto adolescente, con toques de grotesco, con espacio para algunos momentos graciosos, pero con una carga dramática, que le otorga a la pieza, una potencia y un vigor que no es fácil de conseguir.
La Pecera, es una propuesta valiente, que se atreve a exponer una temática dura, sin tapujos. Se apoya en actuaciones estupendas de las dos protagonistas y en un director que se pone al frente de este gran desafío.
Recomendamos la La Pecera, una obra vertiginosa y virulenta, tanto que al terminar la función, quien escribe esta reseña, tardó en poder levantarse de su butaca, impactado por la potencia del final.
Indudablemente, vivimos una experiencia fuerte y movilizante, de esas que nos dejan reflexionando por un largo rato y cuando esto sucede, es porque el hecho teatral ha triunfado.
Pensador Teatral.