Jueves 20 hs en El Tinlglado ( Mario Bravo 948 )
La obra de Daniel Teveles está basada en El Dios de la Venganza, escrita por el novelista y dramaturgo polaco Sholem Asch, uno de los grandes escritores judíos del Siglo XX, nominado para el Premio Nobel de Literatura en 1935. La pieza mencionada fue escrita en idish, idioma derivado de la lengua judía, una mezcla de alemán, hebreo y arameo, era hablado por los judíos que habitaban Europa Central y Oriental y luego por sus descendientes en todo el mundo.
Teveles decide homenajear al desaparecido teatro idish, traduciendo la obra original al español, tomando la idea central de la pieza de Asch y adaptándola de manera muy interesante al conectarla con nuestra historia, ya que la mayor parte de la trama se desarrollará en la Argentina de 1920.
Pero vayamos de a poco, las acciones se iniciarán en una convulsionada Polonia zarista, allí Yankel el principal protagonista de esta historia, se enamorará perdidamente de Sara, una prostituta a la que conoce en una de sus visitas al prostíbulo que frecuenta. Le propone casamiento y deciden escapar de una Europa en conflicto, buscando mejores horizontes en un lejano país de América del Sur, llamado Argentina, que en los papeles, es una verdadera tierra de oportunidades.
Yankel, se afincará con su esposa Sara, en una Buenos Aires con mucha presencia judía, con la intención de ganarse el respeto de la comunidad local. Para ello tratará de aceitar sus contactos, con un conocido rabino y además con el intendente de la ciudad, colaborando con contribuciones monetarias, que le permitan desarrollar su negocio sin ser molestado, en una Argentina profundamente antisemita, gobernada en aquellos años por Hipólito Irigoyen.
Yankel o Jacobo, nombre que adopta aquí, tiene como propósito central, críar a su hija en la mayor virtud, cumpliendo todos los preceptos religiosos, para que llega casta y pura al matrimonio, proyectado con algún buen candidato de la comunidad local. Para asegurar su propósito se acercará a la religión, visitando asiduamente la sinagoga, a cargo del Rabino Elie. No dudará en invertir, una importante suma de dinero, para adquirir unos rollos de la Torá, el Libro más antiguo y sagrado de los judíos, para obsequiar a su querida hija Rivkele.
El problema para Yankel radica en que pese a ufanarse de cumplir los preceptos de su religión, la manera de ganarse la vida en Buenos Aires, no era precisamente la más santa, ya que regentea un prostíbulo, que funciona en el subsuelo de su propio hogar.
La hipocresía y la doble moral, puede apreciarse en su máxima expresión, ya que aboga, para que su hija viva bien alejada del pecado y al mismo tiempo, explota mujeres, que estaban bajo su tutela, cumpliendo el oficio más antiguo del mundo.
No vamos a contar mucho más, para conservar el suspenso, solo diremos que su hija Rivkele, descubrirá la existencia del prostíbulo, situado casi en su mismo hogar y con toda su inocencia a cuestas, se hará amiga de una de las trabajadoras que allí cumple tareas y a partir de ese momento, todo el plan maquinado por su padre, empezaría a derrumbarse. Cumplimos nuestra palabra y no contamos más, dejamos que el espectador, cuando vea la obra, descubra que sucederá con esa ñiña pura e inocente, solo adelantaremos, que la paz del hogar de los Chapchovich, cederá paso a tempestades.
La obra encuentra actuaciones para destacar y hay un despliegue escénico importante, ya que serán once los actores, que serán parte del espectáculo, un número poco habitual para el teatro independiente, que en épocas de vacas flacas, presenta muchos unipersonales o piezas con muy pocos actores, es por ello que debemos destacar el esfuerzo, que resulta reunir un elenco numeroso, que permite la aparición, de muchos personajes y un generoso desarrollo de la trama.
Muy lograda la composición de Charley Rappaport, como Yanke, mostrando de muy buen manera esa dos caras que mencionamos, por un lado la pretendida obediencia a los mandatos religiosos y al mismo tiempo, la prostitución como medio de vida y la denigración en general para con las mujeres. Gaby Barrios, se luce mucho en el papel de Sara, una mujer que quiere olvidarse de su pasado en Polonia y solo enfocarse a su nueva vida en Argentina, A Gaby, la elogiamos en anteriores trabajos y aquí vuelve a lucirse.
María Ventura como Rivkele, la hija prisionera en ese hogar en el que reina la doble moral y Ximena Di Toro como Manke, además de cumplir muy buenas actuaciones, tendrán juntas un par de escenas que se destacan por la belleza visual y la sensibilidad. Destacamos las tareas de ambas. Silvina Trawier se destacará en un rol de presentadora, marcando con buena cadencia, el comienzo y final de la historia. Otra actuación femenina destacada es la de Lucrecía Rodríguez como Madam Bashia.
Oscar Sanabria es el histriónico y pragmático Rabino Elie, Federico Andés un político chanta y con tintes antisemitas, Javier Ulises es el solemne Schloime. Completan el elenco, Manuela Castel y Juliana Ianniccillo, que aportan frescura y juventud a una puesta más bien dura.
Creemos que fue un acto de justicia, mencionar aunque sea de manera breve a cada integrante del elenco, ya que todos hacen su aporte importante, para este todo que es El Dogma. Hay un trabajo importante del director para manejar un elenco numeroso y heterógeneo.
La puesta tiene algunos elementos para resaltar, como la realización de vestuario de época de Tamara Olivencia y María Carcaño, que se luce a lo largo de toda la trama, el diseño escenográfico de la misma Tamara junto a Edgardo Ocampo Orozco y debe mencionarse la música original de Daniel Schnock. Una puesta atractiva y con muchas matices es la que nos presenta el director.
En definitiva, el espectador se encontrará con una propuesta muy interesante, que servirá para la reflexión, dejando al desnudo la doble moral y la hipocresía que muchas veces reina en la sociedad, donde los que quieren dar clases de moral, muchas veces, tienen una vida oculta, miserable y despreciable. El autor además deja en claro, como el fanatismo, no es una virtud, por el contrario, es una manera de tratar de imponer ideas, sin dar espacio, al pensamiento propio. Y además el texto, deja en claro, como muchas veces, el querer imponer mandatos familiares o sociales, a nuestros hijos, puede ser una idea muy arraigada, pero que no encontrará buena recepción, más en estos tiempos, de cambios que afortunadamente vive la sociedad.
El Dogma, es sin dudas, una obra que tiene muchos elementos de interés y una vigencia absoluta, por eso, no sorprende el interés del público en ver la obra, algo que pudimos comprobar al ver colmada como pocas veces la amplia y cómoda sala de El Tinglado. Un tributo al teatro idish, una historia fuerte, de amores e imposiciones familiares, con actuaciones muy destacadas, es el combo que Daniel Teveles nos ofrece, en esta muy buena propuesta del teatro independiente.
Pensador Teatral.