Dramaturgia y Dirección de Mariano Taccagni.
Sábados 18 hs en El Ópalo Teatro ( Junín 380 )
En muchas oportunidades el teatro nos permite descubrir historias y personajes que por algún motivo, resultan desconocidas para el gran público, pero que son dignas de contarse y este sin lugar a dudas, es uno de esos casos.
En este caso, se trae a escena a Angelina Beloff, Quiela. Artista plástica rusa, perteneciente a una familia acomodada de San Petesburgo, dejó su país luego de la inesperada muerte de sus padres y se mudó a París, en busca de mejorar su arte. Hasta allí ningún elemento que permita reconocer su historia. Ahora si decimos que Angelina, en Francia conoció al pintor mexicano Diego Rivera ahí la cosa cambia. Efectivamente, estamos hablando del mismo hombre que muchos años después vivirá una intensa y conflictiva relación amorosa con Frida Kahlo.
Precisamente Quiela, fue el primer amor de Diego Rivera. Fue amor a primera vista, Diego conocido por su debilidad por la mujeres se enamoró de Angelina y se casaron en 1911 ( como dato de color mencionar, que para ese entonces, Frida Kahlo tenía apenas 4 años ). Vivieron juntos en París 10 años y tuvieron un hijo, llamado Dieguito, que lamentablemente falleció al poco tiempo, con apenas 1 año de edad, víctima de una meningitis que hizo estragos en aquella París del 20. Esa tragedia, pareció marcar el destino de la pareja, ya que poco tiempo después Diego Rivera, se marchó a México por trabajo, abandonando a su esposa e incumpliendo sus reiteradas promesas que volvería pronto a Europa a buscarla.
Hasta allí lo que marcó la historia y aparece entonces Elena Poniatowska, escritora mexicana nacida en París, que impactada por la sufrida vida de Angelina, escribió una novela epistolar llamada «Querido Diego, te abraza Quiela» , que tomando con base una carta que escrita por ella a Diego, que llegó a sus manos, elaboró un libro, con cartas ficticias, que sirvieron para retratar la vida de Beloff en París y el difícil trance que debió superar, luego de la partida de Rivera.
Hecha esta breve, pero esperemos interesante introducción, comentamos que la novela de Poniatowska, llegó a manos de Mariel Rueda, la actriz que tiene a cargo la personificación de Quiela, que abrazó la historia de aquella mujer y ya en tiempos de pandemia, acercó la idea a Mariano Taccagni, joven y talentoso director, que realizó una estupenda adaptación, que tuvo como corolario, el texto dramático que se presenta en El Ópalo.
Digamos sin rodeos, que la interpretación de Mariel Rueda, es realmente fantástica, con una sensibilidad y una emocionalidad a flor de piel, que llegan al corazón del espectador. No es una novedad, que los unipersonales representan un desafío enorme para quien los lleva a cabo y en este caso la prestación de Mariel es superlativa, sabiendo transmitir el dolor y el sufrimiento de Beloff, con un realismo hipnótico. Un trabajo superlativo de Mariel, de esos que cuesta describir con palabras y que deben verse, para gozarlo en plenitud.
No vamos a contar más de la obra, vamos a dejar que el espectador, disfrute de la trama, cuando vea la obra, solo decir que el texto muestra con crudeza, ese llamado de amor desesperado e incondicional de Angelina, su infinito dolor por la pérdida del hijo que tuvieron en común y esa asfixiante sensación de soledad y fragilidad, que todos los días la invadía.
Nos encantó la puesta que tiene la pieza, con una belleza y una estética que realzan el texto y acompañan la magnífica interpretación de la protagonista. Las dimensiones reducidas de la sala, son ideales para ese clima íntimo, casi confesional que tiene el relato y esa cercanía del espectador, permite no perder ninguna de las expresiones y movimientos de Mariel.
Siguiendo con la puesta, varios ítems para destacar, entre ellos el diseño lumínico de Alejandro Vázquez, la música y los sonidos, que acompañan los diferentes momentos de la trama y el diseño escenográfico del propio Mariano Taccagni, que completa un excelente trabajo de dirección, dotando al texto dramático, de un marco muy bello.
No queda mucho más para agregar, resulta un verdadero placer conocer la historia de amor de Angelina Beloff, que suena fatídicamente premonitoria, de situaciones que viviría luego Frida Kahlo con el inefable Diego Rivera y la pieza en sí, sin dudas, funciona como un sentido homenaje para este personaje olvidado del arte, que luego de semejante drama, pudo reinventarse y rehacer su vida, pero ese ya sería un capítulo, para una nueva obra.
Recomendamos especialmente Quiela, El Amor antes de Frida, una verdadera joyita del teatro independiente, que nos permite disfrutar de una profunda historia de amor, con una puesta plena de belleza y poesía, que le otorgan el entorno ideal, para la composición brillante que Mariel Rueda nos regala.
Los aplausos emocionados del público que colmó la sala de El Ópalo, al final de la función, son una clara señal, que la historia llegó al corazón de los espectadores y que el teatro independiente siempre celebrará la llegada de propuestas tan valiosas como esta.
Pensador Teatral.