Dramaturgia y Dirección de Alejandro Schiappacasse.
Sábados 20 30 hs en Vera Vera Teatro ( Vera 108 )
Un texto potente y peno de poesía nos acerca la lucida dramaturgia de Alejandro Schiappacasse, que en esta obra con título onírico, nos habla de una pareja que parece dirigirse directo al naufragio. El amor y los momentos felices parecen formar parte de un paisaje difuso. El presente es oscuro, la insatisfacción se extiende y el amor parece haber quedado atrapado en las peligrosas mareas de la rutina.
La historia arrancará con Clara ( Rosario Andía ) recostada en una reposera mirando al mar, desde los amplios ventanales de la casa en la que vive frente a la playa. Escucha música, pero se la nota algo abatida y encerrada en sus pensamientos. Esa paz algo forzada, se interrumpe cuando aparece en escena su esposo, que luce preocupado, porque no encuentra sus anteojos y otros objetos personales, Pero Clara lejos de querer ayudarlo, se muestra fastidiada, por aquel comportamiento que además de ser repetitivo, le resulta irritante.
El espectador pronto notará que el presente de aquella pareja está lejos de ser armónico y a los integrantes de la misma se los nota en sintonías diferentes. Hay reclamos, principalmente de ella, pero él no se hace cargo, se siente más cómodo encerrado en su mundo, que obligado a afrontar un presente poco agraciado La idea de mudarse hacia una casa frente al mar, fue de él, la intención era recuperar el vínculo y que mejor que hacerlo en aquel lugar privilegiado, donde todos añoraríamos vivir. Pero las cosas no resultaron como pensaron y pese a la mudanza la crisis de la pareja se agravó.
Los diálogos por momentos navegan entre lo absurdo y la ironía. Clara es la que muestra su enojo, la que lucha para que su pareja recuerde aquellos momentos de felicidad que vivieron juntos y que ahora parecen tan lejanos. Pero él no acusa recibo, prefiere las evasivas y acusa una extraña enfermedad, que le hace perder la memoria, hasta ahí nada raro, pero en este caso esa enfermedad se empecina en que olvide específicamente de aquellos recuerdos que hacían feliz a la pareja, creando una atmósfera de tensión y violencia en la casa.
La trama vá soltando las piezas de a poco y el espectador empieza a armarse un cuadro de situación completo. Hay una cuota de suspenso importante en la obra y por eso no queremos adelantar mucho más. Solo diremos que en algunos momentos, Clara sentirá que la lucha para recuperar el vínculo y ese fuerte amor que alguna vez los unió, es una misión casi imposible, tanto que lo mejor sería que todo acabe allí, con el mar como testigo de una tragedia anunciada. Pero la mente de aquella mujer despechada será tan fuerte, para lograr que su marido se esfume como si nada ??? Podría vivir luego con aquella culpa ?? Para saberlo, no les va a quedar otra, que ver la obra, algo que recomendamos fuertemente.
Momento de hablar de las estupendas actuaciones de la dupla protagónica conformada por Rosario Andía y Alejando Schiappacasse. Composiciones minuciosas e intensas que logran potenciar un texto muy virtuoso. Y si bien ambos están soberbios, queremos resaltar especialmente el trabajo de Rosario Andía, que lleva adelante el personaje más fuerte de la historia, ya que Clara se muestra consciente del momento terminal que vive la pareja y hará los últimos intentos para reflotar una pareja que se hunde lenta e inexorablemente.
Una interpretación potente y cargada de sensibilidad la de Rosario, que corona en la parte final de la obra con un monólogo implacable en el que muestra todos sus recursos actorales. Nos gustó mucho lo de Rosario. Pero no seamos injusto con Alejandro, que además de ser dueño de la talentosa pluma que escribió la obra, es el director y además protagonista de la misma. Jugando a la perfección, el rol de un hombre que se muestra inmerso en su mundo, en sus pensamientos y que muestra signos de resignación en cuanto a la pareja. Muy buena la composición de Alejandro, dando vida a un personaje enigmático y atrapado en sus laberintos mentales. Un dupla que se luce en escena y que como dijimos potencia un texto muy rico.
Vamos a dedicar unas líneas a la puesta minimalista y muy efectiva que presenta la obra, donde hay que destacar el estupendo diseño lumínico de Pablo Rojas, jugando con las penumbras que envuelven los diálogos de la pareja y los rayos de sol que ingresan por el gran ventanal. El diseño escenográfico de Paula Molina con esa reposera como centro de escena y el vestuario que caracteriza a los personajes también de Paula, son ítems que contribuyen a la belleza de una puesta que transmite mucho.
Ya no queda demasiado para agregar, solo nos queda recomendar Paisaje de Mar sin ninguna Sirena, una obra que nos habla de vínculos rotos, del desgaste de las parejas y de como el amor se vá consumiendo hasta llegar a un momento, en que se sigue adelante solo por inercia y por el recuerdo de momentos felices, que forman parte del pasado. Quedando en evidencia, como muchas veces cuesta ponerle fin a una relación, corriendo el peligro que la única salida posible, es un giro inesperado del destino que nos libre del deber de enfrentar la realidad. El texto también nos lleva a pensar al miedo que produce la soledad y como en algunos casos se prefiere extender un vínculo ya roto, para evitar quedarnos solos.
Los invitamos a que se lleguen hasta la fría casa de la playa, para mirar hacia el horizonte, con la inmensidad del mar como fondo, para reflexionar acerca de la finitud del amor, de la fantasía de la inmortalidad y del enorme desgaste que puede provocar la rutina y el paso del tiempo en las parejas. Todo ello de la mano de un texto fuerte y profundo, una puesta plena de poesía y actuaciones exquisitas, que nos permitirán disfrutar de una sentida noche de teatro independiente, donde las emociones, como olas del mar, romperán con fuerza en nuestros corazones.
Pensador Teatral.