Dramaturgia y Dirección de Merceditas Elordi.
Sábados 20 hs en Teatro del Pueblo ( Lavalle 3636 )
La talentosa pluma de Merceditas Elordi, acostumbra a traernos textos que nacen luego de arduos trabajos de investigación, algo que se corrobora en Cuando el Chajá Canta la Horas, un drama rural de su autoría, que nos invita a viajar al Interior de la Provincia de Buenos Aires, a comienzos del Siglo XIX, en aquellos años previos a la llegada de Juan Manuel de Rosas a la Gobernación. Eran tiempo donde los malones eran moneda corriente y las discusiones se arreglaban a punta de facón.
Tomando la forma de vida, las costumbres y el vocabulario de aquellos años, Merceditas construye un entorno campestre cargado de poesía y de modismos gauchescos, adecuado para personajes de rasgos muy buen marcados. En la historia que nos convoca, veremos a una puestera pobre ( Mariel Rueda ), que trata de sobrevivir lo mejor posible en un humilde rancho, con Rufino ( Pablo Paillaman ) y Analía ( Juli de Moura ), sus hijos adolescentes de padres diferentes.
La tranquilad de ese humilde hogar, será sacudida con la llegada de Beltrán ( Edgardo Rosini ), poderoso patrón de estancia, dueño de las tierras y el ganado de la zona. Ya mayor él y preocupado por no tener aún descendencia, pone los ojos en Amalia, su hija bella y virgen. Habla con Ema, a quien le comenta que sus intenciones son serias, pidiendo su venia para casarse con su hija con todas las de la ley, algo que sería beneficioso para su niña, que aseguraría su futuro al lado de un hombre poderoso y además esta unión tendría algún rédito para la familia, ya que gentilmente, Beltrán a cambio de aceptar su propuesta le daría trabajo a Rufino, les regalaría una ponedora, un par de caballos y una carreta, beneficios que les servirían para mejorar un poco, la miserable vida que llevan.
La madre no tiene mucha alternativas, porque más que una propuesta parece una imposición, ya que decirle que no al hombre poderoso del lugar, los obligaría a dejar su hogar y marchar para algún otro sitio, con los riesgos que implicaría emprender un éxodo.. Por otro lado, le posibilitaría a su hija, tener una vida decente, bien diferente a las penurias que tuvo que soportar ella. El problema es que su hija nada quería saber con aquel hombre mayor y áspero, ella estaba enamorada de Mateo ( Mauricio Méndez ), un gaucho valiente y pobre como ella, que la venía cortejando desde hace unos meses.
Pero como dijimos la realidad familiar, no daba mucho lugar para la elección, así que Ema utilizará todas sus artes para convencer a su hija, para que se case con el hombre. Pese a la relación de poder asimétrica, se mostrará valiente, para conseguir el mejor trato posible, para mejorar lo más posible situación familiar y asegurarse que su hija pueda visitarla los días de guardar. Así que finalmente habrá casamiento. Su hija decide aceptar a aquel hombre, deseando que no viva mucho tiempo más, y con la certeza que su verdadero amor siempre será Mateo, algo que presagia problemas en el futuro y una tragedia en ciernes. Pero hasta allí vamos a contar, solo diremos que al poco tiempo Amalia quedará embarazada y allí comenzará otra historia, que tendrá un desenlace explosivo, que el lector descubrirá cuando vea la obra.
Momento de destacar los trabajos actorales y aquí también hay mérito de Merceditas desde la dirección que permite el desarrollo de los personajes, lo que posibilita que los cinco personajes en escena logren destacarse mucho. Y la primera mención, será para Mariel Rueda, que compone a Ema, una mujer humilde pero muy sabia. Mariel es una actriz con mucho oficio y aquí ya la hemos elogiado muchos de sus trabajos. El año pasado fue nominada a los premios ACE y aquí vuelve a mostrar sus credenciales en un personaje muy querible. Sus diálogos, sus caras y los correctivos que le aplicará a sus hijos, dejarán momentos divertidos, en una obra que tiene una trama muy cruda. Gran composición de Mariel, para nosotros la más destacada de la noche.
Sigamos con Edgardo Rosini, otro actor con mucha trayectoria, que compone aquí a un verdadero villano, interpretando a un hombre poderoso y desalmado. Mostrando una gran presencia escénica, cumple su rol a la perfección. Excelente lo de Edgardo. Los papeles masculinos se completan con Pablo Paillaman, como Rufino, temperamental y dado a los vicios, le dará muchos disgustos a Ema y será un personaje clave en la historia. Destacamos la entrega de Pablo y un plus con su guitarra, proponiendo muy buenos momentos musicales. Por su parte, Mauricio Mendez es el valeroso Mateo, gaucho trabajador, que sufrirá por el casamiento de su amada y no se resignará a perderla. Muy bueno lo de Pablo y lo de Mauricio.
Para el final dejamos a Juli de Moura, una verdadera revelación, siendo al comienzo una niña frágil y llena de miedo, que sufre por ese matrimonio por conveniencia, Pero a medida que la trama avanza, mostrará que es sabia como su madre y mostrará sus garras Sensible y sentida interpretación de Juli, que grafica los abusos que sufrían las mujeres en aquellos años.
La puesta de la obra es un punto realmente fuerte. Muy logrado el diseño escenográfico de Edgardo Aguilar, con ese rancho lleno de detalles, que nos transporta al campo profundo. Edgardo también tiene a su cargo la iluminación, otro rubro que destaca. Sobresaliente el vestuario de Mariana Carranza, caracterizando en gran forma a los cinco personajes de la historia. Es una puesta cuidada y bella desde lo estético, que agrega valor al relato.
Entendemos que ya contamos lo suficiente, como dijimos en un comienzo, se nota que hubo mucho trabajo previo de investigación de la autora, que consigue dar el marco adecuado a una historia cruda y en consonancia con la forma de vida hace 200 años en la Buenos Aires rural, donde los poderosos eran la ley, los gauchos eran casi esclavos, soportando condiciones de trabajo muy desfavorables y en el caso de la mujer tenía un rol muy relegado, ya que se consideraba que solo servía para las tareas domésticas y la crianza de los hijos, no teniendo ninguna posibilidad de opinar y debiendo soportar abusos y arbitrariedades, que en aquellos años se consideraban normales.
Nos gustó mucho Cuando el Chajá Canta las Horas, una verdadera joyita del teatro independiente que recomendamos vean, ya que se encontrarán con una historia muy fuerte, que recreará como era la vida del campo, en tiempos de malones y patrones de estancia poderosos, gracias a un texto repleto de virtudes e imágenes poéticas, una puesta muy cuidada y actuaciones estupendas. Cuando estos factores se hacen presentes, el buen teatro fluye y por eso gratifica ese prolongado aplauso que los espectadores que colmaron la sala, le regalan a los protagonistas al final de la función, reconociendo la estupenda noche de teatro vivida.
Pensador Teatral.