Dramaturgia de Diego Carreño. Dirección de Leandro Aíta.
Martes 20 30 hs en Teatro Picadilly ( Av. Corrientes 1524 )
Veníamos con expectativas muy altas, ya que queríamos descubrir cual era el secreto de La Lengua es un Músculo, pero el Lenguaje es un Virus, el kilométrico título que tiene este unipersonal, que saliendo desde las entrañas del off, lleva ya cuatro temporadas en cartel, llegando este año a la Calle Corrientes, donde también está causando suceso. Arrancamos por el final, diciendo que se superaron nuestras expectativas, ya que la obra nos encantó y nos reímos un montón, algo que en estos tiempos de crispación, ya es un montón. Ahora vamos a tratar de explicar las razones de este suceso, esperemos poder hacerlo.
Arranquemos diciendo que el texto es muy inteligente y tiene una gran elaboración, sin dudas el proceso creativo fue largo y paciente y el resultado, es una obra muy bien estructurada, que entretiene al espectador desde el comienzo y tiene como gran virtud, ir introduciendo variantes en la trama, personajes que aparecen, gags que sorprende y todo siempre regado con muy buen humor, algo que el público agradece y disfruta desde su platea, esperando el próximo gag que lo hará reír.
La historia es sencilla y casi una excusa, el protagonista es Esperanto ( Diego Carreño ), que hace 24 años se encuentra viviendo aislado del mundo, en una casa perteneciente a sus padres, situada en la cima de un cerro. Solo baja al pueblo cercano, cuando requiere provisiones. Ocupa todo su tiempo trabajando en una tesis que le permitirá graduarse como filólogo, aquel profesional que se dedica al estudio de las lenguas. La pila de papales repartido por el piso y pegados en las paredes, es una muestra del arduo trabajo de este hombre que hace más de 20 años, está dedicado a una tesis, que está a punto de terminar.
Y de que trata la tesis ?? Esperanto basó sus estudios, a partir de los dichos de William Burroughs, un escritor y ensayista estadounidense, que en la década del sesenta, sostuvo que el lenguaje es un virus, porque no nace con nosotros, sino que impone desde afuera y nos moldea, siendo no solo una forma de comunicarse, sino algo que puede controlar lo que pensamos y la manera en que vemos el mundo. Esta idea, algo extrema, nos invita a reflexionar sobre que cuando hablamos o escribimos, no solo expresamos cosas, sino que también repetimos formas de pensar, que tal vez no elegimos del todo.
La teoría es muy interesante, pero no se asuste lector, solo queríamos comentar el pensamiento de Burroughs, la obra no se dedica a la teoría, todo lo contario. A partir del lenguaje y diferentes construcciones, nuestro protagonista creará una serie de divertidas escenas, donde graficará ejemplos de metáforas, aseveraciones, enumeración de palabras que suenan lindo y mucho más, jugando siempre con las palabras y generando muchas risas en la platea. Sin dudas se van a sorprender, de todo lo que se puede hacer con las palabras.
No queremos contar demasiado para que se sorprendan como nos pasó a nosotros, ya que la trama tiene muchas perlitas preparadas y el espectador nunca sabe para donde va a arrancar la próxima escena. Hay momentos musicales, recuerdos de la infancia, llamados telefónicos, aparecerá un sacerdote en escena, un standapero que actuó sin demasiada suerte en Australia y así podríamos seguir enumerando . Diego es imparable en escena, con parlamentos muy bien elaborados y el sonido de las teclas de la máquina de escribir siempre presente.
La composición de Diego Carreño es simplemente fenomenal. El mismo escribió el texto y seguramente por eso se lo nota tan a gusto y tan cómodo con la historia que nos cuenta. El manejo de los tiempos es perfecto, Diego sabe como entrar y salir de cada escena, generando siempre el momento divertido, en el tiempo adecuado. El texto es realmente exigente, ya que tiene muchísima letra y el protagonista no se equivoca nunca, mostrando una fluidez en la composición, que sin dudas denota gran trabajo previo y la experiencia de llevar tantas funciones en cartel Es la primera vez que lo vemos a Diego en escena y nos sorprendió totalmente. Superlativa interpretación de Diego, que da gusto ver, por su energía, sus recursos actorales y una entrega absoluta para su personaje.
La puesta tiene gran dinámica, gracias al ritmo que le impone el protagonista que no para un segundo y la da continuidad a las acciones. Nos gustó mucho el diseño escenográfico de Marcos Aquistapace, con papeles por doquier que invaden casi todo el espacio escénico. El diseño de luces de Víctor Chacón es otro ítem destacado, en una puesta minimalista, donde todo el poder lo tienen las palabras y la oratoria del protagonista.
Y no queremos adelantar más nada, para mantener la sorpresa. La Lengua es un Músculo, pero El Lenguaje es un Virus, es una obra muy original, que explora el poder del lenguaje de manera muy inteligente, siempre poniendo el foco en el humor, ya que la idea que tiene la obra y la consigue, es hacer reír el público. Lo valioso es que lo hace con un texto inteligente y muy rico, donde el ingenio y el humor van de la mano, para mostrarnos lo poderoso que puede ser el lenguaje, siendo una propuesta imprescindible para quienes gustamos de las letras.
Recomendamos totalmente la obra, que fusiona en gran forma el lenguaje, la cultura y el humor, para redondear una propuesta muy divertida, para que juguemos con las palabras como si fuéramos niños y nos demos cuenta las importante herramientas que nos ofrece la lectura, en tiempos donde la tecnología amenaza reemplazar a los libros. Un texto inteligente, una puesta con ritmo y una actuación magnífica, confluyen para que disfrutemos una divertidísima noche de teatro, para reírnos y reflexionar sobre todo lo que podemos hacer con las palabras. En lo personal, celebramos que una obra con esta temática, lleve cuatro temporadas a sala llena en cartel algo que nos resulta esperanzador.
Pensador Teatral
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