Dramaturgia y Dirección de Ana Lucía Rodríguez.
Una atractiva y original propuesta del off, es La Ponedora, el último milagro, obra escrita por Ana Lucía Rodríguez, joven actriz y dramaturga docente del Sportivo Teatral, sitio donde se alumbró esta pieza, luego de dos años de investigación y ensayos, con actores de ese teatro.
La obra que tuvo desde su arranque muy buena respuesta del público, transita su tercera temporada en cartel, algo que no es habitual, en piezas del teatro independiente y llegando este año a un teatro como El Camarín de las Musas, que es sin dudas, referente dentro del circuito off, por la calidad de sus espectáculos y la concurrencia de público.
Con mucha expectativa entonces, llegamos para ver la obra y tratar de descubrir cuales son las razones, para que La Ponedora, tenga esta vigencia y realmente nos fuimos muy satisfechos, disfrutando una hermosa noche de teatro y creyendo haber desentrañado algunas de las claves, que explican el suceso de la obra.
Por empezar, debemos destacar un libro muy atractivo, con personajes fuertes y excelentemente construidos. La historia, entre muchas virtudes, tiene la de desarrollarse, en una localidad del interior como Ayacucho, que podría ser cualquier otra y que representa muy bien, aquellas ciudades pequeñas de Argentina, donde casi todos se conocen y casi nada puede hacerse, sin que los otros se enteren.
Por un lado, esa radiografía del interior y por el otro, una caricatura, con rasgos exagerados adrede, pero con numerosos ribetes reales, de una institución como la Iglesia, que con el correr de los años viene perdiendo su poder y sus fieles en manos de otras religiones más flexibles, las ilgesias new age, que presentan más incentivos a quienes concurren a sus ceremonias, siendo más alegres y menos rígidas, que la Iglesia tradicional, a la que le cuesta aggiornarse a los tiempos actuales.
Aunque la introducción puede hacer pensar lo contrario, aclaremos que la obra es una comedia, que satiriza situaciones reales y divierte mucho al espectador, que se engancha en todo momento con la trama algo disparatada.
Sin develar mucho, contemos que La Ponedora, nos cuenta como la Parroquia Nuestra Señora de la Purificación de Ayacucho, se encuentra en una situación límite, por la pérdida de fieles. Cada vez son menos, los concurrentes a sus misas y además el avance de las iglesias evangélicas y brasileras, que con métodos cuestionables, pero efectivos, amenazan su continuidad. Es más en los pueblos cercanos a Ayacucho, ya varias parroquias, fueron tomadas por estas iglesias alternativas, que los desplazó de ese centro, que ostentaron por muchos años..
La situación es desesperante, Cristian ( Santiago Fraccarolli ), el párroco local y Monseñor Betancourt ( Martin Tecchi ) mientras juegan al ajedrez, reflexionan y saben que tienen que jugar una carta salvadora, que les permita revertir un futuro negro que parece inexorable-
Parece no haber salida, solo un milagro puede salvarlos y es en Ayacucho, justo donde se comenta, sucede algo milagroso. En un prostíbulo cercano, dirigido por Mónica, una madame excomulgada, que vive allí, con su hija Iris, que por haberse criado en un gallinero, tiene el don de poner huevos, tal si fuera una gallina más. A raíz de este fenómeno, muchos habitantes del pueblo, se reúnen a diario en la puerta del prostíbulo, hoy convertido en santuario, para pedir un milagro.
La solución se cae de madura, deben llevar a Iris, la Ponedora, a la Iglesia, que debe ser la que albergue aquel milagro y la que reciba la visita de los cientos de fieles. Pero para ellos deberán convencer a Mónica y a la chica milagrosa.
Si el plan que tienen ideado, Monseñor y el cura local, puede ser llevada a la práctica, es algo que el espectador descubrirá cuando vea la obra, solo contar, que en pos de ese objetivo, se darán momentos desopilantes y muy divertidos.
Como dijimos el libro atractivo, que nos presenta Ana, encuentra en eco, en un elenco muy parejo, apareciendo personajes muy fuertes y actuaciones magníficas, donde todos se destacan, algo que no siempre ocurre, pudiendo afirmar que las actuaciones, constituyen un fortaleza muy grande, en esta pieza.
Arranquemos por los eclesiásticos protagonistas, Santiago Fraccarolli es el Padre Cristian, magnífica su composición, su postura, su manera de hablar, sus gestos, que nos hacen ver a un cura de pueblo, que siempre quiere guardas las apariencias, aunque la realidad sea otra Nos encantó el trabajo de Santiago.
En la misma sintonia, Martin Tecchi, es Monseñor Bentacourt, una autoridad eclesiástica, que con una visión global, está decidido a mantener el poder de la Iglesia. Otra excelente composición de personaje, más temperamental y sanguíneo que el Padre Cristian, muestra su histrionismo y genera muchos momentos divertidos.
Gran dupla del Padre y el Monseñor, una muestra divertida, pero a la vez realista, de muchos representantes de la Iglesia, que se preocupan más, por conservar los privilegios que les brinda su investidura, que de servir a Dios.
Completan el elenco eclesiástico, Homero González, el capellan Gerardo, logicamente al ser el de menor jerarquía, recibirá numerosos pedidos de sus superiores y los cumplirá con obediencia casi ciega.
Vayamos ahora al elenco femenino, arranando por Josefina Barrionuevo, la joven y bella sobrina del monseñor, ayudante en la iglesia local, gracias a ese vínculo. Divide su tiempo, estudiando italiano y cumpliendo las tareas domésticas de la parroquia. Aporta frescura a la obra y nos regalará un momento emocionante de la noche, gracias a su hermosa voz. ( no contaremos cual es, dejamos que lo descubran al ver la obra ) Se luce muchísimo Josefina, desde un papel secundario, lo que habla por si solo, de su buena actuación.
Y vayamos a las dueñas del milagro, Rocio Saldeña, es Mónica Tiraboschi, con antiguos y clandestinos vínculos con el padre Gerardo y con la iglesia, que terminaron en forma abrupta, cuando fue excomulgada, por ejercer la prostitución. Un personaje divertido y alocado el que compone Rocio, que genera muchas risas.
Y para el final, dejamos a Verónica González, como Iris, la hija de Rocio, ignoramos quien es su padre, aunque podemos intuirlo. Es un personaje clave en la historia, la que obra el milagro, se luce mucho, con su aspecto virginal y unos ojos celestes que encandilan. Verónica es otra que con poca participación, se destaca.
Se hizo algo larga la descripción, pero creemos que era merecido mencionar a los seis protagonistas y dejar unas líneas de cada uno, ya que componen sus personajes de manera superlativa y se nota que disfrutan actuando.
Mérito aquí de la autora y directora, que tuvo la habilidad de escribir un guión que permite que cada uno de los personajes, sea pieza importante en el engranaje de la historia que se cuenta, además de darle, el espacio a cada uno de ellos, para el lucimiento individual.
La puesta tiene varios ítems para destacar, destacamos el diseño escenográfico de Esteban Siderakis, que divide el largo escenario en tres espacios diferentes, muy buen diseño de vestuario de Danisa Samurio y un diseño de luces de Jose Binetti, que crea muy buenos climas.
En definitiva, La Ponedora, es una historia, simple pero efectiva, que sabe como conjugar fantasía y realidad de manera efectiva, para conseguir una trama ágil y muy divertida, con excelentes actuaciones.
Nos gusto mucho la obra y por eso la recomendamos, vale la pena este viajecito que nos propone la autora, para ver si es verdad, como se comenta, que en Ayacucho, hay milagros y huevos para todos.
Pensador Teatral.
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