Sábados 20 hs en Espacio Callejón ( Humahuaca 3759 )
Un texto fuerte y descarnado nos presenta Juan Francisco Dasso, que decide salir de la zona de confort, con una dramaturgia que bucea en un tema incómodo y poco simpático, que resultaría más sencillo ocultar, antes que plantearlo, aún sabiendo que es una realidad que sucede en muchas familias, aunque preferimos no verlo, ya que resulta muy perturbador, siquiera imaginar ciertas situaciones.
El relato se presenta en formato de unipersonal, resultando un gran desafío para Marcos Montes, un actor de experiencia y enormes recursos, que en este relato nos brindará una composición soberbia, con una interpretación que recorre un sinfín de emociones y matices. El comienzo de la obra, ya nos deja claro que no será una pieza más la que veremos, porque el protagonista decide romper la cuarta pared y dejar al desnudo todas las convenciones teatrales, preparando al público para lo que vendrá.
Es una suerte de introducción en tono intimista que ensaya el protagonista dirigiéndose a la platea, cerrando la misma hablando sobre el interlocutor bloqueado, que aclara lo situará en una silla dejada vacía adrede en la segunda fila y hacia allí dirigirá su mirada y discurso. Ese arranque es tan particular, que desconcierta un poco al público, pero es una manera de descomprimir el ambiente, porque a luego de esa presentación, reinará un silencio absoluto en la platea, que seguirá con atención el discurso del protagonista.
El relato, irá mostrando las cartas poco a poco y por ello no queremos develar demasiado. Si, podemos contar que en el escenario veremos a un padre que lucha por contener su angustia y mostrar una calma aparente, aunque la realidad es que si observamos en profundidad, notamos su desesperación por lo que sucede con Neo, su hijo autista, que hace un par de horas está encerrado en el baño y no quiere salir. Sin saber que que hacer, fue a buscar en su auto a Dionel, un adolescente, que al parecer es el único amigo de Neo, aunque tampoco tiene claro esto.
Nuestro Hombre de Acero, grita su dolor. Enuncia que no ser mirado a los ojos debería ser una forma de tortura. Y peor aún, si el que no te mira a los ojos es tu hijo. Dionel tampoco lo mira, está callado e indiferente. El relato se tornará áspero y tendrá una crudeza que por momentos hiere, generando empatía en el espectador, que busca apiadarse ante un padre dispuesto a todo por ayudar a su hijo, aunque acumule frustraciones.
Y hasta allí vamos a contar, el nudo del relato se irá desatando de a poco, se habla de un incidente, pero se demora en dar detalles del mismo, mientras tanto la historia gana en tensión y en dramatismo. Pero cumplimos con nuestra palabra y no adelantamos nada más, dejaremos que el espectador complete el rompecabezas que propone la dramaturgia, en el momento preciso.
Momento ya de hablar de la soberbia composición de Marcos Montes, que maneja con maestría los tiempos del relato, con una sensibilidad que abruma. Sabiendo saltar de momentos tensos y dolorosos, a recuerdos de su infancia más alegres, recreando situaciones y anécdotas que lo transportan a un pasado feliz, donde disfrutaba siendo un adolescente común y corriente, algo que tanto le hubiera gustado ver en Neo.
La minuciosidad con la que el protagonista compone su personaje es admirable. El relato es complejo y crudo, requiriendo que Marcos despliegue todos sus recursos actorales para llevar la historia a buen puerto. Algo que ocurre con creces, mostrando un magnetismo que deja mudo a un público, que sigue atento cada una de sus palabras, miradas y movimientos, no queriendo perderse nada.
La puesta que propone el director es minimalista. El espectador imagina situaciones y momentos, gracias a la elocuencia del protagonista, desplegando su potencia descriptiva y la fuerza de la palabra. El diseño lumínico de Ricardo Sica, acompaña muy buen el relato y ayuda a crear las diferentes atmósferas que la trama irá pidiendo.
No es necesario agregar más, solo decir que El Hombre de Acero, transita su segunda temporada en cartel y ya acumula varios reconocimientos, como haber sido la Obra ganadora del XII Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia y las recientes nominaciones para lo Premios Trinidad Guevara en los rubros Mejor Autor y Mejor Actor.
Recomendamos no se pierdan esta potente obra del teatro independiente, que con valentía aborda una temática cruda, evitada por la mayoría de los autores. Es una obra que nos hablará del amor infinito de un padre, que sin saber la manera, pero que hará todo lo que esté a su alcance y más, para que su hijo no sufra tanto en este mundo que le toca vivir y que tan ajeno le resulta.
Pensador Teatral.
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