Viernes 20 hs en El Tinglado Teatro ( Mario Bravo 948 )
El reconocido novelista y dramaturgo peruano Alonso Alegria, escribió en 1969, El Cruce sobre el Niágara, obra que recrea las hazañas de Charles Blondin, acróbata y equilibrista francés, que en el año 1859, recorrió los 335 metros que se separan las dos riberas del Río Niágara, haciendo equilibrio sobre un cable, sin mirar para abajo y a más de cincuenta metros de altura, siendo esa la fecha del primero de sus cruces.
El Gran Blondin, fue toda una celebridad de la época y esta pieza escrita hace casi cincuenta años, recorrió escenarios de todo el mundo y lo sigue haciendo haciendo, ahora vuelve a El Tinglado, de la mano de Eduardo Lamoglia, mostrando la vigencia del texto, que recuerda las proezas de aquel valiente equilibrista y también nos hablará de la superación del hombre, de como alcanzar los sueños y vencer los miedos que todos tenemos. Analizando también las motivaciones que mueven a las personas en búsqueda de sus objetivos, algunos de ellos, de apariencia inalcanzable.
Como fuera dicho, la obra se basa en un hecho real, ya que Blondin desde aquel primer cruce, luego realizó trece cruces más, en cada nueva travesía, ademas de aumentar su reputación y su fortuna ( cobraba entrada a quienes iban a ver sus actos ), sumaba alguna dificultad, ya que lo hacía con los ojos vendados, llevando una carretilla, en zancos, etc.
Yendo a la obra, Blondin ( Adrián Navarro ) estaba recuperando fuerzas en su casa, luego de su último cruce, cuando irrumpe en la tranquilidad de su hogar, un joven llamado Carlo ( Alvaro Ruiz ) quien se declara su admirador y le relata cada uno de sus cruces, ya que fue testigo de cada uno de ellos.
Parece ser un simple fan, pero Carlo tiene otras intenciones y lo acusa a Charles, diciendo que en el ultimo cruce estafó a la gente, ya que no cumplió con la dificultad anunciada y que además se estaba volviendo demasiado comercial. Blondin al principio, no acepta la insolencia de aquel joven irreverente, pero algo del discurso de ese chico lo atrae y ante de irse, le lanzará un desafío que suena tan alocado, como provocador.
La idea sugerida por Carlo, parece imposible, le propone a Blondin, cruzar el río, con él subido sobre sus hombros y sube la apuesta, ya que le dice que con entrenamiento y disciplina, si se lo propone, no necesitaría pisar el cable, ya que sería capaz de volar, con lo hacen las aves. Blondin al principio lo trata de loco, pero la propuesta de llevar a aquel chico sobre sus hombros, le parece una idea interesante y finalmente decide que trabajarán juntos, en pos de conseguir aquel objetivo tan difícil.
Hasta allí contaremos, cuando los espectadores vean la obra, descubrirán si finalmente estos dos hombres logran atravesar juntos el Niágara o si las turbulentas aguas los recibirán desde las alturas. Nosotros obviamente no lo contaremos, ya que el suspenso, es uno de los ingredientes muy importante en esta trama.
El relato seduce al espectador, indudablemente la temática y la figura enigmática de Blondin, genera un atractivo especial, que se refleja en el silencio absoluto, con la que el público sigue el desarrollo de la obra y para que esto ocurra, sin dudas las actuaciones son fundamentales.
Arranquemos por el excepcional trabajo de Adrián Navarro, que realiza una composición admirable del célebre equilibrista francés. Con una presencia escénica imponente, parece ser la persona indicada para el papel, no solo por sus recursos actorales , sino también desde lo físico, por su figura atlética y alta estatura, que encaja justo, con lo que uno puede imaginar de aquel hombre. Transita en gran forma, los diferentes momentos de Blondin, distante y algo soberbio al principio, pero con el transcurrir de los minutos y cuando habla de su infancia, descubrimos, que detrás de la coraza, existe un hombre sensible, que conmueve con su historia de vida. Brillante labor la de Adrián, absolutamente compenetrado con su personaje.
El gran lucimiento de Navarro, no debe opacar la muy buena interpretación de Alvaro Ruiz, que lo acompaña muy bien, con mucho desenfado e irreverencia, logra penetrar en la intimidad del Gran Blondin, generando su interés, para juntos emprender luego el gran desafio. Logra transmitir muy bien, las emociones de un personaje, que sufrió mucho de pequeño y encuentra ahora la oportunidad, de redimir sus pecados de juventud.
Muy buena la dupla protagónica conformada por Adrián y Alvaro, con mucha química y logrando mostrar que pese a aparentar personalidades y vidas diametralmente opuesta, en el fondo, tanto Blondin, como Carlo, son dos hombres que están profundamente solos en la vida y el encuentro entre ellos, les dará un impulso a sus existencias.
La puesta tiene muchos puntos para destacar, arrancando por la música original de Sergio Vainikoff fundamental en la creación de climas, al igual que el destacado diseño lumínico de Sebastián Crasso. Ambos ítems, tendrán un desarrollo uniforme en toda la trama y cambiarán absolutamente en ese final a toda orquesta, con los sonidos del Niágara de fondo. El diseño escenográfico de Sabrina López Hovhanessian también colabora, para redondear una puesta muy atractiva, en la que Eduardo Lamoglia, pendiente de todos los detalles, sabe darle al texto, un marco potente y onírico, que permita disfrutar a pleno la obra.
No queda mucho para agregar, nuevamente nos vamos de El Tinglado, uno de las salas que más nos gusta, llenos de teatro, ya que disfrutamos de una historia que no conocíamos y nos resultó atrapante esto sumado a la calidad de la puesta y a interpretaciones, conformaron una gran noche de teatro.
Los prolongados aplausos con que los espectadores al final de la función, despidieron a los protagonistas, son un claro indicador que la obra gustó mucho y recomendamos a quienes aún no vieron la obra, que conozcan la historia del Gran Blondin y magia del teatro mediante, se lleguen a las márgenes del Niágara, para presenciar uno de sus cruces más emocionantes, tal como hicieron miles de personas hace un siglo atrás.
Pensador Teatral.