Domingo 20 30 hs en El Crisol Teatro ( Malabia 611 )
El poeta y escritor argentino Humberto Constantini, hace un par de décadas, escribió este cuento, que luego fue adaptado para el teatro, con muy suceso. La obra de Constantini, se caracterizó por tener una mirada crítica hacia los mecanismos opresivos, de las sociedades, que en muchas ocasiones, puede resultar egoísta y deshumanizada. Una de sus principales virtudes de este autor, es escribir en un idioma sencillo y poder describir con simpleza la intimidad de personajes que al verlos, nos resultan cercanos y cotidianos.
En Un Señor Alto, Rubio, de Bigotes, el protagonista será Fernando Sciardys, interpretado de manera fantástica por Pablo Mariuzzi. En esta historia, con indudable acento porteño, Fernandito se vestirá con su mejor buen traje, puños de camisa limpios, el nudo de la corbata bien prolijo y con la sonrisa dibujada en la cara. saldrá a la calle, en búsqueda de encontrar su lugar en una sociedad, que parece no querer aceptarlo.
El protagonista buscará ese trabajo, que lo igualaría a esa rutina que tiene el resto. La calle resulta hostil, personas que caminan apuradas y se lo llevan por delante, no lo ven, pareciera que fuera un fantasma, se nota que no tienen tiempo para perder. Y Fernandito quiere entrar en ese selecto grupo de la gente ocupada y para ello está dispuesto a caminar, a hablar con secretarias y esperar el tiempo necesario. Sabe que su oportunidad tiene que llegar, no puede demorar mucho más y el tiene que estar listo para cuando llegue ese momento.
El texto tiene una vuelta muy interesante, la rutina de la búsqueda se hace insoportable para quien la realiza, los lugares parecen repetirse, la alienación vá en aumento y en algún momento realidad e imaginación, parecerán confundirse en la mente del protagonista y hasta allí contaremos.
El trabajo de Pablo Mariuzzi es sencillamente fantástico, componiendo su personaje con una minuciosidad que impacta. Manejando a la perfección los tiempos de la obra, los silencios y esas esperas prolongadas, en las que dialoga con si mismo, para darse ánimo.
La entrega y el compromiso de Pablo conmueve, estará solo en escena, solo una silla lo acompañará como único elemento escenográfico y ese cuadrado negro, que caminará de manera lenta, apurada y y hasta convertirá en escaleras. Generará diálogos consigo mismo, con imaginarias secretarias y con sus posibles empleadores, con tanta sapiencia, que el espectador intentará reconstruir la totalidad de esos diálogos imaginarios, ya que en ocasiones, solo contaremos con la mímica y las muecas del protagonista.
Es importante señalar, que por este excelente trabajo, Pablo Mariuzzi, fue nominado como Mejor Actor Protagónico en los Premios Trinidad Guevara. Cuando vean la obra, avalará este reconocimiento, ya que la actuación de Pablo es superlativa, en un papel muy exigente.
La puesta de Leonardo Odierna, experimentado actor y director, es inteligente y sensible, logrando que los detalles mínimos adquieran relevancia y que el protagonista de esta historia, resulte absolutamente reconocible para espectador, que probablemente se sienta identificado, por haber atravesado en alguna oportunidad, alguna de las situaciones humillantes, por las que pasa Fernandito.
La cercanía de los espectadores, que posibilita la cálida sala de El Crisol , contribuye al ambiente intimista y minimalista que propone el director, permitiendo disfrutar sin perder detalle, cada movimiento y cara del protagonista. Es muy destacado el diseño lumínico que tiene la obra, jugando mucho con la oscuridad y acentuando la luz en el rostro del protagonista.
En definitiva, estamos en presencia de una obra, que aunque fue escrita hace más de cuarenta años, presenta una vigencia, que asombra y duele a la vez. Veremos a un hombre solo, que debe superar sus miedos y enfrentarse a ese mundo hostil, que en vez de tenderle una mano, lo excluye, mostrando el costado menos humano y solidario de la sociedad.
Un Señor Alto, Rubio, de Bigotes, se encuentra transitando su segunda temporada de suceso, a sala llena en cada una de sus presentaciones, algo que se explica por el boca a boca, que en el teatro independiente, es la mejor receta para que una obra crezca. Sin dudas, encuentran atractivo el combo que incluye, un texto profundamente humano, una dirección sensible y principalmente una actuación magistral como la de Pablo Mariuzzi, que no puede dejar de verse.
Los aplausos prolongados, que el público le tributa al protagonista al final de la función, dejan en claro que la obra movilizó y mucho, a los espectadores, que una vez que están en la calle, caminarán atentos y sin mirar al piso, en búsqueda de ese señor alto, rubio y de bigotes, que les brinde su lugar en el mundo.
Pensador Teatral.