Dramaturgia de Carlos Diviesti . Dirección de Graciela Schuster.
Sábados 21 hs en Teatro Payró ( San Martín 766 )
El teatro muchas veces nos propone viajar y este es precisamente lo que ocurre con Antonia Occhipinti, De la mañana a la noche, este bellísimo texto escrito por Carlos Diviesti, que nos presenta un atrapante relato, que cuenta la llegada de Antonia a la Argentina. Eran finales de la década del 30¨ y su barco zarpó de Bagnoli, Napoli buscando un mejor porvenir, como lo hicieron miles de inmigrantes, que dejaron su tierras y sus afectos en búsqueda de una nueva vida, en nuestro país que por aquellos años, los recibía con los brazos abiertos.
Antonia llegó a la Argentina, con su valija de cartón cargada de ilusiones, pero no se afincaría en Buenos Aires, ya que su padre la había enviado con un matrimonio arreglado, con el dueño del Cine Royal, que vivía en la ciudad de San Antonio Oeste en Río Negro. Allí descubriría la vastedad de La Patagonia, su clima inhóspito y ese viento que parece no parar nunca. Con el tiempo, además descubriría que la Patagonia era aburrida.
En el arranque de la obra, veremos a Antonia a la vera de la ruta en San Antonio Oeste, con la misma valija con la que llegó de Bagnoli, pero mucho más gastada ya que habían pasado diez años desde su llegada. Está sola, con la única compañía de Lamarr, una lora embalsamada, a la que lleva en una jaula. A medida que la trama avanza iremos entendiendo los motivos, por los que esta mujer madura de marcado acento italiano, se encuentra allí solita con su alma, esperando que algún camionero que pase por el camino, pueda llevarla a Ushuaia, el fin del mundo, donde imagina que todo es blanco y limpio.
La lora será su confidente y Antonia irá compartiendo con ella sus vivencias, los recuerdos de su tierra natal, la familia que quedó en Nápoles y su sufrida vida en aquella ciudad perdida de la Patagonia, donde las tragedias estarán demasiado presentes. Sus recuerdos son transmitidos, mediante los recuerdos del cine, de películas y actores de aquellos años que forman parte de su rutina habitual, ya que ella era quien proyectaba las películas en el Cine Royal, el único de San Antonio. El cine era su pasión y fue la tabla a la que se aferró para mantenerse a flote y sortear todas las adversidades que irían apareciendo.
El relato es bello y atrapa al espectador. Es admirable sentir el silencio absoluto con que el público sigue la historia de esta mujer, que hará un repaso de su vida, recordando a su familia, hablando de un esposo que casi no le dirigía la palabra, de Nepomuceno, el cachorro de mastín napolitano, con el que caminaba orgullosa por la calle San Martín. Cerrado el capítulo de su esposo, la aparición de Roberto Infante, el amor de su vida, como ella misma confiesa con pudor, aquel hijo que tuvieron juntos y siempre la tragedia rondando su vida. Pese a todo, había que seguir peleando y Antonia que era una luchadora, no se iba a dar por vencida, tenía que haber un futuro mejor cerca y por eso debía llegar hasta la finde del mondo, para alcanzarlo. Y hasta allí vamos a contar, para mantener el suspenso, el resto se lo dejamos a usted lector, para que lo descubra cuando vea esta hermosa obra.
Llega el momento de hablar de la protagonista de esta historia, porque como siempre decimos, podemos tener un gran texto, pero si no encontramos luego, el intérprete adecuado para llevarlo a escena, el hecho teatral no se produce. En cambio, cuando se encuentra al actor / actriz adecuado, el texto puede potenciarse.
Y creemos, que esto precisamente es lo que ocurre en este caso, ya que Cecilia Cósero, una actriz muy talentosa, a la que desde este sitio ya elogiamos en varias oportunidades, se abraza con pasión a este texto en formato de unipersonal y realiza una composición magnífica. Es admirable, como lleva adelante el relato, con la cadencia justa y manejando muy bien los diferentes registros emocionales que irá transitando la historia. Los recuerdos irán llegando y ella tratará de pasar rápido los momentos tristes y dando mayor relieve a los recuerdos agradables, reforzando la importancia de los mismos.
Nos encanta el logrado acento italiano que le imprime a su relato. lo lindo que pronuncia algunas palabras y esa emocionalidad a flor de piel, que logra transmitir al espectador. Está a la vista que la protagonista se siente muy a gusto con el texto y con la puesta que propone la directora, que le permiten manejar a piacere los tiempos del relato. Una observación interesante a señalar, es que Cecilia es uruguaya y vino a Buenos Aires, en busca de un mejor destino y esto en algún punto, la hace coincidir con el personaje de Antonia que dejó su Italia natal, con la esperanza de encontrar un mejor futuro en Argentina. Si bien la época y las distancias difieren, ambas son inmigrantes y esto ya es una apreciación personal, pero creemos que esta coincidencia, hacen que Cecilia se sienta atravesada de manera especial por la historia.
La puesta que propone Graciela Schuster es austera en recursos, con pocos elementos sobre el escenario, se refuerza la idea que la protagonista, es una mujer que se encuentra sola en esa Patagonia tan vasta e inabarcable. Aquí lo importante es lo discursivo y eso queda claro en una puesta minimalista, en donde resuena el sonido del viento patagónico de fondo. Debemos destacar el diseño lumínico de Lucas Orchessi, que colabora en generar los diferentes climas que irá pidiendo el relato.
No queda mucho más para agregar, como dijimos al comienzo, el texto de Diviesti, propone un viaje con nuestra imaginación, a aquellos años donde Argentina era vista como una tierra de oportunidades, donde llegaban barcos de repletos de inmigrantes europeos que escapaban de las guerras y de las crisis que asolaban el Viejo Continente por aquellos tiempos. Viendo en perspectiva, es triste, ver como las cosas han cambiado tanto, como Argentina cayó en picada y ahora los aviones reemplazaron a los barcos y el sentido de las corrientes migratorias se ha invertido.
Volviendo a la obra, concluimos que Antonia Occhipinti, tiene un texto bello y pleno de poesía, que nos invita a viajar por el mundo del cine y por los recuerdos de esta inmigrante italiana, que pese a la sufrida vida que tuvo aquí, lejos de su familia y sus pagos, sabe que a veces la soledad puede ser la mejor compañia y que lo único que no debe hacer, es bajar los brazos, siempre hay tiempo de luchar por sus sueños, que ahora se tiñeron de blanco, ese blanco limpio y puro, que la espera en el fin del mundo, donde Antonia ira con su lora embalsamada, para alcanzar esa felicidad, que debe estar escondida en algún lugar cercano o no tanto, pero que ella tarde o temprano descubrirá.
Pensador Teatral.