Dramaturgia y Dirección de Juan Andrés Romanazzi.
Sábados 18 30 hs en Nun Teatro Bar ( Juan Ramírez de Velasco 419 )
Una sensible y bella propuesta llega de la mano de Las Promesas, una obra que nos hablará de la soledad y del dolor de una ausencia, contada en primera persona por una mujer, que parece detenida en el tiempo, esperando que su padre cumpla con su promesa y regrese a un hogar, que ya no es el mismo, desde su partida y cada día que pasa, imagina como será su vuelta.
Para este proyecto, se reunieron Juan Romanazzi y Paula Fernández Mbarak, compañeros en escena por más de cinco años, en Mi hijo solo camina un poco más lento, obra de autor croata, que se convirtió en un verdadero fenómeno del off argentino. Pero los roles eran diferentes, en el caso de Romanazzi, significaba ponerse el traje de dramaturgo y en el caso de Paula, pasar de formar parte de un elenco de más de actores, a llevar adelante su primer unipersonal. Un desafío grande para ambos y que ya podemos decirlo, pudieron superar en gran forma, ya que Juan logró un texto profundo que moviliza al espectador y en el caso de Paula, nos regala una interpretación fantástica.
Realmente sorprende que se trate del primer unipersonal de Paula, lo decimos por la envergadura de su actuación, con una presencia escénica admirable y manejando con maestría los tiempos del relato, poniendo todos sus recursos actorales al servicio del personaje. Desde el uso de la voz, susurrando en algunas partes, elevando el tono en otras, el uso de los silencios, la corporalidad al servicio del personaje y sobre todo la intensidad que le imprime al relato, atrapando la atención absoluta de los espectadores, que sigue cada uno de sus movimientos, de manera casi hipnótica.
Si bien Paula, está sola en el escenario, la trama la irá llevando a que represente, otros personajes como el misterioso jefe, el colorado y también a su madre, mostrando para ello una versatilidad, que no es sencilla de conseguir, para entrar y salir de los personajes, con la repentización que se requiere para ello.
Del argumento no vamos a contar demasiado, Las Promesas es una de esas obras, que dejan que el espectador vaya descubriendo lo que sucede y deja caminos abiertos para más de una interpretación. Solo diremos que Paula representa a una mujer en el cuerpo de una niña, que añora la ausencia de su padre, fantaseando a diario con su retorno, imaginando como sería ese retorno y teniendo todo preparado para ese momento.
La pieza nos habla de la soledad, de aquella mujer que vive con su madre, la que hace años ya no habla. El texto también nos refiere al paso del tiempo y a lo doloroso que puede ser una espera que se hace interminable, tanto puede serlo, que la locura y las obsesiones pueden llegar a adueñarse de la vida de aquel que espera y no se resigna a pensar, que la ausencia puede llegar a convertirse en definitiva.
La puesta que tiene la obra, es magnífica, minimalista y una muestra a las claras, de como con pocos recursos se puede lograr tanto. Hay puntos muy altos para destacar en la puesta, como el diseño lumínico de Leandro Crocco, jugando mucho con la oscuridad y con algunos faroles distribuidos de manera estratégica por el escenario, que en muchos pasajes, iluminaban el rostro de las protagonista, en momentos claves de la historia.
La escenografía es despojada, solo vemos unos cajones que tendrán múltiples usos y el agua que tiene un significado que no vamos a develar aquí, pero que con su sonido, aporta mucha paz al relato. La excelente puesta de Romanizzi, le proporciona al relato, una atmósfera íntima, necesaria para la trama y que la protagonista, explota a la perfección.
Las Promesas, está diseñada por el autor, como la primera pieza de una trilogía, que reflexiona sobre el tiempo, la muerte y el amor. Siendo Paula Fernández Mbarak, la elegida para las otras dos partes. Seguramente la pandemia, puede demorar por un tiempo los planes, pero en vista del resultado logrado aquí, esperamos ansiosos la continuación de esta trilogía.
No hay mucho más para agregar, solo recomendar esta obra, que nos cautivó desde su comienzo, por un texto bien elaborado, que sabe crear los climas y la atmósfera justa, para que la protagonista sin prisas y con un manejo estupendo de los tiempos, vaya moldeando un relato que a medida que transcurre, vá ganando en intensidad, para satisfacción de los espectadores, que siguen con atención total un relato pleno de poesía y sensibilidad.
Celebramos la aparición de jóvenes autores, que se animen a incursionar, con textos valiosos y profundos, invitando al espectador a reflexionar y a viajar con su imaginación a los diferentes escenarios, que irán apareciendo de la mano de una interpretación superlativa. Los prolongados aplausos que recibe la protagonista, al final de la función son un merecido premio por su actuación y un agradecimiento por seguir manteniendo bien viva, la llama del teatro independiente, en momentos en que lo más sencillo, sería quedarse en casa, esperando que el tiempo de esta maldita pandemia acabe.
Pensador Teatral.
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