Dramaturgia de Sandra Franzen. Dirección de Indio Romero.
Domingos 16 hs en Teatro Picadero ( Pasaje Santos Discépolo 1857 )
La talentosa prosa de Sandra Franzen vuelve al ruedo, con una ficción que mira hacia el interior de nuestras vastas pampas, para traernos un melodrama campestre, una historia que desnudará la opresión femenina en ámbitos rurales, donde la tradición se convierte en jaula y el cumplimiento de los mandatos sociales definen la existencia. Podremos ver como muchas veces, las mujeres se encuentran atrapadas en un círculo de sumisión y sus voces se apagan en un silencio forzados, buscando un espacio donde puede pronunciarse sin pedir permiso.
Y en esta historia cruda y profunda, la protagonista es Matilde ( Antonia Bengoechea ) una joven mujer casada con Avellino ( Vando Villamil ) un hombre mayor y patrón de estancia, que compró su dote en un matrimonio por conveniencia, acordado con el padre de la muchacha, era un práctica que era habitual en los comienzos del Siglo XX, fecha en la estimamos se sitúa temporalmente el relato. La relación de Matilde con aquel hombre es de total sumisión, se siente sometida a lo que dicte su esposo, que la considera una posesión más, en un paralelo con su ganado o sus cultivos, ella es una cosa más que le pertenece y puede disponer a voluntad.
Aquel hombre mayor está obsesionado por su descendencia, necesita un hijo a quien heredar sus campos y el tiempo se le acaba. Ya tuvo antes dos esposas antes y no logró ser padre. Es por eso que buscó una mujer más joven esta vez. Pero ya van dos años de matrimonio y el hijo no aparece. Avellino culpa a su esposa por la falta de resultados, la acusa de estar seca y no dar frutos. Ni se le ocurre pensar, que el problema seguramente es suyo. La curandera de la comarca, confirma el rumor que aquel hombre no tiene el don de la fertilidad, pero cuando Matilde intenta esbozar aquella teoría, la reacción encolerizada de Avellino la corta sin piedad y sus gritos se escuchan a kilómetros de distancia, ya que opinar no es algo que se le permita
El maltrato de aquel hombre para con la desdichada Matilde va en aumento y su vida se ha transformado en una pesadilla. Para colmo Avellino, le lanzará un ultimatum, advirtiéndole que si en los próximos meses no queda embarazada, la llevará a un convento cercano, para que pase el resto de sus días, cumpliendo duras tareas de servidumbre. Visiblemente afectada y totalmente acorralada la mujer urdirá un arriesgado plan, en el que deberá cerrar trato con Florencio Braida ( Felix Santamaria ), un joven criollo, trabajador golondrina y sin hogar fijo, que se ha ganado buena fama, recibiendo el ápodo de Toro, por haber cumplido servicios con varias mujeres de aquella geografía.
La charla entre la Matilde y Florencia, seguramente será el momento más divertido de una obra, donde la ferocidad es la característica distintiva. No vamos a contar más, porque los lectores ya se irán imaginando por donde irá el relato. Solo vamos a decir que unos meses después de aquella charla, la mujer finalmente quedará embarazada y llegará el hijo deseado a aquel hogar. El detalle es que Avellino sospechará del joven Braida que desde aquel viaje suyo, merodea más de la cuenta su rancho. Como podrán imaginar, la trama ganará en tensión e intensidad, pero vamos a cumplir con nuestra palabra y hasta aquí contaremos. Para saber que sucedió deberán ver la obra, algo que es una gran idea.
Vayamos a las actuaciones que presenta la obra, que son realmente notables. Arranquemos por Vando Villamil, un actor de gran trayectoria, que regresa a los escenarios porteños, con una gran composición de un villano tiempo completo. Autoritario, controlador, violento y enarbolando las banderas del patriarcado bien en alto. Impacta la presencia escénica de Vando, dando vida a un personaje que inspira temor. Fenomenal composición, un privilegio verlo en escena.
Ante semejante trabajo, cualquiera podría pensar que el resto quedaría eclipsado y en el primer tramo de la obra, eso es lo que ocurre. El ritmo lo impone Avellino y el resto debe acompañar. Pero de a poco irá ganando terreno, el personaje de Matilde, que finalmente será la protagonista del relato y se adueñará del mismo, siendo esto respaldado por el enorme trabajo de Antonia Bengoechea, que transita en gran forma los diferentes estados emocionales de su personaje, con una sensibilidad a flor de piel. Una verdadera revelación Antonia, mostrando estar a la altura de un protagónico realmente exigente.
Y el trío virtuoso, se completa con la muy buena actuación de Félix Santamaría como Florencio Braida. Con menos minutos en escena, logra darle frescura al relato con un personaje que retrata la pobreza de muchos gauchos, que debieron sufrir el poder de los patrones de estancia. Además de ello el vínculo con Matilde, pone algo de humanidad a la desdichada vida de aquella mujer. Muy bueno lo de Félix.
La puesta de Indio Romero es precisa y efectiva, logrando darle sensibilidad a un texto fuerte, exponiendo las emociones de los diferentes personajes. Destacamos el diseño escenográfico de Marcelo Valiente, mostrando un rancho austero, acorde con la atmósfera de desamparo que refleja la historia. El vestuario de Laura Spampinato, caracteriza en muy buena forma a los personajes, dando mayor credibilidad a la historia.
Y hasta acá vamos a contar, nos gustó y nos movilizó la propuesta de Maldita, que pone el foco en la crueldad del patriarcado y la naturalización de la mujer sumisa, que solo tiene posibilidad de aceptar lo que otros deciden, sobre su vida y su cuerpo. La historia puede remitirnos atrás en el tiempo y podemos pensar que el sometimiento de las mujeres es parte del pasado, pero entendemos que esto no es tan así, porque si bien en los últimos tiempos, el empoderamiento femenino ha avanzado, el camino hacia la igualdad plena sigue abierto, con resistencias y desafíos que nos recuerdan que la transformación aún tiene hitos a cumplir.
Recomendamos Maldita, se encontrarán con un texto muy bien elaborado por Sandra Franzen, una dirección sensible de Indio Romero y a un trío protagónico virtuoso, que se saca chispas en escena, invitando a reflexionar sobre como el deseo oprimido de una mujer, puede desplegarse como una fuerza silenciosa y sanadora, rompiendo las cadenas y yendo en la búsqueda de una libertad, que ponga fin a tantos padecimientos, aunque tal vez no sea ese el final feliz que muchos imaginaron.
Pensador Teatral.
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