Dramaturgia y Dirección de Gonzalo de Otaola.
Una vez más nos llegamos al Espacio Callejón, que sin dudas ya se ha convertido en un sinónimo de buen teatro y de brindar oportunidades a nuevos y jóvenes autores nacionales, que encuentran un lugar cálido y un público fiel, como el Callejón, apareciendo además una nueva camada de actores que de a poco vá ganando espacio dentro de nuestro rico teatro alternativo, donde sobra el talento y la pasión.
Indudablemente en lo mencionado en el párrafo anterior, tiene una fundamental injerencia, Javier Daulte, en el año 2015, se hizo cargo de este espacio y desde esa fecha el crecimiento y la calidad de los espectáculos, que brinda el Callejón, no se detiene y los amantes del teatro off, estamos agradecidos.
Pero hablemos de Una Fuga de Agua, la obra que nos convoca, opera prima de Gonzalo de Otaola, la pieza hace foco en las relaciones familiares y en los vínculos humanos. Nunca mejor aplicada aquella frase, que dice que cada familia es un mundo y en este caso, Gonzalo muestra una admirable habilidad, para contar esta historia, que nos introduce en el universo de esta familia, que nos resulta tan cercana, con historias tan próximas, que parece estamos viendo situaciones, que podrían ocurrir en nuestra propia familia y esto provoca un sentimiento de identificación en el espectador.
La historia nos muestra, a cuatro hermanos que se encuentran en la casa donde nacieron y de entrada no sabemos, cual es el motivo de esta reunión familiar, la trama tiene una intriga muy bien lograda, que hará que el espectador siempre esté atento, tratando de develar el misterio que envuelve a estos personajes.
Con el paso de los minutos, tendremos claro, que hace tiempo que los hermanos no se veían y se están reencontrando después de un largo tiempo sin verse y no hay dudas que el pasado provocó numerosas heridas, aún sin cerrar. Abundan los reproches, los pases de facturas, pero sobre todo el desconocimiento, por la vida del otro. Al ser hermanos y tener un origen en común, existen muchos recuerdos de momentos compartidos de la infancia, cuando vivían juntos en esa casa donde nacieron, pero algo ocurrió y en un momento determinado, sus vidas tomaron caminos diferentes, se dejaron de ver, de hablar y terminaron siendo unos verdaderos desconocidos, porque queda claro, que no tenían idea de aspectos muy relevantes de la vida de sus hermanos.
En esa noche de encuentro aparecerán confesiones, revelaciones y se evocarán muchos recuerdos de esa infancia que por momentos parece muy lejana y en otros parece que fue ayer. El problema, es que los recuerdos que ellos tienen no son iguales, parece que cada uno tiene una memoria selectiva y eligen que hechos quieren recordar y cuales parecen haber sido borrados de su mente hace tiempo.
No vamos a contar mucho más, solo decir que el recuerdo de la madre y el padre que ya no están allí, era permanente durante las charlas y que esas ausencias, fueron las que determinaron el alejamiento de los hermanos, que pese a tener tantos códigos propios, tantas complicidades vividas, tuvieron la decisión para alejarse de los otros, hacer sus vidas y nunca intentar volver a rehacer ese vínculo fraternal.
Llega el momento de hablar de las actuaciones, ya que esta interesante y fuerte historia, que por momentos expone situaciones de profundo dramatismo y que en otros hace reir mucho, tiene la capacidad de fluir, sobre todo por el peso del elenco, que dá vida a estos entrañables personajes.
Arranquemos con Carolina Pfaffenbauer, ella es Claudia, pese a que no es la mayor de los hermanos, deja claro que es la que tiene más carácter y la más seria de todos. Es la que permaneció con los padres, hasta el final y la que convocó al resto, para tratar un tema importante que requería que se reunieran ( no contamos el motivo para mantener el suspenso ). Además tiene una hija ( Angie ) que comparte esta velada especial con los cuatro hermanos. Carolina muestra una presencia escénica muy fuerte, además de protagonizar un monólogo que conmueve y redondea en general, una gran interpretación.
Silvina Katz, a la que recordamos por su papel de vidente en Clarividentes ( valga la redundancia ) , aquí dá vida a Susana, es la hermana mayor, pese a que no cumple ese rol familiar. Atraviesa algunos problemas de salud y se la nota con aire despreocupado, ajena al motivo que los reunió, está como en su mundo y sin querer entrar en conflicto con el resto de sus hermanos. Muy buena composición, en un personaje complejo y difícil de descifrar.
Mara Guerra, es una Ana imprevisible, que también muestra mucha personalidad y su peso entre los hermanos, con un duelo especial con el menor de ellos y cuestionando muchos hechos del pasado. Logra un muy buen tránsito de la euforia al enojo y encarna un personaje muy manipulador. Me gustó mucho lo de Mara, con un histrionismo para destacar.
Jorge Gentile, es Sergio, el menor de la familia, el único hombre entre tres mujeres. Acusado por las demás de haberse ido a España con dinero de la madre, Formó una relación que incluye un hijo, que no anda muy bien. En la obra sufre los embates de Ana, con la que tiene una relación muy particular, donde el sometimiento, es un rasgo que resalta. Una entrega total la de su personaje, con algunas explosiones de ira que impresionan y llevando en gran forma su papel. Tal vez la actuación más destacada de la obra, magnífica su interpretación.
Bueno ya presentamos a los cuatro hermanos, pero los actores son cinco, nos falta, Angie, interpretada por Luli Torn, la hija adolescente de Claudia. Parece ajena a la charla de mayores, pero por momentos muestra su madurez y es una de las que más empeño pone para dilucidar los misterios y los grises que envuelven los recuerdos de esta familia. Desenfadada, además monta un inquietante jueguito de seducción ( o será real ? ) con su tío Sergio, que pondrá en alerta a su madre. Hay que destacar el trabajo de Luli, también la vimos lucirse en Clarividentes, es una joven actriz con mucho ángel y le auguramos un promisorio futuro. En nuestra opinión es la revelación de la obra.
Como puede apreciar el lector, un elenco muy parejo, que muestra un gran entendimiento y se los nota disfrutar en el escenario.
La puesta es cálida, nos pareció excelente el diseño escenográfico de Esteban Siderakis, representando ese hogar familiar que en algún momento vió unida a esta familia y también destacamos el diseño de luces de Sebastián Francia acompañando los distintos estados que requiere el director.
En definitiva, un aprobado gigante, para Gonzalo de Otaola, en ésta, su opera prima, una historia sencilla, pero profunda y con mucha intriga, que nos habla de vínculos familiares, de los secretos que se esconden dentro de cada familia, de broncas que perduran y de como muchas veces, la vida y los caminos que se eligen, lamentablemente pueden alejarnos tanto de los afectos familiares.
El prolongado aplauso que reciben los actores al final de la función, confirman que quedaron muy satisfechos con la noche de teatro vivida y que el Espacio Callejón, sigue ofreciendo espacio a nuevos autores, que tienen historias interesantes para compartir.
Pensador Teatral.