Dramaturgia. Julio Molina y Gabriel Martín Fernández. Dirección: Julio Molina.
Jueves 20 hs y Sábados 22 hs en Teatro del Pueblo ( Lavalle 3636 )
Una entrañable y sensible historia de inmigración llega de la mano de Galego, texto escrito por Julio Molina y Gabriel Martín Fernández, quien además es el protagonista, de este unipersonal cargado de emociones y riquísimo en imágenes que nos contará la historia de un inmigrante que llegó a nuestro país en barco desde Galicia a comienzos del Siglo XX, como lo hicieron tantos otros, que huyendo del hambre y la guerra, llegaban a estos lares, en búsqueda de un futuro mejor.
En el inicio de la obra, veremos a Galego un hombre mayor, pelando cebollas y arrancando un carrousel de recuerdos de aquella infancia feliz en Galicia, tierra llena de bendiciones y abundancia, hasta la aparición de Franco y la Guerra Civil que además de generar muertos y encarcelamientos para el que que se oponía a su pensamiento, sembró el hambre en aquellas prosperas tierras. Aquellos recuerdos felices se esfumaban, la alegría de los bailes, la lluvia constante que bendecía los cultivos, los olores de las comidas típicas y tantos momentos felices, parecían desvanecerse por completo con la llegada de la Guerra.
Una cebolla podía ser el único alimento que tenía una familia en todo el día, había que hacer malabares para conseguir los alimentos y hasta comer un pedazo de pan se había vuelto casi un imposible. Por eso cuando la tía Pepa desde Buenos Aires, le mandó una carta a la familia pidiendo que Galelo, el mayor de los dos hermanos, viniera para Argentina, país donde ella había llegado ya hace unos años, cambió todo. Era la gran oportunidad de escapar de la guerra y forjarse un futuro, con un trabajo digno que le permitiera traer más tarde a toda la familia.
Y así como fue Galego solito con su maleta, fue llevado por su padrino al puerto de Vigo, desde donde zarparía un barco hacía Buenos Aires. Al llegar a estas tierras lejanas, Pepa lo recibió con honores, le dio techo y comida, lo acogió con una sola condición, tenía que trabajar duro para poder ganar pronto el dinero, que le permita mantenerse y traer luego a sus padres. Y así fue como Galego, consiguió trabajo en una ferretería del que era dueño un tano bastante cascarrabias, que no lo dejaba tiempo libre para jugar fútbol en el potrero, donde el Galleguito mostraba su talento y esta fue la principal razón que lo motivo a dejar la ferretería y conseguir un trabajo mejor en un corralón.
El relato no es lineal en el tiempo y Gabriel viaja permanente entre Galicia y Buenos Aires. Por momentos está caminando por las rías gallegas y en otros estará en el patio de Bernal, en esa casa que levantó con sus propias manos, con la ayuda de su padre, que fue el primero al que pudo traer. Juntos terminaron la casa y allí pudieron enviar el dinero para que venga su madre también. El hermano mayor que estaba de novio, se quedó en Galicia. La familia ahora era de tres integrantes, que trataban de echar raíces en el nuevo hogar, pero añorando siempre su tierra natal.
La interpretación de Gabriel Fernández conmueve. Por su emocionalidad e intensidad dramática, con una entrega absoluta y una pasión admirable. El protagonista es hijo y nieto de gallegos, lleva a Galicia en la sangre y eso se nota a la legua. La dramaturgia precisamente se nutre en gran parte de la memoria de las historias de su abuelo, que el actor acercó, para junto a Molina que sumó anécdotas de un vecino gallego, para dar el toque final a este entrañable relato.
Siempre es complejo, llevar adelante un unipersonal, pero esto aquí no parece cumplirse con nuestro Galego, que con maestría maneja los tiempos, mechando recuerdos alegres y divertidos con los momentos oscuros de la Guerra Civil. Las imágenes llegan como pinceladas y la atmósfera del Teatro del Pueblo se llena de recuerdos y la imaginación vuela gracias a la enrome interpretación del protagonista, que nos hace viajar con sus añoranzas. El relato atrapa y emociona. La cuarta pared se rompe en más de una vez, ya que el protagonista invita a que el público participe.
Nos encantó la composición de Gabriel, siendo uno de los mejores trabajos que vimos este año y les aseguramos que varias obras por semana. Hipnotiza a la platea, con ese gallego aporteñado, que obliga al público a afinar el oído, para entender todo lo se dice, algo que se logra gracias a la pericia y gestualidad del protagonista. Una interpretación fantástica de Gabriel Fernández, desde el corazón y para poner en un cuadrito.
La puesta de Julio Molina es muy bella y consigue darle una atmósfera intima y familiar al relato. El diseño escenográfico de Alejandro Mateo es muy acertado, la iluminación de Ricardo Sica contribuye a crear los climas que los diferentes momentos de la historia pide y el diseño sonoro y la música original de Rony Keselman, son aportes importantes que además de dar belleza y poesía al texto, brindan un marco ideal para el lucimiento del protagonista.
No queda demasiado para agregar, solo decir que nos conmovió propuesta de Galego, ya que nos remonta a nuestros orígenes, porque en el texto se toma una historia de inmigración en particular, pero se refiere a muchas otras y las comprende. Como dato de color, mencionar que se presentó un proyecto en la Legislatura Porteña para que se declare a la obra como de interés cultural, por su aporte a la reconstrucción histórica de nuestro país y por la forma conmovedora en que se transmiten las vivencias y sentimientos comunes a las millones de personas que llegaron al país por aquellos años y dieron su aporte para que Argentina en aquellos tiempos se convierta en una tierra de oportunidades, a la que todos querían llegar.
Por todo lo mencionado, recomendamos no se pierdan esta joyita del teatro independiente, que arrancó solo un día por semana y ahora lleva dos, agotando las entradas en todas sus funciones, gracias al boca a boca, que es la mejor herramienta de difusión. Quienes vean la obra, disfrutarán de un texto hermoso, lleno de imágenes y poesía, potenciado por la fenomenal composición del protagonista.
Y en el final, me permito una disgreción, ya que en lo personal la obra me llegó al corazón de manera especial y con gran emoción, debido a mis orígenes, ya que José Porta, mi abuelo materno a quien no conocí nació en Cambados, un pequeña localidad de la provincia gallega de Pontevedra, mi mamá Graciela y mi tía Mirta nacieron en Buenos Aires, pero desde siempre abrazaron la cultura gallega y su legado. Ninguno de los mencionados, está hoy físicamente en este plano, pero no tengo dudas que estuvieron conmigo en la sala, viendo Galego y se emocionaron tanto como quien escribe estas líneas, gracias a esta maravillosa obra que el teatro independiente nos regala y tuvimos el enorme privilegio de ver.
Pensador Teatral.