Dramaturgia de Analía Mayta y Dirección de Leticia Tómaz.
Una propuesta muy atractiva la que nos trae Piso 35, que con mucho humor, situaciones desopilantes y absurdas, reflejan como es el trabajo en muchas oficinas en estos tiempos actuales, donde domina la automatización, el individualismo y donde dejamos de pensar, todo lo que se hace, es por reflejo o por cumplir los procesos, pero dejamos de lado, nuestra cabeza para pensar y nuestro humanidad.
La historia nos presenta una empresa muy especial, en la que el número 35 predomina, es una de las 35 empresas del grupo económico, se ubica en el piso 35 del edificio y la acción que veremos se desarrolla en el piso 35. La relación con el número sigue, ya que la empresa tiene como costumbre, despedir a sus jefes, cuando superan los 35 años, promoviendo entonces a gente joven de la compañía que pugnan por las oportunidades de ascender.
En esta sector particular, trabajan cuatro oficinistas que lucharán por el ascenso, ya que su jefe está a punto de cumplir la edad límite y todos quieren ese puesto, por lo que se generará un clima de locura interna y de competencia en la lucha por ese puesto.
La obra tiene una gran dinámica, la puesta es muy ágil y provoca muchas risas en el público, ya que los diálogos se sostienen, sin dar tregua y se dan muchas situaciones graciosos, desde lo verbal y desde lo corporal..
Este ritmo que tiene la obra, se explica en gran parte, por las muy buenas actuaciones, que tiene la pieza. Como ocurre en todas los lugares de trabajo, las personas que allí trabajan, son las que determinan la cultura de cada empresa y dentro de la misma, conviven personalidades de todo tipo.
En este caso, detectamos dos bandos claros entre los oficinistas, por un lado las palomas, los más, dóciles, los que tratan de no perder la humanidad y crear vínculos con sus compañeros, ellos son Taborda, interpretada por María Ema Mirés, que tiene una teoría particular, sobre que las personas se parecen mucho a los crucigramas, intenta ponerle onda y una sonrisa a la oficina, pero en el ambiente existente, es una misión casi imposible. En el mismo bando, podemos ubicar a Federico Torres, como Ramírez, intenta contener a Taborda, trata de ser amable y crear buen clima. Será pieza clave de la historia, ya que recibe un llamado del jefe, para que vaya a verlo, algo que desata la locura y todo tipo de teorías, en sus compañeros. Muy buenas sus interpretaciones.
Del otro lado, están los halcones, los más despiadados, por un lado Ezequiel Olazar, como Piccolinni, rígido y estrucuturado, con algunos tics y movimientos ampulosos, se mostrará bastante inhumano y egoísta. Ahora quien se lleva las palmas, en cuando a ser despiadada y no tener miramientos es Szokolofsky, personaje magistralmente interpretado por Analía Mayta, que a su vez es la autora y que juega en gran forma su doble papel. Intolerante, agresiva, disconforme con la patronal y sin filtro en sus dichos, es una personalidad que en la mayoría de los grupos laborales se encuentran.
Ambos se lucen muchísimo.
Sus formas de ser son muy diferentes, pero en lo que los cuatro coinciden es, en la enajenación que muestran para cumplir con las rutinas que les marca su trabajo diario, siendo estos momentos muy graciosos, ya que se desenvuelven en forma muy coordinada y parecen robots.
Un muy buen trabajo de los cuatro oficinistas, pero nos falta un protagonista, que será clave en la trama, nos referimos a Rogelio, interpretado por Daniel Grbec, con muchos años en la empresa, es personal de limpieza, diferente en su forma ser a los jóvenes oficinistas. A diario y una vez finalizada la jornada laboral de oficina, llega con gran dedicación, para limpiar las oficinas vacías. Pero ese día será diferente, ya que Rogelio se cruzará con los oficinistas y este encuentro deparará una serie de situaciones reveladoras, que no adelantaremos para conservar el suspenso.
A las muy buenas actuaciones que tiene la pieza, debemos sumarle la puesta muy interesante que nos presentan, arrancando por una escenografía algo futurista, compuesta por unos cubos blancos que se iluminan, pueden acoplarse y tienen diferentes funciones.
La iluminación es otro punto a destacar, blanca y bien típica de oficina, dá la ambientación justa a la trama. Por último, mencionar el colorido y alegre vestuario que lucen los protagonistas, que le dá un valor agregado a una puesta, que como puede observar el lector, cuida muchos los detalles.
En definitiva, nos llevamos una agradable sorpresa con Piso 35, un guión ágil y muy entretenido que escribió Analía Mayta, que como dijimos desde el ángulo del humor y el absurdo, desnuda situaciones laborales, que al verlas en crudo, nos causan risas por lo exageradas que parecen, pero que en verdad son parte de la triste realidad.
Una propuesta fresca y entretenida, que permite a este elenco joven y talentoso, mostrar todo su histrionismo, para que el público se divierte mucho con la historia, riendo a carcajadas, pero también reflexionando, con lo que irá viendo.
Las localidades agotadas, que tuvo la obra en gran parte de la temporada y el aplauso generoso que reciben los actores al término de la función, no dejan dudas que la obra gustó mucho y desde este humilde espacio, esperamos haya Piso 35 para rato.
Pensador Teatral.
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