viernes, 12 de octubre de 2018

La Cuna Vacía.

Dramaturgia y Dirección de Omar Pacheco.







Viernes 21 hs en Teatro La Otra Orilla.

Estamos en presencia de una obra, que lleva nada menos que doce años en cartel. Se estrenó en 2006 y sigue presentándose en la actualidad, con una respuesta sensacional de un público, que agota las localidades en cada función.

Viendo la obra, no quedan dudas, acerca de las razones que explican este fenómeno, La Cuna Vacía, es una joya del teatro independiente, una propuesta diferente a cualquier otra obra, tiene un estilo propio, funcionando como una pieza de relojería, con una puesta fantástica, donde cada movimiento está sincronizado y cada escena está pensada en detalle.








Omar Pacheco, es un dramaturgo brillante, que inició su carrera en el mundo del teatro en la década del 70, cultor del perfil bajo y siempre lejos del ruido de los medios. Tuvo que exiliarse en Estados Unidos y Brasil, durante los años de la dictadura y cuando retornó al país, conformó el grupo Teatro Inestable y en 1994 fundó la sala La Otra Orilla, en pleno barrio de Once, que hoy es su reducto, su casa, en la que presenta sus obras y trabaja con mucha pasión, junto a un equipo de actores muy talentosos, que comparten su filosofía de trabajo y de vida.

Omar es un creador, que eligió estar a contramano de las normas del teatro convencional, eligiendo apostar por la exploración, por la sensibilidad, pugnando por un teatro distinto, donde los cuerpos y las imágenes sean los transmisores del mensaje y no la palabra,  como ocurre habitualmente. Su apuesta además de novedosa, requiere muchísimas horas de ensayos, de investigación y un compromiso absoluto de los actores, que deben entregarse por completo a su exigente método, que tiene un sello propio, que lo distingue en Argentina y fuera del país ya que su metodología trascendió las fronteras.









Yendo a La Cuna Vacía, podemos decir que tiene una potencia notable, la puesta no dá respiro, las imágenes se suceden, la oscuridad reina y la poesía está presente en todo momento. Lo real y lo onírico están en permanente conflicto, los actores aparecen y desaparecen casi por arte de magia, gracias al magistral diseño de iluminación que tiene la obra.

El silencio con que el público acompaña el desarrollo de la pieza es absoluto, el espectador sigue atento cada escena, casi con devoción, se sorprende permanentemente con el despliegue escénico, el foco de atención cambia permanentemente, ya que las acciones se desarrollan simultáneamente en diversos planos,en el escenario convencional, en un piso superior y en un lateral con títeres ( genial este recurso ) , no queremos contar demasiado, para que aquellos que no vieron la obra, se sorprendan como lo hicimos nosotros.

Solo decir, que palabra está casi ausente en la obra, sólo uno de los actores, aparece en alguna ocasiones, como una suerte de presentador y dueño de un juego macabro que se representa y cuyas reglas, el se encarga de enunciar.








El trabajo de los actores es admirable, la precisión y la coordinación con la que ejecutan sus movimientos y coreografías asombran. Se nota que para lograr el producto final que los espectadores ven, hay muchísimas horas de trabajo atrás. Además se nota a todos los integrantes del elenco,  comprometidos y orgullos de formar parte de un proyecto,  que saben es emblemático.

Vamos a mencionar a todos los integrantes del elenco, ya que todos resultan piezas fundamentales para el conjunto que resulta la obra y creemos es justo dar sus nombres, Valentín Madeiros, María Centurión, Ivana Noel Clará, Luciana Capriotti, Betiana Cueva Kaio De Almeida, Cintia Gauna, Samanta Iozzo, Agustina Miguel, Melissa Ribelotta Domecq, Emilia Romero, Muriel Sago y Ginna Alvarez, esperemos no haber olvidado a ninguno.
Si bien alguno de los mencionados, se destacan más, por estar más tiempo en escena, compartimos la filosofía del elenco, que prefiere resaltar el grupo en su conjunto y no individualizar, algo que también habla de la humildad y perfil bajo, que seguramente heredan del director.

La Cuna Vacía, aún no lo mencionamos, nos habla del desgarrador dolor de la ausencia, de la apropiación de los bebés, del sufrimiento conmovedor de esas mujeres que luchan por volver a ver a sus seres queridos. Omar como dijimos antes, estrenó este obra en 2006, para recordar los treinta años del golpe de 1976, donde comenzó la dictadura más sangrienta que vivió Argentina, con la intención de que su obra, sirva como testimonio de los años de lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayor por verdad,  justicia y memoria.








Lo notable de Omar, es que realiza este homenaje de manera sutil, Pacheco no gusta de las obviedades y sabe introducir el tema con un vuelo poético que apabulla por su belleza, sugiriendo mucho sin ser explícito,  llevando al espectador a vivir una experiencia que estimulará sus sentidos y lo movilizará, no pudiendo quedar indiferente, ante la contundencia de las imágenes que recibe.

La puesta es fantástica y riquísima, con una minuciosidad y una sincronizacion que dejan al espectador con la boca abierta. el sistema de luces creado por el mismo autor en La Otra Orilla es impactante, la oscuridad es interrumpida, por haces de luz, que surgen de diversos lugares y ángulos, iluminado a los protagonistas y dejándolos en las oscuridad absoluta, en cuestión de segundos. Tampoco podemos dejar de mencionar la notable musicalización que presenta la puesta, acompañando y suavizando algunos momentos duros de la trama.

No queremos contar más, consideramos que La Cuna Vacía, es una de esas obras imprescindibles, que deben verse casi en forma obligatoria, ya que es una experiencia multisensorial, que no vamos a ver a menudo, con la que el espectador se conmoverá.









Sin dudas, estamos en presencia de un espectáculo que rompe con las convenciones establecidas, un trabajo multidisciplinario, que se caracteriza por la belleza de sus imágenes, por la fuerza de la puesta y principalmente por su nivel de excelencia. que es una verdadera joya, que el teatro independiente nos ofrece,

Nuestras felicitaciones a Omar Pacheco y a su grupo de Teatro Inestable, por La Cuna Vacía, que sin dudas, ya tiene un lugar, entre las mejores obras que dió nuestro teatro en las últimas décadas y seguir teniéndola en cartel, es algo que ningún amante del teatro, debe perder de vista.

Para ver y volver a ver más de una vez, para emocionarse y conmoverse, con esta verdadera joya de nuestro teatro independiente, que lleva doce años en cartel y que auguramos seguirá por mucho años más.



Pensador Teatral.



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