viernes, 17 de junio de 2022

El Amante de los Caballos

Adaptación y Dirección de Lisandro Penelas.






Viernes 20 30 hs en Moscú Teatro ( Ramírez de Velasco 535 )

Si hay algo que disfrutamos mucho, son los momentos previos que ocurren antes de ver alguna obra, como El Amante de los Caballos, que viene precedida de excelentes críticas, giras exitosas por el exterior y acumula ya varios años en cartel, en este caso, ya son ocho las temporadas desde su estreno. El disfrute se produce por esa adrenalina que se genera el saber que vamos a ver una propuesta especial, ya que sin dudas esta vigencia en cartel, solo lo logran contadas obras,  entonces tener la chance de poder ver una de estad obras especiales y descubrir las razones de ese suceso, es un privilegio que no ocurre todos los días.






Y lo más lindo de todo, es confirmar al final de la función, que todas esas expectativas previas que teníamos y en algunos casos como este, superar las mismas. Pero bueno no arranquemos por el final, seamos ordenados. Contemos que el texto de Lisandro Penelas, es una estupenda adaptación del libro El Amante de los Caballos, que reúne dos cuentos de Tess Gallagher, una de las poetisas estadounidenses más reconocidas de los últimos años-

Lisandro sabe extraer la riqueza y belleza del texto, para adaptarlo en formato de unipersonal y situar la historia en algún pueblo de nuestro interior, para acompañarla con bellas melodías de chamamé y una puesta con toques campestres,para que  el espectador tenga la impresión de que la obra fue escrita por algún autor vernáculo que se inspiró en alguna historia acontecida en nuestras pampas.





La obra nos hablará de los recuerdos familiares que tiene nuestra protagonista, algunos transmitidos por su madre, que le hablaba de ese abuelo tan particular que tuvo. Un borracho que quería más a los caballos que a su propia familia. Esa era la sentencia hiriente que lanzaba su madre con bronca. Otros decían que su abuelo, era un ser que tenía dones especiales, que lo conectaban con la naturaleza y en especial con los caballos, con los que se comunicaba mediante susurros.

Otros recuerdos eran propios, como los de su padre, jugador de cartas de profesión como el mismo se definía orgullosamente. Ya se había ido de la casa, cuando su madre le pidió que volviera, porque su padre estaba atravesando una enfermedad terminal con pronóstico desalentador y se estaba comportando de manera muy extraña. Sintió que debía volver y acompañarlo en esos momentos tan particulares, de despedida, donde se huele la llegada de la muerte.

El relato es atrapante, por momentos resulta hipnótico, muy rico en imágenes, con una poesía que estremece por su belleza y además tiene un tinte fantástico y místico, que lo convierte en mágico. Ahora nada de esto ocurriría, de no ser por la composición brillante que realiza Ana Scannapieco, que abraza su personaje con amor y pasión, llevando las riendas del relato con maestría.






Resulta un verdadero placer ver a Ana en escena, admirar la cadencia y ese ritmo pausado con el que maneja los tiempos de la historia, los silencios, la forma en que camina el escenario, los rituales ejecutados, sus miradas, los susurros, etc. Como dijimos antes, el espectador sigue con un silencio absoluto, tratando de no perder detalles de una interpretación sensible y llena de detalles en esa atmósfera íntima que el relato propone y que una Ana Scannapieco soberbia nos acerca.

No queremos contar demasiado de la historia, para conservar el misterio y dejar que se sorprendan cuando vean la obra, como hicimos nosotros. Les aconsejamos que se dejen llevar por un relato que cautiva y una interpretación de esas que quedan en el recuerdo.

La puesta que presenta Lisandro Penelas, colabora para darle a la historia y a la protagonista, el marco de intimidad que pide el texto. Hay un diseño escenográfico logrado de Gonzalo Cordoba Estevez, dotando al ambiente de gran cantidad de objetos campestres y del universo equino. El diseño lumínico de Soledad Ianni colabora a crear propicios climas para relato y por último mencionar esos chamamés que suenan de fondo y que aportan frescura y cercanía a la obra. 






No queda mucho más que decir, pasamos un momento reconfortante viendo de El Amante de los Caballos, una obra que llena el alma, navegando entre lo real y lo onírico, con un texto pleno de poesía, imágenes y recuerdos familiares, que se vuelcan a la historia que Ana Scannapieco transforma en un relato sensible y por momentos mágico, que llega al corazón del espectador.

Nos gustó mucho la obra y por eso la recomendamos ampliamente, gran hallazgo de Penelas que adaptó este bellísimo cuento y encontró a una intérprete fantástica para llevarlo a escena, logrando ambos esta verdadera  joyita del teatro independiente, que el espectador tiene a su alcance y no debería perderse, porque historias se cuentan muchas, pero de susurradores y caballos bailarines, no recordamos muchas.



Pensador Teatral.





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