Dramaturgia de Pablo Finamore y Claudio Martínez Bel. Dirección de Claudio Martínez Bel.
Viernes 20 30 hs en Teatro del Pueblo ( Lavalle 3636 )
El teatro en algunas ocasiones nos sorprende con textos originales y muy inteligentes que renuevan nuestro amor por este arte y Olvidate del Matadero, es uno de esos casos. Con una dramaturgia exquisita y una interpretación fantástica, este unipersonal está estructurado para que el espectador se enganche de entrada, con un relato, que a medida que pasan los minutos crece en interés y efervescencia, convirtiéndose en una historia entrañable.
A modo de introducción, contemos que la obra está basada en El Matadero, texto de Esteban Echevarría, escrito entre 1838 y 1840, pero publicado veinte años después de la muerte del autor, siendo considerado el primer cuento argentino y de lectura casi obligatoria en todas las escuelas secundarias. En medio de la pandemia, Pablo Finamore se encontró con aquel libro y luego de leerlo, notó en aquella prosa, una demonización del otro bando, que no le resultó agradable y encendió sus ganas de hacer algo con aquel texto.
Y ese fue el germen de la obra, Finamore le envió una primera idea del proyecto a Claudio Martínez Bel, proponiéndole además que sea su director y este a su vez, acercó el monólogo a Mauricio Kartun, que con toda su experiencia, aceptó convertirse en el supervisor del texto. Y con este triángulo virtuoso , se alumbró este unipersonal, que tuvo más de cuarenta versiones, hasta llegar a la versión definitiva, que actualmente se presenta en la sala principal del Teatro del Pueblo.
La obra con gran pericia, se atreve a interpelar el cuento de Echeverría, lo pone en duda y lo hace con un enfoque inteligente, ya que no se coloca en la vereda de enfrente para hacerlo. Quien lo hará es Misky, un opa, un débil mental, el hijo de la criada de Echeverría, que en una casa llena de libros, encontrará un manuscrito de El Matadero, lo leera y recibirá la seria advertencia del autor, que lo obliga a olvidarse del texto que leyó. Pero no será tan fácil para Misky, que si bien puede tratar de olvidarse lo que leído, no vá a poder olvidarse de sus recuerdos.
Decimos esto, porque él estuvo presente aquel día en el matadero y fue testigo de una historia, que difiere de la contada en aquel texto que encontró. O eso cree. Porque a Misky le cuesta entender las cosas, el lee sin parar todo aquello que llega a sus manos, pero la mayoría de las cosas no las entiende, solo las lee y las recuerda. Por eso, que sea un opa, quien interpele la historia oficial, tiene mucho mérito, ya que no tiene un espíritu crítico desde lo político. Con ingenuidad y simpleza, contará los hechos que recuerda y luego el público sacará sus conclusiones. Y hasta allí vamos a contar para no develar más, de una historia, que está contada en forma excelente y de a poco irá mostrando las cartas.
El relato tiene un cadencia y un ritmo que envuelven al espectador, casi de manera hipnótica. Esto sucede gracias a la genial interpretación de Pablo Finamore. Un actor de raza, que abraza con pasión al proyecto y al personaje de Misky, un loco lindo de esos que todos los pueblos tienen, con pocas luces y querido por todos. Con una composición precisa, Pablo nos llevará a la Buenos Aires de 1840, época en que la ciudad era una gran aldea y el lechero pasaba por las casas toda las mañanas.
La interpretación de Finamore cautiva a la platea, le pone el cuerpo a ese personaje que habla con su dedo ensangrentado y que habla con su mamá que ya no está presente, pero que lo sigue guiando desde el cielo. Misky está leyendo papelitos sueltos que saca de sus bolsillos, imitando el ruido de las vacas, chanchos, caballos, los pájaros y de todos aquellos personajes que desfilaron aquella mañana en el matadero, contando con detalles y una poética lograda, con los recuerdos que perduran en su mente. Genial actuación de Pablo, a quien vimos por primera vez, hace más de diez años en Salvaje, un unipersonal donde nos sorprendió con una actuación para el recuerdo. Muchos años después nos vuelve a deslumbrar con otra interpretación exquisita.
La puesta que presenta la pieza, es minimalista, solo acompañan al protagonista en el escenario, una escultura escenográfica, ideada por Adriana Estol, que cumple diversas funciones. El vestuario de época también es de Adriana. Ambos rubros se destacan, al igual que la iluminación de Agnese Lozupone, aportando lo necesario, para que relato se luzca.
No queda demasiado para agregar, solo volver a resaltar y valorar la idea, de este tipo de dramaturgias , que se animan a salir de lo convencional, de aquellos clásicos y textos ya representados muchas veces, para apostar con una idea nueva, que sin dudas requiere mucho trabajo, pero que el resultado bien vale el esfuerzo, ya que se presenta una historia muy rica, que además de repasar un hecho histórico, invita a que el espectador reflexione, sobre como muchas veces verdades que parecen incontrastables, pueden no serlo tanto.
Recomendamos vean Olvidate del Matadero, se encontrarán con un relato atrapante que los invitará a viajar a la vida cotidiana de la Buenos Aires del 1800, donde la rivalidad política del momento era entre federales y unitarios. La historia tiene mucho humor, referencias históricas muy interesantes y todas ellas contadas por un actor del calibre de Pablo Finamore, que merece verse y que al final de la función recibe los aplausos emocionados de un público feliz por haber disfrutado de una gran noche de teatro independiente.
Pensador Teatral.