Dramaturgia y Dirección de Natalia Villamil.
Domingos 19 hs en Teatro del Pueblo ( Lavalle 3636 )
Un texto intenso y por momentos desgarrador, es el que nos acerca Natalia Villamil, autora de Como Vaca Mirando un Tren, atractivo título que presenta su nueva obra, en la que indaga en el interior del universo femenino, la relación con los hombres y como muchas veces las situaciones de violencia reiterativas, un día que parece como cualquier otro, pueden encontrar un límite.
La protagonista de esta historia estructurada en formato de unipersonal, vive en una casa en medio del campo y nos hablará acerca de que el ser humano es un animal de costumbre y que repitiendo alguna acción en un par de oportunidades, ya puede incorporarse esa conducta como normal, por más que no lo fuera tanto. La clave aquí es la repetición de conductas y cuanto menos pensemos lo que estamos haciendo, mejor funciona la teoría.
Este relato inicial de Laura Névole, tiene humor y mucho de absurdo, siendo por instantes desopilante, pero si prestamos atención a sus palabras, enseguida notamos que su discurso denota un tedio por la rutina diaria, hay desesperanza, con jornadas que pasan de manera lenta, quedando en evidencia lo profunda, que es la soledad que la atraviesa.
Pero de a poco, el humor irá desapareciendo y el discurso se empezará a volver sombrío y oscuro, cuando la protagonista cuenta que todas las noches su oso llega a la casa luego de cumplir su jornada laboral y por algunas referencias circunstanciales, enseguida notamos que en ese hogar hay un aura de violencia y una situación de maltrato instalada.
Y hasta allí vamos a contar, solo adelantaremos que en algunas oportunidades, los caballitos mansos que acostumbran a bajar la cabeza y soportar el rebenque y el maltrato diario de su dueño, algún día pueden rebelarse y mejor que ese día el maltratador corra rápido, porque la bronca acumulada por tanto tiempo, puede desencadenar en una venganza sin freno.
El texto de Villamil es profundo y tiene un alto componente poético que lo realza, pero también tiene un grado de complejidad, que requiere una gran intérprete para llevarlo adelante y sin dudas que en Laura Névole, encontró a la persona indica para llevarlo adelante. Laura es una actriz de enorme valía, que nos deslumbró hace un par años cuando la vimos brillar en un unipersonal llamado Trópico de Plata. En esta obra, que tiene algunos puntos en común con aquella, nos vuelve a impresionar con una composición fantástica.
La contextura actoral de Nevole, es inversamente proporcional a su menuda contextura física. Enorme actriz, con gran presencia escénica, ofrece aquí una interpretación completa, salvaje por momentos, gutural y con una entrega corporal absoluta. Nuevamente vemos un gran trabajo de Laura y siempre es un placer verla en escena.
La puesta que nos propone la directora es minimalista, con un diseño escenográfico de Rodrigo González Garillo que muestra una casa que denota la falta de libertad que tiene la protagonista, con esas rejas y alambrados que dominan el ambiente Y mención especial también para Carla Rímola a cargo de las coreografías de la protagonista, que tanto habla con su cuerpo, a lo largo de la trama.
Para ir terminando, confirmar que Como Vaca Mirando un Tren es una obra potente, que de ninguna manera pasa inadvertida, arrancando de manera calma, pero a medida que los minutos corren, irá ganando en intensidad, para sorprendernos en la parte final, con un desenlace que dejará con la boca abierta a más de un espectador.
Nos gustó mucho la obra, por la crudeza de su texto que pone de manifiesto las situaciones de violencia diarias y silenciosas que sufren muchas mujeres y como muchas veces por costumbre, algunos comportamientos están naturalizados por la sociedad. A la rica dramaturgia, sin dudas hay que sumarle la soberbia composición de la protagonista, que permite que disfrutemos de un gran momento teatral. Los aplausos prolongados que resuenan al final de la función en la sala, son el cierre justo, para la intensa noche de teatro vivida.
Pensador Teatral.