Dramaturgia de Mario Diament. Dirección de Daniel Marcove.
Lunes 20 30 hs en El Tinglado ( Mario Bravo 968 )
La pluma de Mario Diament, uno de los autores más prolíficos y reconocidos de nuestro teatro, ya nos tiene acostumbrados a presentar propuestas basadas en hechos reales, que se convierten en ficciones teatrales que atrapan al espectador. Mario es un verdadero especialista en bucear en la historia y rescatar de ella, sucesos de gran interés, que en muchos casos no son tan conocidos y por el público en general. Y la que cuenta El Cazador y El Buen Nazi, sin lugar a dudas es una de esas historias que merecen contarse.
La obra nos hablará del encuentro que tuvo lugar en Viena en el año 1975, entre Simón Wiesenthal, el famoso cazador de nazis y Albert Speer, ministro de Armamento y Producción de Guerra de Hitler, un puesto bien alto en la jerarquía nazi, de aquellos nefastos años. La inédita reunión se dió en el Centro de Documentación de Viena, el lugar de trabajo de Wiesenthal, en su oficina repleta de expedientes con sus investigaciones y uno de los que formaban parte de esos expedientes, estaba ahora allí frente suyo.
Aquel encuentro tuvo una significación histórica de relevancia, ya que Wiesenthal era sobreviviente de los campos de concentración. A él nadie le contó como fue aquel horror, él lo vivió en carne propia y de manera milagrosa pudo escapar allí. Seis millones de judíos no tuvieron su fortuna. Quien ahora dedicaba su vida a encontrar datos que permitieran cazar a los nazis que escaparon de la mano de justicia, huyendo a los países más diversos del planeta, ahora oficiaba de anfitrión del arquitecto Speer, jerarca nazi, cercano a Hitler, considerado para muchos el nro 2 en la escala jerárquica.
Al término de la guerra Speer, fue condenado en los juicios de Nuremberg y sentenciado a veinte años de prisión, pena que cumplió en la cárcel berlinesa de Spandau. El arquitecto de Hitler, era muy inteligente y tenía una gran formación. Sus modos correctos y amables , no parecían encajar con los de un criminal de guerra y se supone que con ello sedujo a los jueces del tribunal, alegando que desconocía los planes de exterminio hacia los judíos de Hitler. Le creyeron y por eso obtuvo una condena exigua, en relación a los crímenes cometidos.
Yendo ya a la obra, contemos que la trama logra transmitir la tensión que se respiraba en aquella pequeña oficina. El ambiente reinante era de desconfianza y las miradas de ambos lo denotaban. Wiesenthal, interpretado de manera magistral por Jean Pierre Noher, no creía posible que alguien con la inteligencia de Speer, representado por Ernesto Claudio, pudiera desconocer la gravedad que tenia la situación. No creía para nada en su versión y desconfiaba de aquel hombre poderoso de otrora, que ahora se mostraba afligido por haber caído en el engaño de Hitler,
No vamos a entrar en detalles de los riquísimos diálogos que nos ofrecerá el relato, para que el espectador los descubra cuando vea a obra. Pese a los horrores del relato, el texto tiene una cuota de humor que lo hace menos duro. Es curioso ver como el victimario, quiere convencer a su anfitrión, que él ya cumplió su condena y fue perdonado por los judíos. Sostenía que su mayor pecado fue no darse cuenta de los macabros planes de Hitler. Pero el investigador y sobreviviente del holocausto, no iba a comprar aquella tan fácilmente aquella versión y tenia un as guardado en la manga, que podía cambiar la versión de Speer. Pero cumplimos con nuestra palabra y no contamos más.
Tiempo de hablar de las fenomenales interpretaciones que presenta la obra, con una dupla protagónica de lujo, conformada por Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio que se sacan chispas en escena. Además de compartir profesión, Jean Pierre y Ernesto son amigos, se conocieron hace más de cuarenta años, en un taller del maestro Agustín Alezzo. Con el correr del tiempo, forjaron una fuerte amistad, que se mantiene hasta la fecha. Sorpresivamente nunca antes habían actuado juntos. Seguramente el destino les estaba reservando una gran obra para que coincidieran y El Cazador y El Buen Nazi sin dudas lo és. Lo curioso es que los grandes amigos, actúan finalmente, juntos en una obra en la que sus personajes son grandes enemigos.
La composición de Jean Pierre en el papel de Wiesenthal tiene una sensibilidad y una potencia que no podemos dejar de mencionar. Se lo nota fuertemente identificado con el personaje y esto le otorga mucha credibilidad al mismo. Estupenda su actuación y tiene un plus que la hace aún más especial. Al final de la función, el mismo Noher cuenta a los espectadores, que la obra lo involucra de manera absoluta, debido a su fuerte historia de vida, ya que su padre escapó de un campo de concentración nazi y vino para Argentina, pero sus abuelos no pudieron hacerlo, porque fueron asesinados en las cámaras de gas de Auschwitz. Les aseguramos que aún nos dura la emoción, por las palabras del protagonista y por una actuación plena, que sin dudas, resulta un hermoso homenaje a sus abuelos.
Y que decir de Ernesto Claudio, una animal de teatro, un todo terreno, que acá tiene ponerse el traje de villano y representar a un nazi, que por todos los medios quiere salvar sus culpas y lograr la absolución de sus delitos, como si eso fuera posible. Sin dudas un gran desafío para Ernesto, el personaje que le tocó y con todo oficio lo saca adelante en gran forma, sabiendo ocupar ese segundo plano que le pide le texto. Gran dupla la que conformaron ambos protagonistas, con gran química entre ellos y redondeando interpretaciones que elevan una dramaturgia exquisita.
Vayamos a la puesta y una yunta que no falla, decimos esto, porque ya nos resulta familiar, que cuando tenemos un texto de Diament, aparece la dirección de Daniel Marcove para potenciarlo, en una dupla que a estas alturas, ya es sinónimo de buen teatro. Aquí además del gran acierto de la elección de los protagonistas, presenta una puesta muy dinámica, que sabe insertar momentos de humor, en una trama oscura. Un ítem que queremos destacar es el dispositivo escénico, rubro a cargo de Héctor Calmet y Paula Molina, que presentan una oficina cargada de expedientes y elementos varios que contribuyen a ambientar muy bien el relato.
No queda demasiado más para agregar, resulta altamente gratificante que nuestro teatro presente este tipo de propuestas que nos traen al presente hechos históricos tan horrorosos como el Holocausto, que la humanidad nunca debe olvidar y debe tener siempre presente, para que nunca volvamos a vivir una barbarie semejante, ya que muchas veces, los villanos cambian de ropa y de nombre, pero con discursos semejantes, aparecen cada tanto en escena, presentándose como salvadores, ante situaciones de crisis.
Sin dudas, vivimos una gran noche de teatro, plena de emociones, en un Tinglado que un Lunes de invierno, lució colmado como pocas veces y se dio el lujo de poner el cartel de localidades agotadas, algo que se explica por la calidad del texto y de las actuaciones. El Cazador y el Buen Nazi, resulta una de sus obras de visión obligatoria, ya que nos ayuda a recordar lo peligroso que puede resultar un discurso totalitario y la promesa de soluciones mágicas, que en realidad esconden la mayor de las barbaries. Y cerramos esta reseña, con una frase oportuna, como la que dice que un pueblo sin memoria, es un pueblo condenado a repetir su pasado, por eso valen tantos estas propuestas.
Pensador Teatral.