Dramaturgia y Dirección de Pilar Ruiz.
Martes 21 hs en El Galpón de Guevara ( Guevara 326 )
Teníamos muchas ganas de ver Aire de Montaña, la nueva obra escrita por Pilar Ruiz, ganadora del Premio CTBA- Banco Ciudad 2020/2021, ya que varios conocidos nos la habían recomendado y más aún sabiendo que Pilar es una autora muy talentosa y dueña de una pluma sensible Si a esta introducción, le sumamos el gran elenco reunido para la ocasión, las expectativas eran realmente altas.
No vamos a alargar el suspenso, ya que de entrada vamos a decir, que las expectativas se cumplieron con creces. Nos gustó mucho la obra y sin dudas que en ella se nota la impronta de Pilar, especialista en retratar vínculos humanos. Aire de Montaña es una tragicomedia entrañable con aires nostálgicos, que nos invita a viajar a la Patagonia, para ser testigos del reencuentro de viejos amigos, historias intensas que quedaron inconclusas, recuerdos, silencios y secretos guardados bajo siete llaves, que pugnan por salir a la superficie.
El relato arrancará con Lorena, que luego de treinta años regresa a la ciudad patagónica donde vivió su infancia y adolescencia. No vuelve sola, lo hace con Tomás, su hijo adolescente que solo conocía aquel lugar por las historias que ella le contaba. De manera fortuita o no tanto, Lorena tocará el timbre de la casa de Jorge y Marina, sus grandes amigos, que son pareja desde hace años y con los que compartió muchísimos momentos de su adolescencia, teniendo juntos gran cantidad de anécdotas de momentos compartidos en la escuela, en bailes y en aquellas montañas que enmarcan el paisaje patagónico.
En el comienzo de aquel reencuentro, se nota un ambiente de tensión entre los anfitriones y sus visitantes. Hay una mezcla de desconfianza y de reproche para con Lorena, por haberse ido de manera abrupta a Buenos Aires y no haber vuelto a esos pagos, ni una vez. Establecen una distancia lógica por el tiempo transcurrido. Además no volvió sola, llegó con su hijo, al que no conocían, pero notan que es muy parecido a ella, tanto en el aspecto físico, como en el carácter.
Pero la noche patagónica y el alcohol que corre en aquella velada, comienza a aflojar las tensiones, la música que suena en el viejo tocadiscos de Jorge, también colabora en el acercamiento. Irán llegando los recuerdos, algunos inofensivos y otros no tanto. Algunos secretos profundos, pugnan por salir a la superficie. Los silencios también jugarán un papel importante, porque muchas veces lo que no se puede decir con palabras, los cuerpos encuentran la manera, de expresarlo de otras forma.
Y hasta allí vamos a contar de la trama, para no revelar las sorpresas y las pistas que el texto nos irá revelando a medida que la obra avanza. Si diremos que esta tragicomedia, si pudiéramos catalogarla en ese género, nos ofrecerá un relato sensible, humano y cargado de sensibilidad, que pondrá al descubierto como la vida puede seguir adelante, superando los fantasmas del pasado, pero cuando quedan historias inconclusas, estos fantasmas tarde o temprano, terminan volviendo.
Como mencionamos antes se reunió un muy buen equipo para esta obra, con un elenco encabezado por un actor de raza como Carlos Potaluppi, con innumerables trabajos en cine, tv y teatro comercial, no siendo tan común verlo actuar en propuestas del teatro independiente. Celebramos que lo haya seducido el proyecto y se haya sumado a este elenco, ya que destaca claramente por su gran presencia escénica, su gestualidad, su voz potente y esa risa inconfundible que lo caracteriza. Estupendo su trabajo y sin dudas, su presencia le agrega jerarquía al teatro off. Un placer verlo a Carlos aquí, tan comprometido con su personaje, para disfrute de la platea, que estando cerca, puede apreciar cada uno de sus movimientos.
Pero no seamos injustos con el resto del elenco, hay una composición soberbia de María Inés Sancerni, que lleva adelante a una Lorena meláncolica, que retorna a la ciudad de su infancia, atraída por recuerdos de tiempos mejores. Ya madura y en una etapa decisiva de la vida, siente que es hora de conectarse con sus raíces y además mostrarle a su hijo como estaba compuesto ese mundo, donde ella fue feliz. Con una sensibilidad a flor de piel, María Inés, una gran actriz, nos regala una composición exquisita.
Clarisa Korovsky como Marina, completa ese triángulo de amistad y secretos guardados por mucho tiempo. Movilizada por la llegada de Lorena, activará en su mente recuerdos que estaban en reposo, pero bien vivos. Es muy bueno el trabajo de Clarisa, secundando dos actuaciones soberbias como las mencionadas anteriormente.
Resta habla de Juan Tupac Soler, un joven actor al que elogiamos ya muchas veces desde este sitio y con participaciones destacadas en anteriores obras dirigidas por Pilar Ruiz. Aquí vuelve a mostrar su enorme versatilidad y que es un actor todo terreno que siempre rinde. Cámara fotográfica en mano, intentará retratar aquellos momentos presentes que merecen quedar testimoniados. Perteneciente a una generación diferente, marcará muy buenos contrapuntos con el resto, con guiños interesantes como el lenguaje inclusivo que utiliza. Además Juan por momentos, llevará el rol de presentador de la historia, siendo un personaje clave de la historia. Excelente trabajo.
Se hizo algo larga la descripción, porque las actuaciones son todas de muy buena factura y son fundamentales para que el texto fluya y sea creíble. Se los nota con muy buena química entre ellos y entregados por completo a una trama exigente, que requiere saquen de su interior se faceta lúdica y todos logran hacerlo
Yendo a la puesta que presenta la obra, es realmente atractiva, con varios puntos a destacar. Arrancando por el original diseño escenográfico de Julieta Potenze y Ariel Vaccaro, que no es sencillo de describir y juega mucho con lo geométrico. Sin puertas y ventanas, muestra los difusos límites entre el interior y el exterior, siendo transparentes para el público, que accede a la intimidad de estos personajes. Otro acierto de la puesta, es la inclusión de varios momentos musicales que tiene el relato, que logra descomprimir algunos pasajes de alta tensión que suceden entre los personajes.
En definitiva, nos gustó mucho la propuesta de Aire de Montaña, que nos hace viajar con la imaginación hacia el sur de nuestro país. La dramaturgia desde el arranque atrapa al espectador, que quiere descubrir que esconden estos entrañables personajes que viven en esta historia, que nos habla de la amistad y de aquellos recuerdos que aunque hayan pasado muchos años, seguimos atesoramos en nuestro corazón, pactos de silencios implícitos y como muchas veces decimos las cosas que podemos y no las verdades que conocemos.
Ya se está volviendo una grata costumbre, elogiar los textos de Pilar Ruiz, que con una mirada moderna y abierta, sabe como poner el foco en las relaciones humanas, ofreciendo historias actuales con las que el público se siente identificado, en este caso lo hace con una bella puesta cargada de música y poesía, para acompañar las estupendas actuaciones que tiene la obra y poder sacar la última foto de la noche, antes que baje el telón.
Pensador Teatral.