Sábados 22 30 hs en Nun Teatro ( Juan Ramirez de Velasco 419 )
Jean-Luc Lagarce es uno de los dramaturgos franceses contemporáneos más representados en su país, fallecido tempranamente en 1995, con solo treinta y ocho años de vida, escribió veinticuatro obras que fueron traducidas a más de diez idiomas y presentadas en escenarios de todo el mundo.
Lagarce fue un autor resistido en sus comienzos, por su estilo innovador y su obra no fue debidamente reconocida en vida. Interesado es su legado, aparece Federico Ponce, un joven y talentoso director, a quien ya elogiamos repetidamente, en este humilde sitio, por sus muy buenos trabajos, donde la sensibilidad y la poesía, siempre dicen presente.
Ponce se interesó por la obra de Lagarce y en 2014 estrenó en El Kafka, su primera versión de Apenas el Fin del Mundo, una pieza que explora los vínculos familiares desgastados y que resulta casi autobiográfica, ya que el propio autor francés, abandonó su pueblo natal, con solo viente años de edad, para estudiar filosofía y teatro.
Los textos de Lagarce, son complejos y hacen fundamental foco en la importancia del lenguaje. Ponce se siguió formando, fue creciendo como director y cinco años después de ese primer montaje, presenta esta nueva y lograda versión, que se presenta con una precisa traducción de Jaime Arrambide y acompañado de un elenco con muy buena formación clásica, que supo comprender la importancia de la palabra en escena.
Yendo al argumento de la obra, la misma se centra en el regreso a la casa materna de Louis, el hijo mayor de la familia, que regresa luego de muchos años de ausencia. Durante esos años, solo se comunicó con la familia, mediante algunas postales que enviaba y donde en ese limitado espacio, era poco lo que podía comunicar. Su vuelta no es casual, retorna ya que recibió la noticia que le queda una año de vida y desea compartir esta triste novedad, con una familia, a la que le cuesta reconocerlo y lo mira con recelo.
Tantos años de ausencia, causaron un fuerte efecto, lo reciben con frialdad, con reproches y acumulados pases de factura. Se sienten dolidos, por haber sido abandonados y más que nada por el poco interés demostrado por Louis, por saber que sucedía con sus vidas.
Se respira un ambiente distante, pese al vínculo de sangre que los une, sienten al visitante como un extraño, poco saben de él, la comunicación entre ellos no es fluida, hay mucho dolor acumulado y es muy poco el afecto que le pueden ofrecer al recién legado.
El texto tiene un alto grado de exigencia, para los actores, ya que hay muchos monólogos y se requiere concentración y memoria, para poder entender cabalmente cada palabra y articular los parlamentos.
Se nota que hay mucho trabajo y ensayo en el elenco, que se muestra seguro, con actuaciones destacadas, que son las que permiten, que un texto de esta complejidad se sostenga durante todo el desarrollo, resultando atractivo para el espectador.
Vamos a mencionar a todo el elenco, ya que las actuaciones lo ameritan. Carlos Sims es Louis, el hijo pródigo que regresa a casa. Su actuación es sobresaliente. Pese a ser escritor, le cuesta expresar sus sentimientos y elige refugiarse en el silencio, sintiéndose cómodo en su rol de oyente, ante una familia que tiene mucho para decirle, pero también quisiera escucharlo. Muy bueno lo de Carlos, con una gran expresividad gestual, que reemplaza muchas de las palabras que no pronuncia..
Julian Vilar, es Antoine, un año menor que Lois, fue quien quedó virtualmente a cargo de la familia. Luce enojado, no tolera la traición del hermano al abandonarlos y menos acepta este regreso que no comprende. Soberbia interpretación de Julian, con un excelente manejo de las emociones y una presencia escénica que se impone. En actuaciones parejas, por lo buenas, entendemos que la de Julian es la más destacada de la noche.
Las interpretaciones femeninas, no se quedan atrás, nos gustó mucho el trabajo de Flor Calvo, como Suzane, la hermana menor, parece ser la más contenta con la llegada Louis y también la que más sufrió su ida. Tiene una admiración reprimida por ese hermano que logró escapar de un entorno familiar asfixiante. Muy bueno lo de Flor, con un histrionismo a Flor de pie, aportando frescura y vitalidad, a una obra, de carácter más bien lúgubre.
Emilse Díaz es Catherine, la esposa de Antoine, ella trata de poner paños fríos al reencuentro y contener la ira manifiesta de su esposo. Resulta muy creíble el trabajo de Emilse, como componedora. Por último mencionar a Chula Quevedo, interpretando a la madre. La actriz de más experiencia del elenco, hace un aporte importante y trae recuerdos de años atrás, cuando sus hijos estaban juntos y eran una familia normal, Su parquedad y distancia presenta, son una muestra clara, que no logró digerir la ida de Louis.
En definitiva, hay una muy buena prestación del elenco reunido, que se muestra comprometido con el texto de Lagarce y gracias a la guía de un director muy activo, sabe encontrar el método adecuado para transmitir el mensaje.
La puesta es muy cuidada desde lo estético, al repasar anteriores trabajos de Federico, reconocemos a un director que cuida todos los detalles. Aquí con una escenografía despojada, destacamos el vestuario de Belén Pallota y encuentra fundamental importancia el diseño lumínico de Lucas Orchessi, con esos tubos fluorescentes, como fondo para esta familia monocromática.
En definitiva, celebramos la decisión de Federico al animarse a trabajar un texto de Lagarce, que no es un autor tan frecuentado. Años de perfeccionamiento, le permitieron madurar una propuesta, que encuentra el tiempo y los intérpretes adecuados, para mostrarnos a una familia, que no logra superar las frustraciones del pasado y esa sensación de abandono que los acompaño durante tantos años.
Apenas el fin de mundo, es una obra que distingue al teatro independiente y nos permite ver en plenitud a un autor cuestionado en vida y muy elogiado tras su muerte, que poniendo el lenguaje en primer plano, paradojicamente deja al descubierto, los graves problemas de comunicación que existen en la sociedad actual y como la palabra, en vez de servir como forma de acercamiento, muchas veces se usa para alejarnos del otro.
Pensador Teatral.
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