Dramaturgia de Sandra Franzen. Dirección de Cintia Miraglia.
Jueves 20 hs en Itaca Complejo Teatral ( Humahuaca 4027 )
Un texto desgarrador y poético nos acerca Sandra Frazen, una dramaturga que además de escribir muy lindo, gusta de mirar hacia el interior del país, para retratar muchas de sus creaciones que luego llegan al teatro. Y esto es lo que ocurre con Guacho, Un Ardor en la Boca, un relato que mira hacia nuestro campo, para nos cuenten en un lenguaje gauchesco y bien coloquial, una historia de vida muy sufrida.
Y quien la contará, es un hombre solitario que no conoce ni su nombre, un bastardo al que no le han dado siquiera un apellido. Se muestra desconfiado y áspero. Se sabe solo en esta vida y está orgulloso de haber podido crecer en esa condición. Se lamenta por esa lluvia interminable que hace días asola por esas tierras. La bruja del lugar estuvo por su rancho y lanzó sus conjuros para que el agua deje de caer al fin, pero por ahora no lo logra. Se dice a si mismo, que no hay que mirar nunca a los ojos a aquella bruja, sería muy peligroso y Gaucho respeta esas cosas, aunque no las crea del todo, tampoco va a estar desafiando aquellas habladurías. Esa visita de la bruja lo dejó preocupado, porque le dejó un vaticino. No sabe explicar bien que es aquello, pero sabe que es el anuncio de algo malo que se viene y eso lo tiene inquieto.
La historia del guacho, es una historia de abandono y de violencia. Del abuso del patrón poderoso contra los más pobres. Lo de siempre. El que tiene poder es el que manda y el débil tiene que aceptar el sometimiento, sin levantar la voz. Nos cuenta su cruda historia. Una madre india, un abuso como muchos otros y un nacimiento sin padre que lo renonozca. La violencia duele en el cuerpo y también en el alma. Castigo corporal e insultos hacia su identidad de pueblo originario. Pero aquel niño no soportó tanta humillación y decidió escapar al monte, pese a ser un chico prefería los peligros de la naturaleza y no la mano dura de un patrón desalmado.
Y ese niño sobrevivió. Ahora es ese hombre adulto de ojos saltones y hablar taura, que nos cuenta su historia, mientras afila sus cuchillos. Se lo nota preocupado, por esa lluvia que inunda todo y no colabora para que su vaca La Girasol se recupere. Hace tiempo está malita, su leche es negra y sus pezuñas hinchadas, no hacen pie en ese lodazal. El guacho es solo, así se crió y esa es su filosofía. Pero hay una cesta de mimbre ahí cerca de su puerta y tiene un hembrita, guachita como el, que necesita amor y cuidado. Pero él es solo y no sabe como cuidar, nadie le enseñó. Nunca lo cuidaron . Es algo real lo de la cesta o es su imaginación ?? Y si fuera real, será suficiente su amor para darle crianza ?? Y hasta acá vamos a contar para mantener el suspenso. Para ver que sucede en aquel rancho solitario, con ese hombre noble y su pasado doloroso, deberán ver la obra.
Y llega el momento de hablar del protagonista de la obra. Muchas veces destacamos en primer lugar el peso del texto o de la dirección. Aquí no hay dudas que ambos rubros son muy fuertes, pero no tenemos dudas que el motor de esa propuesta es Martin Urbaneja, que se adueña de este unipersonal de manera conmovedora. Su presencia escénica abruma. Su figura es hipnótica y el espectador no puede quitar la mirada de aquel hombre que suelta sus verdades y sus sentimientos de manera furibunda, con sinceridad y valentía.
A Martín lo elogiamos hace muy pocos meses, por su muy buen trabajo en Mongo y El Ángel, entrañable obra del off, recordamos también su reciente participación en El Zoo de Cristal, pero realmente quedamos sorprendidos por su gran transformación para este papel. Su compromiso es absoluto y la composición de personaje que realiza es fenomenal. Realmente vemos ante nosotros a un hombre de campo, desamparado y olvidado, pero con una nobleza y un amor por su tierra que genera gran empatía. Estupendo el trabajo de Martín, que muestra aquí su versatilidad y su fortaleza en el género unipersonal, que no es precisamente algo sencillo, mostrando una potencia escénica que hay que destacar.
La dirección de Cintia Miraglia es precisa. Cintia es una directora, que sabe llevar al escenario las emociones y los sentimientos que contienen los textos contribuyendo al gran lucimiento del protagonista. Rubros a destacar el bellísimo diseño escenográfico de Víctor Salvatore, recreando ese humilde rancho, donde se desarrolla la historia. La música original de Gonzalo Domínguez merece una mención. Y por último, ya es costumbre en esta sala de Itaca, el poder disfrutar de diseños lumínicos magníficos, en este caso a cargo de Mateo García y la propia Cintia, que aprovechan al máximo la moderna técnica de la sala, que permite juegos de luces de gran belleza estética.
Y hasta aquí vamos a contar, tal vez lo único para observar es que se nos pasó demasiado rápido el tiempo, nos hubiera gustado ver más a Martín en escena y ver una historia más larga, pero cuando esto ocurre es porque el espectador lo está pasando bien. Y eso es lo que nos ocurrió nosotros. Disfrutamos de una noche, que nos habló de poderosos que se aprovechan de los débiles. De esa lucha tan desigual y despareja, que solo puede darse en lugares donde la ley no llega y los dueños de estancia son los imponen las reglas.
Pero siempre hay personas fuertes, que no se dan por vencidas y luchan por su libertad. Y lo hacen con honor y muy orgullosos de su identidad. Sabiendo que el amor y la nobleza, son armas con las que se puede hacer frente al poderoso, porque este carece de las mismas. Los invitamos a que conozcan esta muy buena propuesta del teatro independiente, plena de poesía y con una crudeza que duele. Descubrirán un texto campo adentro, una dirección sensible y principalmente disfrutarán de la enorme composición de Martín Urbaneja, que logra conmover y emocionar al público, con un gaucho guacho de pasado doloroso, presente bravío y futuro esperanzador.
Pensador Teatral.
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