miércoles, 16 de noviembre de 2022

Der Kleine Fuhrer

Dramaturgia y Dirección de Eugenio Soto.

Domingos 19 hs en Sala de Máquinas ( Lavalle 1145 )

Son pocas las obras que logran salir de lo habitual y sorprendernos, digamos de entrada que Der Kleine Fuhrer ha sido una de ellas y lo logra por varios motivos, en primer lugar por la rica e hipnótica dramaturgia que nos presenta Eugenio Soto, a quien conocimos el año pasado al ver La Noche Oscura, tragedia santiagueña, que nos cautivó por su potencia creativa. Aquí vuelve a lograrlo, con una historia que nos recordará los horrores del pasado y como la humanidad muchas veces quiere repetir historias trágicas.






Y aquí el texto se une a la locación ideal para que el relato tome un realismo y una fuerza tan inquietante, como perturbadora. Para quien no conoce Sala de Máquinas, les contamos que se trata de un espacio escénico casi irrepetible, ya que se encuentra en el subsuelo de un edificio de departamentos ubicado en el centro porteño, a pocas cuadras del Palacio de Tribunales. Así como leen para llegar a la sala, hay que ingresar al edificio, recorrer todo su hall, pasar frente a los ascensores y bajar por unas largas escaleras, hasta el subsuelo del edificio, donde antiguamente se situaban las máquinas del edificio y ahora se monta esta particular sala.

La obra arranca en la entrada del edificio, allí nos recibirá Hans ( Lucas Delgado ), un mayordomo con acento alemán, que nos dá la bienvenida al Edificio de Bayer y nos señala que pronto bajaremos al subsuelo. Eso ocurrirá cuando lleguen los payasos Franz ( Pedro León Alonso ) y Frinz ( Vladimir Klink ) contratados para brindar un misterioso espectáculo. Ante semejante introducción, si algún espectador tenía alguna duda, la misma se despejó por completo y ya tuvieron claro, que la obra que pronto verían esa noche sería muy particular.






Al llegar al sótano, nos encontramos con un lugar con poca luz y en vez de un escenario, vemos un pista de circo, con una simbología un tanto extraña alrededor. El público se dispone en las sillas disponibles, como para ver la función, quedando una butaca central sin ocupar, que indudablemente está reservada para alguna figura importante. Hans les explica los payasos, que el trabajo que deben hacer esa noche es muy importante, ya que deberán hacer reír a un niño, pero ese niño es muy especial y pronto se enterarán que no les había mentido.

La atmtósfera en aquel sitio subterráneo es pesada. Se respira tensión y  los payasos cuando ven lo extraño que está todo, buscan la forma de escapar de aquel lugar, pero Hans les dice que eso será imposible por la seguridad del lugar. El miedo aumentará con el ingreso de Fraulein Hanna ( Jazmin Diz ), mujer bella y despiadada. Llegada a la Argentina desde Berlín, tras la muerte de su padre, un importante miembro de las Luftwaffe, la temible fuerza área de los nazis, mostrará su voz de mando y que lo mejor es obedecerle, salvo que quieren contradecir a la Luger que lleva consigo.






No vamos a contar mucho mas, para mantener el suspenso, solo diremos que la obra puede dividirse en dos partes, la primera de ellas, con los personajes mencionados, generándose algunos diálogos divertidos entre ellos y otros no tanto, confesiones que surgen a fuerza del whisky y el champagne que acompañaran la velada, mientras veremos como los payasos ensayan su número y nos sorprenderá un impactante cuadro musical de Hanna, con aire de vodevil.

La segunda parte de la obra, será mucho más oscura y violenta, se incorporarán a la trama Rudolph Bayer ( Darío Pianellli ) , el dueño de aquel lugar y su esposa Esther ( Karen Hawryliszy ). Se casaron hace años y de esa unión nació ese niño especial, llamado Adolf, al que tienen entre algodones, ya que debido a una debilidad congénita pulmonar, dependió desde su nacimiento de una máquina para poder respirar normalmente. Pero la poderosa farmaceútica Bayer finalmente consiguió la vacuna y esa noche el nuevo Fuhrer saldrá del caparazón al mundo exterior, siendo recibido por los payasos contratados, con la misión de hacerlo reír. Es 30 de Abril y casualmente ese mismo día, pero de 1945, se suicidó Adolf Hitler. 






Pero cumplimos con nuestra palabra y hasta allí contamos, para mantener el suspenso, como indicamos en el comienzo, la trama además de ser altamente creativa, atrapa desde el comienzo, con un interés que no decae nunca. Se intercala con habilidad, el horror del pasado y un presente turbio.  Conexiones políticas, secretos guardados bajo siete llaves y un experimento tan siniestro, como bizarro, que está a punto de mostrar sus resultados, siendo los espectadores, testigos privilegiados, de un momento histórico para la humanidad.

Momento de hablar de las actuaciones que presenta la obra, que resultan fundamentales, para darle credibilidad a la historia, algo que realmente logran con creces. Son siete los actores en escena, se los nota muy comprometidos con el proyecto y todos ellos logran darle recorrido a sus personajes, aportando lo suyo para que el relato llegue al espectador con mucha potencia.






Arranquemos por Lucas Delgado, como Hans, el particular mayordomo que presenta la obra. Con mucho carisma, es quien rompe la cuarta pared con el público, antes del inicio de la obra y además será quien llevará el hilo conductor de la historia, siendo el nexo entre los payasos y los integrantes de la temible Logia el Huevo de la Serpiente. Nos gustó mucho el trabajo de Hans, siendo una de las actuaciones más destacadas de la obra.

Franz ( Pedro León Alonso ) y Frinz ( Vladimir Klink ), son los payasos, artistas populares que solían estar por la Costanera Norte y que fueron reclutados por Hans, para esta misión secreta. Aportan frescura a la obra y son quienes más empatizan con el público, ya que de a poco, van descubriendo en que lugar peligroso se metieron y solo obedecerán las órdenes, para tratar de salir de ese sótano vivos. Muy buena la dupla que forman Pedro, el payaso de vocación y Vladimir, el Ruso que llegó allí de forma fortuita. Destacar la gestualidad de ambos y esas caras de terror que serán una mueca constante, a medida que el relato avanza.






Sigamos con Jazmín Diz, como Fraulein Hanna, en actuaciones muy parejas, a nuestro entender consigue la mejor composición de la noche. Dando vida a la hija de un jerarca nazi que dejó Berlín al final de la guerra y se refugió en Argentina, como hicieron tantos nazis, amparados por quienes gobernaban el país por aquellos años. Ahora desde Buenos Aires, está impulsando este proyecto secreto. Con logrado acento alemán, su personaje irradia sensualidad y mucho miedo a quienes la rodean, intimidando por su dura disciplina, pero también por su belleza. Estupendo trabajo de Jazmín.

Darío Pianelli muestra gran presencia escénica, como Rudolph Bayer. Se quiere mostrar como un empresario normal, pero esconde una red de conspiraciones  con las más altas esferas políticas. A Darío lo habíamos elogiado mucho en La Noche Oscura y aquí vuelve a destacarse. Karen Haweyliszy es Esther, la madre de la criatura, se siente usada por Rudolph y está en contra de todo el proyecto. Intentará abortarlo, pero para lograrlo deberá luchar contra toda La Logia. Un personaje muy sufrido el de Karen, que resuelve muy bien.






Para el final queda la interpretación de Julia Pérez Ortega como el Niño Adolf. Y que decir su interpretación ?? Pone la piel de gallina ver ese discurso tan encendido y con tanta carga de odio que nos remite a una etapa de la humanidad, que tanta verguenza debe darnos. Impactante su composición, el tono de voz, los gestos, la actitud, todo nos remite a aquel siniestro personaje. Felicitamos a Julia, por su estupenda composición.

Dejando atrás las actuaciones, es momento de hablar de la puesta, sin dudas uno de los puntos más fuertes de la obra. El director aprovecha de manera integral las posibilidades que otorga el espacio escénico particular de Sala de Máquinas, con recovecos varios, es más adapta la trama al espacio, lo que permite un lucimiento mayor de la misma. Se respira una atmósfera pesada y por momentos asfixiante, acorde con el relato. Ítems a destacar, el diseño de luces de Aquiles Gotelli, generando un ambiente donde predomina la oscuridad, el vestuario de María Silvia Pérez Luzuriaga y lo dicho acerca del diseño escenográfico de Felix Padrón, con mucha simbología nazi camuflada. Un sobresaliente mayúsculo para la puesta a cargo de Eugenio Soto.








No queda mucho más para agregar, solo comentar que disfrutamos mucho de esta obra tan original que no tiene miedo en arriesgar, al tratar un tema espinoso, como el del nazismo y sus reminiscencias. Y lo hace con una dramaturgia muy rica, que juega con el humor y la exageración, para hacer más digerible una cuestión que no tiene nada de graciosa, sino todo lo contrario.

Recomendamos Der Kleine Fuhrer, que resulta inquietante y perturbadora, pero que nos invita a reflexionar sobre los horrores del pasado y nos ayuda a mantener activa la memoria, para que las atrocidades vividas hace décadas, no se repitan. Actuaciones estupendas y una puesta muy atractiva, se unen a la volada dramaturgia, para presentarnos una obra que no pasa desapercibida y que a nuestro entender, se ubica entre las mejores propuestas, que el teatro independiente nos ofrece en la actualidad.


Pensador Teatral.


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