Dramaturgia de Daniel Dalmaroni. Dirección de Guillermo Ghio.
Miércoles 21 hs en Nun Teatro Bar ( Juan Ramirez de Velasco 419 )
De la mano de Daniel Dalamoroni, llega esta comedia negra, que tiene como objetivo entretener y hacer reír y realmente lo consigue, ya que el texto resulta ágil, tiene una puesta muy dinámica que se apoya en un dispositivo escénico ingenioso y principalmente en las estupendas actuaciones de Marcelo Serré y Pasta Dioguardi, dos actores que se manejan como peces en el agua en la comedia y aquí encuentran terreno fértil para lucirse a pleno.
Dalmoroni es un dramaturgo prolífico, con muchas obras escritas y presentadas con muy buen suceso en nuestra cartelera teatral y tiene un sello que lo distingue. En gran parte de sus textos aparece el humor negro, es decir hacer reír con temas que no son habitualmente tomados para hacer humor. Otra característica de su dramaturgia, es la multiplicidad de los equívocos que suelen aparecen en sus relatos, que cuando se unen pueden tener consecuencias impensadas y por lo general bastante delirantes.
Y Tengo un Muerto en el Placard, tiene esos dos distintivos incluídos, una muy buena dosis de humor negro y equívocos permanentes entre los protagonistas, que parecen estar en mundos diferentes cuando se comunican, están ahí cara a cara, pero les cuesta escuchar al otro y cuando lo hacen, les cuesta comprender lo que les dicen, generándose de esta manera situaciones divertidas y grotescas.
Las acciones se inician con Ernesto ( Marcelo Serré ) y Rodolfo ( Pasta Dioguardi ), amigos ellos, que están esperando el ascensor. Pronto sabremos que viven en el mismo edificio, ambos están trajeados, por lo que intuímos son compañeros de trabajo, pero no tenemos la certeza de ello y tampoco cual es la ocupación de ambos, dejando abierta para que el espectador teorice sobre ello.
A Ernesto se lo nota preocupado y tiene que contarle algo importante a su amigo, pero no le será fácil, ya que Rodolfo, tiene ganas de hablar él, ya que le está sucediendo algo muy fuerte. Le cuesta decirlo, pero finalmente cuenta que hace un par de días, cuando se le descompuso el auto en la ruta, se le apareció el mismísimo Guachito Gil. Ernesto lo mira sorprendido, pero más aún, cuando le cuentan que no es la única vez que le apareció el Gauchito, ya que esa semana, se le apareció en la casa.
Cuando su amigo termina el fantasioso relato, Ernesto que se nota preocupado, inicia un relato bastante extraño y poco verosímil, que incluye la visita a la morgue y el lanzamiento de una serie de estadísticas incomprobables, acerca de la cantidad de muertos que dicho establecimiento recibe por semana y cuantos de esos cuerpos no son reclamados por ningún familiar. Parece dar rodeos con relato y se pone nervioso porque su amigo parece no seguirle el hilo, hasta que lanza una confesión inquietante, como corolario de su parlamento: " Tengo un muerto en el placard ".
Allí comienzan los equívocos, su amigo no sale de lo literal de la palabra y toma con naturalidad lo que le cuentan. Quien no tiene un muerto en su placard ??? No vamos a comentar demasiado, ya que la obra tiene una muy buena cuota de suspenso, que debe mantenerse. Solo diremos que en la próxima escena, subirán al departamento de Ernesto y allí mostrará que su muerto en el placard es un cuerpo real y no una metáfora. Su amigo se altera un poco cuando vé el cuerpo envuelto en unas telas y hasta parece verle cara conocida, algo que no tendría sentido, si le diera crédito a la versión que su amigo se llevó un cuerpo al azar de la morgue, hipótesis que va a durar muy poco tiempo, dejando espacio a la cruel verdad.
Pero cumplimos con nuestra palabra y no adelantamos más nada de la trama, que se irá desarrollando en diferentes actos, separado por la oscuridad y por el cambio de la escenografía, que realizarán los propios protagonistas, moviendo unos paneles y permitiendo de esa manera, presentar diferentes locaciones. Le damos crédito a Guillermo Ghio, el director, que mediante este ingenioso dispositivo escénico, logra agregar mucho valor a la puesta.
Vayamos ya sin más a los protagonistas de esta obra, nos referimos a Marcelo Serré y Pasta Dioguardi, que como mencionamos antes, tienen enormes condiciones para la comedia y aquí pueden demostrarlo, con un gran contrapunto entre ambos, con diferentes alturas y personalidades. Uno con apariencia más racional y lógica y otro más ingenuo y con un fuerte delirio místico. Aunque si evaluamos las conversaciones y el accionar de ambos, llegaremos a la conclusión que ninguno actúa de manera lógica y todo lo que hacen / dicen tiene un tinte delirante.
Se disfrutan mucho las composiciones de ambos, dos actores de raza, que saben como hacer reír al espectador, con un histrionismo a flor de piel y una entrega absoluta a lo largo del relato. Además muestran muy buena química entre ellos y eso suma valor a sus trabajos. Nos encantaron las interpretaciones de Marcelo y Pasta, que solo con sus miradas y sus posturas, predisponen a que el público se ría.
El relato es muy entretenido y en el medio de lo desopilante de la trama, el espectador reconoce algunas situaciones que suenan muy familiares. Cuantas veces somos parte de conversaciones entre sordos, donde no queremos el escuchar al otro y no importa lo que nos diga, lo que nos pasa a nosotros sin dudas es más relevante. La falta de escucha y de empatía es algo muy habitual y sin dudas unos de los factores que acentúan los problemas de comunicación y de entendimiento que la humanidad atraviesa.
Tengo un Muerto en el Placard, es una historia sencilla, pero muy bien contada, con una dirección dinámica que logra mantener el interés del espectador en todo momento y lo más importante logra que el espectador se divierta y se ría, algo que en estos tiempos de crispación se valora mucho. Todo lo mencionado se logra en gran parte, gracias a la actuación de una dupla protagónica, que se entrega por completo en la búsqueda de las sonrisas.
Por todo lo mencionado, resulta una muy buena idea, llegarse hasta el Nun Teatro, para olvidarnos por un rato de los problemas, reírnos con un humor sano y dejar salir al exterior, al menos, mientras dura la obra, a ese muerto que muchos tienen escondido en el placard.
Pensador Teatral.